Sábado, 27 de Abril 2024
Jalisco | Siglo XIX

Industrialización y cambios en los sistemas energéticos

En el periodo 1840-1900, en la Entidad se registró una evolución en las industrias mecanizadas, que impactó en otras empresas pequeñas y en algunos servicios

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (08/MAY/2011).-  Frecuentemente la historiografía ha olvidado que la industrialización mecanizada, aparte de generar múltiples consecuencias a su alrededor, también estuvo expuesta a permanentes cambios en su propia composición tecnológica, en función de los requerimientos sociales. Ese tipo de transformaciones ocurrieron continuamente en las distintas secciones de las plantas industriales, en correspondencia con los avances de la ciencia y la tecnología mundiales y las múltiples necesidades de la sociedad. El alcance puntual de dichas transformaciones científico-técnicas, aunque evaluable, ha quedado subordinado al impacto que produjeron grandes revoluciones en la industria como lo fue, desde la última década del siglo XIX, la utilización de la energía eléctrica en sustitución de los sistemas de motricidad hidráulica y de vapor.

La máquina de vapor empezó a ser uno de los principales símbolos de la Revolución Industrial europea desde finales del siglo XVIII, aunque su propagación como fuerza motriz en la industria y los servicios, fue notoria desde la segunda mitad del XIX. Desde entonces, ese instrumento ganó espacios en la mecanización industrial, en el transporte y en algunos servicios públicos, reemplazando –a veces parcialmente– a las fuentes de energía humana, animal e hidráulica.

En el caso mexicano, las máquinas de vapor fueron promovidas con dificultades desde las postrimerías del siglo XVIII con la idea primordial de mejorar la producción minera. Pero en realidad, sería después de la segunda mitad del XIX cuando se intensificó su presencia en distintos ámbitos de la actividad industrial y de los servicios. El mejor ejemplo para ver esa transición, fueron las modernas fábricas de hilados y tejidos y las de papel, donde prevaleció la utilización de las añejas ruedas hidráulicas como principal fuente de energía al menos hasta finales del siglo XIX, en combinación con el uso de telares mecánicos y otros instrumentos en los que verdaderamente se reflejó la novedad tecnológica desde los primeros años.

Respecto a Jalisco, a partir de la década de 1840 inició el auge industrial sustentado en la mecanización. Tal como sucedió en diversos puntos del país gracias al impulso de personajes como Lucas Alamán, un intento por emular la exitosa Revolución Industria europea. A partir de entonces, se crearon diversas compañías, que a su vez, dieron origen a múltiples industrias inscritas en los ramos del textil, el papel y el fierro (como las mencionadas en el recuadro a la derecha).

Pioneras

De acuerdo al listado de industrias pioneras,  se puede observar que la mayoría de ellas se concentraron en la ciudad de Guadalajara y sus alrededores (entre los municipios de Zapopan, Guadalajara y El Salto –éste último, originalmente era una localidad del municipio de Juanacatlán–). Pero también las hubo en la región Sur de Jalisco, principalmente en los municipios de Tapalpa y Tamazula; así como en la región de Los Altos, particularmente en Lagos de Moreno y San Diego de Alejandría.


Periodo 1840-1850

Un repaso a las fábricas textiles, de papel y de fierro fundadas durante las décadas de 1840 y 1850, muestra que en ellas predominó el uso de la energía motriz hidráulica, primero a través de ruedas de cajones o cangilones y después combinada con turbinas hidráulicas. Aunque es poca la información encontrada, sí la hay en algunos casos, en 1856 y 1875, pero sobre todo durante la década de 1880, donde se advierten cambios importantes en el transcurso de esas décadas.
La mayoría de las fábricas fundadas en Zapopan al mediar el siglo XIX, buscaron las corrientes de agua existentes, bajo la premisa de que sin ella sería imposible incorporar maquinarias modernas.

No es casual que en todos los casos, la industria fabril creada entonces, buscara “el descenso para la barranca” de dichas corrientes, donde se formaban “caídas con las condiciones necesarias para su aprovechamiento” energético, aunque no sin dificultades. Lo mismo sucedió con las fábricas creadas en el Sur de Jalisco: la de papel de Tapalpa, o las ferrerías de Tula y La Providencia. Y de alguna forma, sobre ese patrón siguieron las que se fundaron en las décadas de 1870 y 1880 dentro de la región de Los Altos.

Evidentemente, la elección hecha por esas industrias previó como un factor determinante que hubiera el agua suficiente para mover la maquinaria que sería utilizada, si bien no faltaron casos, como el de La Escoba, que se instaló en terrenos donde el flujo no era suficiente. Por esa razón su principal impulsor, Manuel Jesús Olasagarre, “emprendió una obra hidráulica ingeniosa y atrevida, que vino a proporcionar el agua” que se requería. La obra consistió, según describió Silverio García en 1875, en dos presas que (mandaban) sus aguas, por medio de atarjeas o canales, a dos ruedas hidráulicas a las cuales (movían), y las que a su vez (ponían) en movimiento a tres máquinas que (eran) las que primeramente (recibían) el algodón”.

