Sony Records ha lanzado al mercado una nueva grabación del pianista chino Lang Lang, titulada “Lang Lang in Paris”, que recoge la interpretación de los cuatro "scherzi" de Chopin, así como de “Las Estaciones” de Chaikovski. Se trata —según explica la disquera— del registro en estudio de las obras que formaron parte del recital que el mismo pianista ofreció previamente en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles.Este disco confirma que el estilo interpretativo de Lang Lang se encuentra más que consolidado y que, por lo tanto, será muy difícil que en lo sucesivo se aleje de la artificiosidad con la que impregna en menor o mayor medida las ejecuciones que realiza, rasgo que va muy de acuerdo a las demandas de la industria musical actual y que ha servido para favorecer su promoción, orientada a alcanzar su aceptación masiva, perfilándole como un símbolo.Bastará con referir en cierto detalle la interpretación de los trabajos de Chopin, en la que de inmediato relucen dos atributos principales: la preocupación por realizar una exhibición de agilidad —empleada casi de manera inocente— en los pasajes vivos y el exagerado uso del rubato en los pasajes más lentos, que resulta presuntuoso y que llega a alterar la distribución métrica de varios enunciados melódicos. Además, varios adornos son tocados tan lento que cambian su función, se hacen oír injustificables acentos dinámicos y agógicos o se destacan notas irrelevantes, mientras que se pasa por alto realzar el contenido musical de interés que se encuentra en las voces intermedias.Roland Barthes (1915-1980) analizó este tipo de fenómeno, que obviamente no es exclusivo de la música ni del pianista aquí referido, sino que es consecuencia de las exigencias de un contexto ideológico (la inducción al consumo en este caso). Barthes explicaba que estos nocivos amaneramientos estéticos no eran más que “señuelos de sentido”, que sobrecargaban inútilmente el significado original del mensaje, volviéndolo nulo.De esta manera, Lang Lang llega a deformar la comprensión del mensaje musical, haciendo ineficaces las intenciones del autor, puesto que los elementos de su música son puestos al servicio de una nueva intención, la suya, que apunta a hacer sonar la música de manera que se acerque a los requisitos que los imaginarios han querido reconocer como propios del virtuosismo pianístico. En este caso, cada scherzo puede seguir creando emociones, pero no de la manera ni con la intensidad con las que su autor planeó. Es la diferencia con las simulaciones.