Sábado, 25 de Mayo 2024
Internacional | Premio Nobel de Medicina

Edwards, laureado por el ''bebé de probeta''

La academia sueca que otorga el galardón reconoce las polémicas investigaciones de fertilidad que permitieron el nacimiento por métodos experimentales

Por: EL INFORMADOR

ESTOCOLMO, SUECIA (05/OCT/2010).- El fisiólogo británico Robert Edwards, cuyo trabajo basado en la fecundación in vitro (FIV) llevó al nacimiento del primer ser humano con las más modernas técnicas de fertilización, ganó el Premio Nobel de Medicina o Fisiología 2010.

De acuerdo con cifras del instituto que otorga el galardón, unos cuatro millones de niños han nacido desde el primer “bebé de probeta”, en 1978, gracias al trabajo desarrollado por Edwards junto con un colega ya fallecido, Patrick Steptoe.

Edwards y Steptoe trabajaron pese a la oposición de iglesias, gobiernos y muchos medios de comunicación, así como a un intenso escepticismo de sus colegas científicos. También tuvieron problemas para financiar su trabajo y tuvieron que depender de fondos donados de forma privada.

Finalmente, en 1968, desarrollaron métodos para fecundar óvulos humanos fuera del cuerpo.

Trabajando en la Universidad de Cambridge, empezaron implantando embriones en madres infértiles en 1972. Sin embargo, varios embarazos no siguieron adelante y acabaron en abortos espontáneos debido a lo que después descubrieron eran fallos en el tratamiento hormonal.

En 1977, probaron un nuevo procedimiento que no implicaba tratamientos hormonales y dependía en su lugar en el momento exacto. El 25 de julio del siguiente año nació Louise Brown, la primera bebé de probeta.

El nacimiento de Brown fue una sensación mediática, ya que planteó interrogantes sobre ética médica, inquietudes religiosas y despertó la curiosidad humana básica. Muchos se preguntaron si un bebé concebido mediante FIV crecería con normalidad.

Gracias a las aportaciones de Edwards y Steptoe, los procesos de FIV ahora son muy habituales. Hasta uno y dos por ciento de los bebés del mundo occidental son concebidos mediante métodos de FIV, dijo el miembro del comité del Nobel, Christer Hoog, profesor de biología celular.

Sin embargo, el acceso al tratamiento varía en todo el mundo. Muchos sistemas de salud europeos lo financian, pero la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva dice que la FIV en la Unión Americana puede costar hasta 12 mil 400 dólares.

La frase
Sin Edwards no existirían congeladores llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, pero lo más probable es que sean abandonados "
monseñor Ignacio Carrasco de Paula,
presidente de la Pontificia Academia para la Vida, del Vaticano.


PERFIL

Padre de la fecundación in vitro

Robert Edwards

Hace 32 años este veterano de guerra revolucionó el mundo y la medicina con el resultado de sus investigaciones sobre la fecundación in vitro (en vidrio), que permite a parejas infértiles tener hijos.

Robert Geoffrey Edwards nació en 1925 en la localidad de Batley, cerca de Leeds (Norte de Inglaterra), sirvió en el Ejército británico de 1944 a 1948, antes de iniciar sus estudios de biología en la Universidad de Bangor, en Gales, y luego, en Edimburgo (Escocia), donde se doctoró en 1955 con una tesis sobre el desarrollo embrionario de los ratones.

Con varios descubrimientos cruciales a sus espaldas, Edwards decidió pasarse a la reproducción humana. En 1963 entró en la Universidad de Cambridge y siguió realizando progresos en sus estudios a base de poner en duda las “convenciones” médicas sobre la fertilidad humana.

Seis años más tarde Edwards logró por primera vez fertilizar un óvulo totalmente fuera del cuerpo femenino, con lo que consiguió el reconocimiento de la comunidad científica internacional.

A continuación, comenzó a estudiar cómo implantar el óvulo humano fecundado en el útero de la madre y descubrió los avances en el campo de la cirugía de quien poco después sería su compañero de investigación, el ginecólogo Patrick Steptoe.
El primer intento tuvo lugar en 1972, pero fracasó en la décimotercera semana de gestación.

Todo ese trabajo no pasó inadvertido. Condecoraciones como la Orden del Imperio Británico y varios reconocimientos médicos de prestigio, respaldan su carrera.
A sus 85 años, Edwards, considerado el padre de la fecundación in vitro y galardonado con el premio Nobel de Medicina, co-fundó la primera clínica especializada en fecundación in vitro en 1980, en Cambridge.