El caso de La Escoba también sirve para ilustrar, apenas en 1880, la incorporación de una de las pocas máquinas de vapor utilizadas por las fábricas mecanizadas de los alrededores de Guadalajara –aparte de la de papel de El Batán, que en ese año tenía una máquina de ese tipo y para 1889, dos—, antes de la transición hacia otro sistema energético: como el de la electricidad, a partir de fines del siglo.

En la Descripción realizada por Mariano Bárcena en 1880, se decía que La Escoba seguía utilizando sus dos “ruedas hidráulicas de cajones”, cuyo diámetro era de 40 metros y su espesor de dos. Se mencionaba también que había otra “rueda auxiliar de ocho metros de diámetro” y que algunas operaciones se hacían ya “con el auxilio de una máquina de vapor de poca potencia”. Esa situación no tendría variaciones significativas en los siguientes años. Según Manuel Portillo, en 1888 la fábrica funcionaba con dos ruedas hidráulicas y una máquina de vapor.

Por la peculiaridad del sitio donde estuvo La Escoba, caracterizado por la escasez de agua, pareciera corroborarse la afirmación de Samuel Lilly, en el sentido de que las máquinas de vapor adquirieron importancia en el mundo industrial, al “agotarse la energía que los ríos podían proporcionar” para mover las ruedas hidráulicas. En La Escoba no se trató precisamente de la decadencia de un río sino de una fuente hídrica artificial que, a veces, obligaba a parar las actividades de dicha fábrica por falta de presión. A ese respecto, decía Silverio García  en 1875 que:

Generalmente sucede que desde el mes de febrero se escasea el agua en las presas, y entonces solamente se trabaja tres días a la semana. (Por lo cual) natural es que en esa época rebajen los productos de la fábrica, y aunque el año de 1873 se elevó una de las presas una vara sobre su nivel antiguo para que no escaseara el agua, no dio resultado esta medida, porque reventó la presa al principio (de 1874).

Tanto en la información proporcionada por Bárcena, como en la que da Manuel Portillo, se puede ver que los otros establecimientos industriales aledaños a Guadalajara siguieron operando durante la década de 1880, primordialmente con energía hidráulica, aunque algunos también de manera incipiente con la de vapor.

En La Experiencia se tenía una rueda hidráulica de 21 pies ingleses como su principal motor, mientras que en El Batán se dio un cambio significativo en el lapso de nueve años: si en 1880 operaba con “una rueda de cajones, construida de fierro, con diámetro de 40 pies”, además de dos ruedas pequeñas y “un generador de vapor”, para 1888 sólo tenía una “máquina movida por el agua y dos por vapor”.

Como se puede observar hasta aquí, la fuente energética predominante en las industrias mencionadas seguía siendo hidráulica, con base en la rueda de tradición centenaria en los antiguos molinos y sólo con la evolución que exigieron las enormes fábricas –principal emblema de la Revolución Industrial–, sobre todo expresada en su mayor tamaño, pero sustentada esencialmente en los mismos principios empíricos que le dieron origen.

Sin dejar de ser primordial la energía hidráulica, su uso tuvo una transformación cualitativa muy relevante en Atemajac desde finales de la década de 1870, y lo mismo sucedió en la fábrica de Río Blanco al momento de mudarse de “El Salto” hacia el lugar que le dio su nombre definitivo. Lo anterior debido a que desde esos años ambos establecimientos incorporaron como su principal fuente de energía a la turbina hidráulica (una de 78 caballos de fuerza en Atemajac y otra de 40 en Río Blanco), un instrumento que superó con mucho a la antigua rueda.

Fábrica Río Grande

Aunque la fábrica de Río Grande se fundó al lado de una de las caídas más importantes de agua en Jalisco –El Salto de Juanacatlán– hacia 1896-1898, la verdad es que no requirió para su funcionamiento de la energía hidráulica o de vapor, debido a que la electricidad empezó a ser desde entonces la fuente energética fundamental en esos centros productivos. No es casual que antes de construida esa fábrica, se haya instalado a su lado una de las primeras plantas generadora de electricidad para el alumbrado de Guadalajara, misma que también alimentaría las necesidades de la fábrica de Río Grande. Con ese hecho se inauguró una nueva era, a la que pronto se incorporaron –al empezar el siglo XX– las antiguas fábricas de La Experiencia, Atemajac y El Batán, después de haberse construido otra planta generadora de electricidad en la Barranca de Huentitan.

El impacto de la modernidad

Conocimiento científico


En cuanto al comportamiento de otros giros industriales y algunos servicios, respecto a la incorporación de tecnologías modernas en los sistemas energéticos, se debe decir que muy probablemente la primicia en el uso de máquinas de vapor en Jalisco, se dio justamente dentro de un ramo distinto al de las grandes industrias textiles o de papel: ese hecho ocurrió –a reserva de que se encuentre otro caso que lo desmienta– en la industrialización de productos forestales.

