Por Xavier Toscano G. De Quevedo¿Cuál será la distancia exacta entre la orilla donde llega ya apacible la última ola en nuestras costas del Golfo de México, y de igual forma en el litoral de España?De lo que sí estamos seguros es que hablamos de muchas miles de millas náuticas, que precisamente hace más de 500 años (12 de octubre de 1492) necesitó navegar Cristóbal Colón, en un mar por entonces desconocido, y así descubrir “El Nuevo Continente”.Hoy, a más de cinco siglos de distancia, ésta se ha ido encogiendo: primero en horas, por los adelantos en la ingeniería aeronáutica que le ha permitido al hombre surcar el espacio en tiempos que hace sesenta años no eran imaginables, y hoy gracias a los conocimientos e inteligencia de los genios de esta época, ya solamente necesitamos de unos cuantos segundos para estar en donde nos plazca, y estar al tanto, de cualquier suceso que nos interese.Pero no obstante a los extraordinarios avances tecnológicos, lo que no se ha logrado —y nunca lo conseguirá ningún sabio— es detener la marcha del tiempo. Así, en la vida es un hecho inexorable que todo tiene principio y fin, y con los festejos del pasado domingo 16 del presente en las plazas de Madrid —postergado por razones climatológicas— y Zaragoza, prácticamente se puso fin a la temporada taurina en el “Viejo Continente”, en la que vimos la participación de varios de nuestros toreros.Con grande ilusión, esperanzado de conseguir buenos resultados y mostrando una férrea decisión, advertimos con beneplácito, como cumplió impecablemente bien con todos sus compromisos de novillero Luis David Adame, sabedor de que llegaría a la meta soñada por todos los jóvenes que adoptan —“libre y voluntariamente”— esta difícil y dura profesión; la alternativa que lo convirtió en un “Matador de Toros”, ¡atención, de que dije Toros! esperando que nunca lo olvide.“Joselito”, hermano mayor de los Adame, también recorrió la geografía taurina española con resultados muy plausibles, pero sin olvidarnos del “tache mayúsculo” por negarse en ir a Madrid, contexto que se vio reflejado duramente en una depreciación que afectó el animo de algunos empresarios españoles. Debemos igualmente reconocer el buen momento por el que cruza el hidrocálido Leo Valadez, que reveló grandes intenciones por adquirir un lugar importante entre los novilleros que batallan en la Península Ibérica. Y finalmente al último —mejor dicho, menor— de la dinastía Adame, Alejandro, quien seguramente en la próxima temporada, incursionará en las filas de los novilleros. De los demás coletas que fueron “disque” para intentar algo, mejor ni acordarse.Hoy ha llegado la fase del arqueo, de poner en una balanza lo que se hizo, de repasar los logros y no ocultar los fracasos —labor exclusiva de la que se encargarán los “nefastos taurinitos”— y pensar cuáles serán las metas para el año venidero: ¿qué incertidumbre? pero con qué ilusión estaremos soñando en una nueva temporada para los toreros nacionales.Pero en tanto llega la ansiada fecha, aquí en nuestro país veremos qué sucede —o cómo se las gastarán— durante los próximos meses, esperanzados —alucinación inverosímil— de que algún día se logre transitar por el camino verdadero; el que comanda su majestad El Toro Bravo.