Jorge Vázquez del Mercado sintió el llamado de la arquitectura desde un momento muy temprano de la vida, aunque en su momento no llegó a comprenderlo del todo. Fue desde niño, en el cuarto donde pasó su infancia. Un elemento particular de la estancia, una especie de ladrillo de barro -un “soplo”-, fue detonante para su inquietud. Era un juego de líneas que partía de dos muros, se unificaba, y volvía a ramificarse en el techo.Esas líneas le interesaron. Para un niño como él, al que no le entusiasmaban el lodo ni los vehículos de juguete, ni otros pasatiempos comunes de la niñez, supo que aquel elemento de su habitación no respondía a la casualidad, sino que era resultado de un proceso meticuloso y concebido hasta en su más ínfimo detalle.“Intuía que alguien las debió haber decidido”, recuerda Jorge Vázquez. “Es decir; no era una obra de Dios si entendemos a Dios como el que hizo los árboles, las nubes o la naturaleza. Esto era algo que alguien había determinado”.La revelación le llegó algunos años más tarde, ya en la pubertad, cuando sus padres contrataron a un arquitecto para edificar una propiedad, y el joven Jorge Vázquez vio a aquel hombre desenrollando los planos fantásticos, como si de pergaminos se tratase, donde estaba plasmada en papel lo que después sería una casa. Cada cuarto, cada pasillo y escalera, cada elemento y recoveco de luz, estaba definido en su totalidad en aquellos planos. Era la magia del dibujo llevada a un rango mayor, hecha tangible en otro terreno fantástico: la arquitectura. “Cuando vi los planos, pensé, este es el señor que hace las líneas, este es el señor que decide. Y entonces dije: esto es lo que quiero hacer en mi vida. Esto es lo que quiero hacer. Y de esa manera descubrí mi vocación de arquitecto”.La chispa estaba encendida para iniciar un camino lleno de creatividad. Jorge Vázquez del Mercado se graduó como arquitecto en la Universidad de Anáhuac en 1987. Para los 2000 estableció su propio taller de Arquitectura, cuyas actividades le valieron distintos premios y publicaciones nacionales e internacionales -entre los que destacan la renovación del Zócalo de la Ciudad de México y el Great Egyptian Museum de El Cairo, Egipto-, y en 2006 fue nombrado Director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México Sur, donde sigue formando nuevas generaciones de arquitectos al sol de hoy. Participó en los distintos proyectos encargados de reconstruir a la capital tras el sismo terrible de hace ya casi una década, y su formación ha sido constante en estudios focalizados para mejorar la vivienda en el país, la ciudad como una posibilidad más habitable, el desarrollo urbano, y los estudios metropolitanos. Comprometido con la habitabilidad, con la vivienda social y colectiva, y movido por profundas inquietudes urbanísticas y la mejora en el funcionamiento de las ciudades, la trayectoria de Jorge Vázquez del Mercado, la cual compartió con EL INFORMADOR, ha fluctuado entre su amor por la arquitectura y su idea irrebatible de que es responsabilidad del arquitecto trabajar en conjunto y de la mano de la sociedad.“La arquitectura tiene muchas definiciones”, explica el maestro. “Para mí, tiene que ver con el espacio habitable. La arquitectura es una respuesta a las necesidades del espacio habitable de las personas. Y en la palabra habitable viene incluida la belleza, la emoción, y estos atributos que otras definiciones de la arquitectura incorporan, como la de Luis Barragán. Barragán dice que hay muchas soluciones para un problema de arquitectura, pero que, aquella que funciona, esa es la que se llama arquitectura. Para mí la emoción y la belleza vienen incluidas en el concepto del espacio habitable. La belleza es algo a lo que cualquier persona tiene derecho y debería tener acceso en su espacio”, asegura.La arquitectura actual y el urbanismo responden a ciertos fenómenos y situaciones particulares que en otras décadas o siglos no existían. Por ejemplo: el crecimiento desmedido de las ciudades, los desplazamientos urbanos, la parte de la población que vive a horas de distancia de su sitio de trabajo, y a quienes se les va media vida trasladándose en un transporte público saturado y deficiente.La vida irrecuperable en cada vuelta de rueda, los segundos desperdiciados para siempre en el tremedal del tráfico metropolitano. Los condominios recónditos, alejados de centros de salud y de escuelas, de las oportunidades. Las ciudades, bajo el yugo febril de los automóviles, han dejado de ser caminables. Esto es algo que se padece en México y en el mundo. Como formador de incontables arquitectos en la Universidad Anáhuac México Sur -y cuya presencia hizo de esta institución una de las más renombradas en los ámbitos de la arquitectura-, Jorge Vázquez afirma que es terreno de su oficio abordar y formar parte de estas inquietudes: el arquitecto tiene que estar donde se toman las decisiones. “Hay mucho que aportar y contribuir a la problemática del mundo”, dice el maestro, en cuanto al papel que juegan la arquitectura y el urbanismo en los problemas de las ciudades. “Pero en lo que toca al espacio de lo habitable, el término ‘sostenible’, como aquello que no compromete a las futuras generaciones, ya es algo que importa muchísimo. En mi práctica académica tengo una preocupación mayor, sobre todo para los arquitectos que estamos formando. Y esta preocupación la defino como que el arquitecto tiene que estar sentado en las mesas donde se toman decisiones. Es importante que con nuestro oficio y conocimiento aportemos a las soluciones