En esta colaboración, con nostalgia pero feliz daré a conocer a mis amigos lectores las impresiones que en mi mente tengo gravadas de un recorrido realizado en compañía de mi esposa por la región geográfica donde viven los cóndores y las águilas, vagan en la soledad de los picos nevados los guanacos, las llamas y las vicuñas y se contemplan los escenarios geográficos más sorprendentes en las grandes alturas de la cordillera de los Andes en Perú. Caminábamos por arriba de las nubes a 5 mil metros de altura, en un mundo por encima del mundo y en ese recorrido entre barrancas profundas y empinadas mesetas, donde poca gente llega tan alto como la cumbre de los Andes, de pronto con otros contrastes y caprichos de la naturaleza encontramos amplios valles, suaves valles andinos, para que usted se sature de calma y belleza, regiones de riqueza agrícola donde la papa, la cebada, el maíz, el trigo y la fruta se dan en abundancia de ahí que desde la época prehispánica se fundaran pueblos como Jauja, Ocopa, y Huancayo que es un lugar tranquilo y apacible en donde su mercado dominical atrae a todos los indígenas andícolas que viven entre las nubes y que recurren a la feria del domingo. Esta población se ha convertido en un grato lugar de descanso y para los turistas un centro de observación del vestuario y costumbres indígenas y aquí llegue a donde quería llegar en este artículo pues a pesar de que en ese lugar se conoce una gran variedad de maíz, los lugareños no lo utilizan para elaborar las tortillas que nosotros llamamos “hechas a mano” ni en Ocopa ni en Jauja se conocen, no hay tortillas solo se come pan ¿las razones? A continuación se las doy a conocer: Realizar trabajos físicos en la imponente majestuosidad de los picos helados cubiertos de nieve no permiten realizar actividades normales como los de un habitante d e las partes bajas o de la costa por los trastornos orgánicos que provoca, entre ellos el llamado soroche o mal de las alturas, por eso los indígenas cordilleranos para fin de aguantar esas alturas y el esfuerzo que se realiza en el trabajo diario mastican constantemente hojas de la planta de coca lo que hace que los nervios y los sentidos se emboten. Y ahora estimados amigos ¿se han puesto a pensar en el esfuerzo físico que se hace al tortear? Desde recoger la leña si la hay, prender el fuego en el comal, poner el nixtamal, moler el maíz ya cocido, pasarlo al lugar donde se tortea, hacer el testal y tortear ¿no le ha dado curiosidad saber cuantos golpes con la mano y el movimiento de la muñeca se le dan para hacer la tortilla? Ya cocidas pasarlas al tompeate donde se guarda lo torteado y eso una y otra vez hasta 50 veces para obtener todas las que se ocupan en la familia de ahí que tomar alimentos en la imponente majestuosidad de los picos helados cubiertos de nieve resulta un trabajo extenuante para una mujer de ahí que mejor prefieren comer chuño o sea papas deshidratadas que comer tortillas. Y ya para completar el paisaje y costumbres de la población de Jauja zona que “habla del silencio y la elocuencia de la naturaleza” veamos lo que en una ocasión dijo el poeta mexicano Manuel M. Flores: Apenas se siente cruzar el ambiente la brisa fugaz. Ni canto, ni ruido, ni eco perdido del mundo dormido perturban la paz.