Sábado, 04 de Mayo 2024
México | LIBRE DIRECTO POR JAIME GARCÍA ELÍAS

— Viernes Santo

Pudiera ser que, acaso sin proponérselo, un ilustre tapatío, clérigo para más señas, contribuyera a que el espíritu del Viernes Santo —y, por extensión, de la Semana Santa... y, ya encarrerados, de toda la Cuaresma— se modificara para siempre...

Por: EL INFORMADOR

Jaime García Elías.  /

Jaime García Elías. /

Pudiera ser que, acaso sin proponérselo, un ilustre tapatío, clérigo para más señas, contribuyera a que el espíritu del Viernes Santo —y, por extensión, de la Semana Santa... y, ya encarrerados, de toda la Cuaresma— se modificara para siempre...

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El personaje en cuestión, el canónigo José Ruiz Medrano, fue, con toda seguridad, uno de los mejores oradores sagrados de su tiempo. Varias piezas oratorias suyas siguen siendo, hasta la fecha, modelos de ese arte tan venido —por desgracia— a menos. Algunas de ellas fueron incluidas por él mismo en la antología, editada por Ius, modestamente titulada “Una Voz de México”, de la que aún andan algunos ejemplares en circulación... Un discurso pronunciado en Madrid, que comienza con una alegoría de los nombres de las carabelas de Colón, y toma el de la “Santa María” como eje de su argumentación; otro, preparado con motivo de la bienvenida al arzobispo José Garibi Rivera a su regreso de Roma, recién investido por “el Papa Bueno”, Juan XXIII, como el primer cardenal mexicano, cuyo leit motiv sería la frase “Aceptamos el honor y aceptamos la responsabilidad”; uno más, “Brindis por Guadalajara”, que ironiza amablemente con la tendencia de los tapatíos de su tiempo, de considerar a su ciudad —y a todo lo que ella engloba— como la cima de La Creación (así, con mayúsculas), serían, tal vez, las más perfectas; las mejores.
Más allá de los que pudieran llamarse “discursos de ocasión” (uno de los últimos, tal vez, su bienvenida, en la basílica de Zapopan, al cardenal Eugene Tisserant, decano del sacro colegio cardenalicio), ganaron justa celebridad los que preparaba, cabalmente, para fechas como ésta...
Pese al riesgo de repetirse, hacía de sus “Sermones de la Resurrección”, en Catedral, que llegaron a hacerse clásicos, uno de los momentos estelares de la Guadalajara de su tiempo. Aquel, por ejemplo, en que explicaba prolijamente por qué Jesús “no podía resucitar” (precisamente porque lo había anunciado y los judíos querían asegurarse de que su profecía no se cumpliera), desembocaba en una frase que se tornó modélica: “¡Y la piedra se movió...!”.

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Espectacular, habría que decir, en lenguaje moderno... al margen, por supuesto, de los aspectos apologéticos. De ahí que los más ancianos de la comarca muy bien pudieran decir que estos Viernes Santos tan “lights”, dedicados al “dolce far niente” —-y a quejarse de los calorones—, se deben precisamente a que monseñor Ruiz Medrano tuvo la desdichada de idea de morirse —algo a lo que no tenía derecho—, y a que hasta ahora sigue vigente la pregunta: “¿Cuándo tendremos otro tan grande como él...?”.

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