que demandan las ciudades en el tema de la vivienda, del espacio público. Esas problemáticas son fundamentales para los arquitectos y los urbanistas, y es muy importante que tengamos esa relación con los gobiernos y que estemos presentes en los lugares donde se toman las decisiones de movilidad, de transporte, de espacio público y todo lo que tiene que ver con los aspectos de la ciudad”. Pero también la arquitectura está cambiando. Las nuevas tecnologías han abierto un horizonte sin límites de creatividad y posibilidades que antes tan sólo podían asociarse con los artilugios de la imaginación. Parecen ya lejanas las épocas en la que los arquitectos se dedicaban a dibujar en gigantescos pliegos de papel, con lápices y reglas, como infantes tardíos, las construcciones edificadas en la soledad de su mente. Hoy son las computadoras, con sus programas fugaces y sus interpretaciones inauditas -pero fidedignas- de la realidad, las que realizan el trabajo, las que construyen los planos y bosquejos, las que anticipan cómo se verán las obras, y predicen riesgos que antes no se veían. No obstante, la arquitectura también tiene sus retos, sus áreas de oportunidad. Se ha alejado de la gente, en palabras de Jorge Vázquez, y se ha vuelto un lujo inaccesible. “La arquitectura es innovación. Hay nuevos sistemas constructivos, muchas posibilidades que antes no teníamos. En ese sentido me interesa todo lo que se puede hacer con la tecnología. La arquitectura siempre ha ido de la mano de la tecnología. Lo que no me gusta o lo que me preocupa es que el arquitecto se convierta en una persona inalcanzable, en un artículo de lujo que pocos pueden alcanzar. Me gustaría que el arquitecto tuviera mucho más presencia en la sociedad”.Como mentor, académico y formador de innumerables generaciones de arquitectos, Jorge Vázquez del Mercado reconoce la gran responsabilidad que tiene en sus manos para darles visión y esperanza, pasión y vocación a los jóvenes que educa. “Hay mucha responsabilidad. Veo que la competencia es feroz y está cada vez más fuerte. El tema de la vida, de cómo conseguir trabajo para los arquitectos, no es cosa fácil. La arquitectura tiene un ámbito muy extenso, pero es muy difícil el tema de hacer una carrera profesional. No todos los egresados se pueden dedicar a la arquitectura. Creo que mi responsabilidad está en hacer que mis estudiantes conozcan y lean la realidad del planeta, subrayar el tema de la pasión y la vocación para vivir de la arquitectura. Ese optimismo que necesita el arquitecto para hacer cambios en las ciudades y en la forma de vida de las personas. Y es una gran responsabilidad. Los arquitectos en realidad hacemos lo que podemos”, dice el maestro, recordando palabras de Fernando González Gortázar.Distintos maestros y arquitectos han acompañado y formado a Jorge Vázquez a lo largo de su vida, pero recuerda con especial importancia Raúl Rivas y Antonio Attolini Lack, que fueron determinantes en su propia formación. Otras grandes inspiraciones son Álvaro Siza, Luis Barragán, Mies van der Rohe, Louis Kahn: “Arquitectos que se mueven mucho en la esencia y valores que a mí me interesan, y que los arquitectos llevamos tatuados, al menos los de mi generación”, dice Jorge Vázquez. Si bien es consciente de que le faltó nombrar muchas más, las siguientes son algunas de las obras de la arquitectura que a Jorge Vázquez le sacuden el alma: TELÓN DE FONDOUn fenómeno que actualmente se vive en las ciudades de México y el mundo, y que genera acalorados debates y discusiones, es el de la gentrificación y la especulación inmobiliaria. Complejos departamentales que brotan de pronto en las calles, edificios enormes y lujosos pero en donde no vive nadie, torres con balcones floridos, gimnasios y albercas al sol que provocan el desplazamiento de los habitantes originales. Jorge Vázquez considera que la conversación no tiene que girar en cuanto si estos edificios tienen valor arquitectónico o no o incluso a si la gentrificación es negativa, sino que ciertos modelos que se emplearon antes en las ciudades resultaron fallidos, y que es necesario encontrar más respuestas para mejorar la calidad de vida de las personas, y el funcionamiento de las urbes como tal. “La arquitectura con perspectiva inmobiliaria tiene que responder a la plusvalía. Es decir: si vas a hacer un emprendimiento inmobiliario, es importante que apuestes a que el lugar va a tener plusvalía. El desarrollo inmobiliario, o la gentrificación, me parece que es un término que se ha satanizado”. “Sin embargo, creo que tiene aspectos positivos”, agrega y abunda: “las ciudades, más que crecer a la periferia, se tienen que pensar hacia la redensificación, y es justamente en los centros en donde está la infraestructura y una mejor forma de vida en cuanto a los desplazamientos. En el ámbito de la vivienda, el modelo de las ciudades dormitorios fue un fracaso porque lograbas hacerte de tu hogar, pero a cuatro horas de tu trabajo. Esos son los problemas que no podemos repetir, sino que hay que pensar en distancias caminables, distancias razonables para una mejora de vida”. “Que tengas centros de salud, centros comerciales y escuelas cerca. Esto es algo fundamental. Apuesto mucho por el transporte público eficiente. A mí me dicen: te mueves mucho en transporte público. Y sí, porque me he convertido en enemigo del automóvil, porque se ha convertido en el cáncer de las ciudades. Tenemos que pensar más en una ciudad de ‘barrio’ como algo que pueda mejorar la calidad de vida de la gente”, considera el maestro.