Ocho años más tarde, falleció su compañero de investigación Steptoe.

Edwards ya ha sido galardonado por su revolución reproductiva con el premio Albert Lasker de Investigación Médica Clínica (2001) y en 2007 el periódico británico “The Daily Telegraph” lo situó en el puesto 26 en la lista de los 100 mayor genios vivos.

Análisis

Fuera del Paraíso nada es perfecto

José Jesús Langarica Herrera


Cuatro millones de niños han nacido gracias a la fertilización in vitro y esto ha venido sucediendo así desde que Louise Brown viera luz mediante esta técnica, en 1978. Pero muchos no están contentos con el procedimiento. Más aún, ven en él un reto a sus creencias.

El Papa Benedicto XVI, por ejemplo, afirmó la fecundación in vitro (FIV) “ha violado la barrera que salvaguarda la dignidad humana”. ¿Por qué? ¿En qué consiste esta técnica?

En la FIV los médicos crean embriones al remover los óvulos de las trompas de Falopio de la paciente, fertilizándolos luego en un disco de Petri con esperma. Debido a lo doloroso y caro del tratamiento (en Estados Unidos puede costar hasta 10 mil dólares) y merced de la tasa de fracaso en el procedimiento (por arriba de 60%) los médicos, por lo general, crean más embriones de los que implantan de regreso en el útero de la madre. Los restantes pueden ser usados para futuros hijos, o para otras aplicaciones.

Los pacientes tienen cuatro opciones para los embriones congelados: descartarlos, darlos a otras parejas, pagar cientos de dólares al año para almacenarlos a temperaturas de menos 310 grados Fahrenheit o, en los países en donde la ley lo permite, donarlos para investigación médica.

Lucinda Veeck Gosden, quien es directora de embriología en la clínica FIV en la escuela médica Weill-Cornell en NuevaYork, afirmó recientemente al periódico “USA Today” que 54% de los pacientes en su clínica que han terminado con sus familias piden que sus embriones sean destruidos; 43% pide donarlos a la investigación básica no relacionada con células madre, y tan sólo 3% los ofrece a otras parejas no fértiles.

“Cuando el ser humano, en su estado más vulnerable de su existencia es seleccionado, abandonado, asesinado o tratado como material biológico, ¿cómo se puede negar que está siendo tratado como algo en lugar de alguien y esto cuestiona el verdadero concepto de la dignidad humana?”, razona el Papa.

Pero como suelen ser las cuestiones entre ciencia y fe, la respuesta suele no ser ni única ni fácil.

Los embriones a los que el Jefe del Vaticano hace referencia, para comenzar, justamente vienen de parejas infértiles, y éstos no existirían en absoluto sin la asistencia de la FIV.

Por otro lado, más de un millón de personas han venido al mundo mediante esta técnica, y es claro, de nuevo, que no podrían gozar de la vida sin la ayuda de esta tecnología.

La naturaleza, a fin de cuentas, crea todo el tiempo un proceso de eliminación de futura prole: las mujeres desechan cientos de óvulos no fecundados a lo largo de sus vidas, y tan sólo un espermatozoide entre cientos de miles puede fecundar al óvulo; el resto muere.

Pero hay terrenos más resbalosos.

La investigación con células madre tiene entre sus propósitos crear mejores tratamientos o incluso la cura de esas enfermedades degenerativas como el mal de Parkinson, la esclerosis lateral amniótica, el cáncer, o males como la diabetes o el VIH-SIDA. Es común que este tipo de células sean tomadas justamente de embriones.

Según Ricardo Tapia, investigador emérito del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica en el sitio del Foro Consultivo Científico y Tecnológico: el mayor obstáculo para instituciones científicas en México para este tipo de investigación radica, precisamente, en la obtención de cigotos, los cuales podrían producirse en el país, pero lo cual requeriría establecer convenios con instituciones capaces de obtener cigotos sobrantes de la fertilización in vitro con el consentimiento de los padres. Por ahora, los científicos mexicanos trabajan con células extraídas de animales, particularmente de ratones.

Hemos probado el fruto del bien y del mal: fuera del Paraíso no existen las decisiones fáciles.

Ingeniero José Jesús Langarica Herrera/periodista especializado en temas científicos.

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