 Justamente el 12 de junio de 1855, el padre del ingeniero Gabriel Castaños, señor José María Castaños Aguirre –medio hermano del fundador de la fábrica de hilados y tejidos de Bellavista, en Tepic, del mismo nombre, sólo que con los apellidos Castaños y Llano–, recibió el privilegio por parte del Ministerio de Fomento, “como introductor de una nueva máquina para extraer la materia colorante del palo de tinte”. Este aparato y sus aditamentos fueron construidos en Estados Unidos a solicitud de Castaños, con objeto de instalarlos en el puerto de Ipala, donde se explotaría el tinte del palo de Brasil. El pedido consistía en “dos calderas de vapor” locomotivas, de 30 caballos de fuerza cada una; así como una máquina de vapor de 25 caballos, destinada a poner en movimiento “una gran rueda con cuchillas para reducir la madera a pequeñas astillas”.

Después del caso citado, parece que no fue muy común esa innovación tecnológica sino hasta finales de la década de 1870 y los años posteriores. Al menos hacia 1880, en fábricas de tabaco como El Buen Gusto, La Concha, La Flor de Orizaba y La Simpatía, empleaban máquinas de vapor de poco caballaje. Lo mismo ocurría en el establecimiento tipográfico y litográfico de Ancira, Loreto y Cía., que había sido propiedad de Mariano Rodríguez y heredado por Dionisio Rodríguez, hasta su muerte. También por esos años, contaban con máquina de vapor los molinos de harina de trigo de Atequiza, El Refugio, La Joya y El Salvador. Éste último era propiedad de Vicente Ortigosa, quien dirigió su construcción y el montaje de su maquinaria “a la Europea”, a un lado del viejo molino de El Salto y de la fábrica La Experiencia.

A tono con la modernidad observada en giros como los mencionados, la Casa de Moneda de Guadalajara, que dirigía desde 1870 el Ingeniero Luciano Blanco, instaló una máquina de vapor de 28 caballos de fuerza el 15 de septiembre de 1878. Esa reforma tecnológica propició que “varias actividades” antes desarrolladas manualmente se dejaran a la nueva máquina. Con ella se movía un laminador de grandes proporciones, una máquina de empuntar rieles, una hilera, dos cortadoras, una cordonera, una prensa para acuñar, una tahona para beneficiar tierras, un ventilador para la fundición y una bomba que sacaba agua de un pozo. Igualmente, servicios públicos como la electricidad para el alumbrado del Centro de Guadalajara, así como la dotación de agua, fueron apoyados con sendas máquinas de vapor, durante los años de 1884 y 1886, respectivamente.

En lo que respecta a la actividad minera que se desarrollaba en los minerales del Bramador, Cuale y el Desmoronado –de los principales de Jalisco, en la década de 1880–, se puede observar que los métodos productivos ahí empleados, seguían pautas muy arcaicas todavía, aunque empezaban a gestarse algunas modificaciones. A este respecto decía el ingeniero Juan Ignacio Matute que la mayor parte de las minas de esas vetas estaban dirigidas todavía por individuos “prácticos”, que ya tenían pericia en sus labores, aunque no poseían conocimientos científicos, por lo que había muchas pérdidas  y accidentes.

En haciendas de beneficio como La Unión del Cuale –que al parecer era de las más modernas–, aparte del antiguo método de patio y el relativamente nuevo de lixiviados,  “estaba muy en uso” el de “toneles”, para el cual se empleaba una “rueda hidráulica”. Mientras tanto, sólo en la mina de Santa Edwiges, perteneciente al mineral del Bramador, se usaba una máquina de vapor de 25 caballos de fuerza para el desagüe. Dicho instrumento fue adquirido en San Francisco, California, y llegó hasta el lugar donde operaba, a través de Chamela, en la costa de Jalisco.

Ahora bien, actividades agroindustriales como las relacionadas con la caña de azúcar y el tequila, también empezaron un importante cambio en la incorporación de novedades científicas y tecnológicas. En los procesos productivos prevalecían sistemas rudimentarios todavía a principios de la década de 1880. Sin embargo, desde entonces se veía el interés por mejorarlas, proponiendo para ello la modernización tecnológica, pero también tratando de incorporar el conocimiento científico en esa modernización.

Federico de la Torre, investigador del Departamento de Historia del CUCSH/Universidad de Guadalajara.


Establecimientos industriales de textiles, papel y fierro en Jalisco



*La fábrica de hilados y tejidos de Río Blanco funcionó desde la década de los años sesenta con el nombre de “El Salto”, a un lado de “La Experiencia”. A partir de 1876 fue reubicada en el lugar que le dio su nuevo nombre, muy cerca de “La Escoba”.

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