El fenómeno Eruviel

En un par de semanas se inicia de lleno la campaña electoral para la elección de gobernador en el Estado de México, y los tres partidos políticos nacionales se aprestan a definir las estrategias que consideran convenientes para reforzar su ventaja o en su caso disminuir la del puntero. El aparato partidario priista en la Entidad posee recursos abundantes y organización adecuada para elaborar una campaña que le permita a Eruviel Ávila obtener una cómoda victoria frente a una oposición dividida y con presencia importante en distintas zonas del Estado, lo que hace prever un eventual triunfo del tricolor que llegaría a cerca de 50% de la intención del voto frente a otro 50% dividido entre panistas y perredistas.

Por supuesto que ésta es la medición de inicio que toma en cuenta el efecto de campañas mediáticas y en tierra, que comúnmente modifica en un sentido u otro la voluntad de los votantes. Hace seis años, los panistas contaban con una ventaja sobre el candidato priista Peña Nieto, pero un pésimo abanderado blanquiazul como lo era Rubén Mendoza Ayala, desapareció esa ventaja en un par de meses de campaña.

Los errores propios y la capacidad del adversario para golpear en aquellas partes que modifican la conducta del electorado, pueden transformar radicalmente el resultado final de la contienda.

La perspectiva de triunfo que hoy poseen los priistas tendrá que ir acompañada de una estrategia capaz de contener los dardos que comenzarán a ser lanzados por sus adversarios en un intento por contener el efecto “Eruviel”. Y es que al optar Peña Nieto por el ex alcalde de Ecatepec, todo el discurso construido por panistas y perredistas en torno a la continuidad del Grupo Atlacomulco se vino abajo. Más allá de las presiones que los poderosos grupos políticos y económicos del Estado de México intenten ejercer sobre el candidato, queda claro que Eruviel no tiene ni el perfil, ni los orígenes sociales, ni mucho menos la línea familiar de los Peña Nieto, Del Mazo o Montiel. La figura tiene que ser cuestionada por otros temas que todavía no son claros para la oposición mexiquense.

Para López Obrador y su candidato Alejandro Encinas, el problema radica precisamente en la propia carrera política de Eruviel, que se asemeja más a la de un militante de base perredista, que al político tradicional priista de la Entidad acostumbrado a ser parte de una “familia revolucionaria” protectora y poseedora de privilegios de todo tipo. El corredor amarillo ubicado en la zona Oriente del Estado corre el riesgo de pasar a manos priistas por la presencia de un electorado afín a la persona de Eruviel, y cuya identificación con Encinas puede fácilmente ser superada por el abanderado tricolor.

Y si a esto le agregamos el hecho de que muchos perredistas que votaron por la alianza se sienten traicionado por la imposición de López Obrador, podremos ver un fenómeno de deserción masiva de votos de la izquierda hacia un candidato como Eruviel, que fue buscado por los aliancistas de ambos bandos en un intento por encontrar al priista que podía derrotar al PRI. Para el PAN, la apuesta se centra en recuperar votos en el corredor azul de clases medias y medias altas, que pudiesen no encontrar un punto de contacto con Eruviel y el PRI, así como intentar el difícil objetivo de atraer al votante aliancista de izquierda decepcionado de sus dirigentes.

El fenómeno Eruviel, alejado de la corta priista mexiquense, puede representar el mejor antídoto para una oposición que, aunque dividida, intentará encontrar el punto débil de un candidato surgido de las clases populares y ajeno a los negocios del poder. Si el candidato del PRI no comete errores graves, y es capaz de aguantar las presiones de sus propios compañeros de partido para que responda con agresividad a los cuestionamientos de los adversarios, será difícil ver el fin del Revolucionario Institucional como partido hegemónico en el Estado de México.