Dar vuelta en U

El violento fin de semana en Jalisco trajo nuevos miedos a este país. Tras dos décadas de relativa tranquilidad, este Estado parece ir caminando hacia el peligroso lugar en el que ya están otras entidades como Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán o Sinaloa.

Falta un rato, eso sí, y tanto Jalisco como todos los demás estados con tendencias de inseguridad preocupantes, todavía tienen oportunidad de dar vuelta en U. La sociedad aún no tiene una descomposición generalizada, el miedo no ha ocupado todos los espacios de la vida pública y los poderes fácticos distintos a los del crimen organizado siguen actuando con relativa independencia.

El PAN sigue teniendo margen de maniobra en el Congreso y en el Gobierno del Estado. Los alcaldes priistas están sudando la gota gorda, pero mantienen el mando (sí, puede ser de ese tipo de mando que habla de una aplicación selectiva de la ley, pero como quiera, lo tienen).

El Grupo Universidad sigue siendo un grupo político activo y el PRD sigue viviendo sus divisiones en relativa normalidad. Los empresarios mantienen sus espacios de influencia, los sindicatos igual y lo mismo la Iglesia. Todos están en su carril.

Esa clase política en normalidad (no dudo que tenga agujeros e infiltrados y relaciones perversas con quien no deban, pero insisto, actúan en el marco de una normalidad política), es una buena señal.

Aristóteles Sandoval, el alcalde de Guadalajara, puede empujar operativos integrales en colonias específicas; los partidos pueden hacerse de cuadros de participación ciudadana activa; Héctor Vielma, el presidente de Zapopan, tiene oportunidad de determinar políticas públicas específicas en los lugares con mayores índices delictivos (restricción de giros o lo que se les ocurra), y el Gobierno del Estado puede mejorar sus propios mecanismos de procuración de justicia. Mal, bien, con torpeza, pero es posible en el corazón del Estado mantener la cabeza afuera del agua.

Pero no será por mucho tiempo si no se actúa con prontitud, y no debe cegar a nadie la obtusa y fallida política de combate al crimen organizado que ha impulsado el Gobierno federal. Lo que hay que atender es al cáncer de la violencia y a la descomposición social, no sólo al comercio de una sustancia ilícita.
Por ejemplo, este diario reveló esta semana datos escalofriantes en ejes distintos a las ejecuciones.

El índice de denuncias, se lee, es casi nulo: sólo uno de cada 10 delitos registrados (sólo los registrados) es denunciado a las autoridades. Ahí empieza la impunidad. Y el robo a casa habitación creció en un año casi tres veces.

Ahí empieza la carrera criminal. Nomás para empezar, esos dos elementos tienen que ser atacados con firmeza antes de que de verdad la vuelta en U se torne imposible.