Hace unos días tuve la oportunidad de saludar a una señora, familiar cercana; después del consabido “hola hola”, la pariente aprovecho el momento y dirigiéndose a su mascota, un perrillo miniatura le dijo: “bebé saluda a tu tío”, supe entonces que sin saberlo, yo era perro, o el perro se había convertido en bebé humano. En otro ámbito pero de cierta forma asemejada a la curiosísima experiencia perruna, últimamente he sumado, no decenas, sino centenas de “sobrinos”, este si totalmente humanos: los hijos de mis amigos que obedeciendo la moda, ahora se dirigen con el vocablo “tío” a todo amigo de sus padres. ¿Esto es bueno o malo? es lo que se usa. Se viven tiempos en los que resulta imposible mantenerse alejados de las modas, con todo y que algunas de ellas se enfrentan incluso a la razón: ¿sobrinos perrunos? Pareciera que tras de estos modismos existen posturas de alguna manera “clasistas”, notemos como desde hace buen tiempo los sectores sociales pudientes, sobre todo del sector femenino habla con una cierta melódica entonación: “o sea ves”; la elasticidad de nuestro infinito lenguaje nos permite jugar con estas expresiones en muchas de las veces manoseadas y confusas de sentido, frases trilladas y sin vida: la palabra “guey” es una de las más usadas por los jóvenes del siglo XXI, pero esta considerada como una “pomposidad burguesa”. Si a esto sumamos la abultada contracción del lenguaje que se ha generado en la comunicación por internet, comunicación que ha reducido el lenguaje a silabas y signos: “se comió un buen…” podemos asegurar que estamos ante un fenómeno ofuscador de la inteligencia que termina por anestesiar el cerebro; pongo por ejemplo ese animo febril de humanizar a los perros, se recomienda ahora llevarlos incluso periódicamente al psicólogo para que su estado emocional sea el adecuado.Recordemos lo que dice la conseja popular: decir muchas mentiras implica el riesgo de creerlas. Es indudable que para los seres humanos es más importante lo que se habla que los que se ve, por lo que decir: tengo un “sobrino perro” y soy tío del hijo de mi amigo, me puede llegar a confundir.El asunto no es descalificar estas modas semánticas, pero si advertir que ciertas costumbres no se consideran ni como aciertos ni como errores pero dejan consecuencias, para el caso de los “tíos prolíficos” quizás una de esa consecuencias sea la tergiversación de valores ¿quien me asegura que la saberme el tío mas prolífico del país no me convierta en egocrata con todas los avatares que esta condición arrastraría? Quizás, solo quizás, en el fondo detrás de este tipo de modas que se practican pero no se entienden exista un cierto tipo de protagonismo, una manera de evadir la anonimia, complejo moderno.Podemos y debemos admirar el orden de la naturaleza, tan mágico tan equilibrado tan armónico pero evitar promover lo que va en contra de ella; por más fieles y cariñosos que sean los perros seguirán siendo animales, que por cierto habrá que cuidar y nunca maltratar, pero de ahí a bautizarlos protocolariamente dista un universo. Asocio este tema con la genial perogrullada del sabio y filosofo griego Parmenides que dice: “lo que es, es pues lo que existe, existe y lo que no existe, no existe. “Salud sobrinos”.