Lunes, 13 de Octubre 2025
México | POR EZRA SHABOT

Alianza vs. alianza

El problema en el Estado de México se presenta para la segunda alianza, ya que la primera, la del PRI, reproduce una más la vieja tradición partidaria donde el mandatario en turno elige a su sucesor y los perdedores acatan la decisión

Por: EL INFORMADOR

En el Estado de México está por iniciar el preámbulo de las campañas políticas para la Presidencia en 2012. Dos bloques quedan perfectamente establecidos: uno, el de PRI y su liado Verde Ecologista, aunado a su nueva adquisición en Nueva Alianza, donde Elba Esther Gordillo y el SNTE hacen su retorno triunfal al tricolor con el apoyo de Humberto Moreira y en franca oposición a Manlio Fabio Beltrones. Se trata del bloque que impulsará la candidatura de Enrique Peña Nieto a la Presidencia y que intentará someter a Beltrones a cambio de promesas de colaboración futura. Es ésta la “alianza legítima”, la que se puede mezclar y no genera impurezas de la otra.

El otro bloque es el que aglutina al PRD de Nueva Izquierda y sus aliados internos, así como un PAN que casi en su totalidad se ha plegado a la idea de que ir con la izquierda es el único camino frente a la aplanadora priista existente aún en algunos estados de la República. Esta fórmula contra natura, como la llaman los priistas, les ha funcionado en estados donde consiguieron a un priista disidente para encabezarla como los en Sinaloa, Puebla y Guerrero, y en Oaxaca, donde la figura de Gabino Cué era lo suficientemente fuerte como para garantizar un triunfo.

La descalificación priista de las alianzas panistas parte del principio de que el espectro político nacional sólo da para coaliciones desde el PRI y hacia la izquierda, por lo que al partido nacido como opositor al régimen de la Revolución Mexicana no le quedan muchas opciones. Paradójicamente podemos encontrar más afinidades entre priistas y panistas en el Congreso, que las existentes entre los blanquiazules y sus aliados electorales del PRD. En todo caso, tanto para panistas como para perredistas, la idea de la alianza surge de su propia debilidad partidaria que los obliga a ir juntos para lograr algún éxito.

El problema en el Estado de México se presenta para la segunda alianza, ya que la primera, la del PRI, reproduce una más la vieja tradición partidaria donde el mandatario en turno elige a su sucesor y los perdedores acatan la decisión. De hecho la medida le ha permitido mantener la rotación de mandos, pero también ha ocasionado la fractura y deserción partidaria cuando no hay forma de incluir a los no agraciados en puestos de mando. La perspectiva de una candidatura exitosa de Peña Nieto, que lo podría convertir en presidente, anula que un priista salte a filas opositoras. El riesgo es mucho y la apuesta opositora no garantiza un triunfo fácil.

Para la alianza PAN-PRD, el camino es más complicado. No existe ahí ni candidato fuerte como Cué en Oaxaca, ni priista disidente como en los otros casos. Alejandro Encinas es una opción válida únicamente para la izquierda, tanto por su relación con Andrés Manuel López Obrador, como por el hecho de que él mismo no acepta ir con Acción Nacional, y los candidatos panistas no alcanzan a representar el amplio espectro político opositor del Estado.

Si el PRD no puede resolver su pugna interna, y además se carece de una figura incluyente, el mero estorbo que representa López Obrador será suficiente para acabar con la idea de un triunfo opositor, abriéndole el camino al abanderado priista. La candidatura de Eruviel Ávila al frente de la alianza PRI-Verde-Nueva Alianza resulta una apuesta política difícil de derrotar. Es Eruviel un personaje de arrastre y capacidad de operación política en todo sentido. Fue capaz de vencer a Alfredo del Mazo, cuya figura y cercanía con Peña Nieto no fueron suficientes para enfrentarse a un líder social con arraigo en los sectores más desprotegidos del Estado.

Para ganarle a Eruviel se necesitará una alianza opositora y un candidato del mismo tipo del ex presidente municipal de Ecatepec.

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