Las olas de indignación de las sociedades en contra de sus clases gobernantes, sus políticas a favor de los más poderosos, de las desigualdades y de las injusticias, no cesan en el mundo.Desde el levantamiento de los pueblos indígenas de Chiapas en 1994, hasta la fecha, en decenas de países se observan poderosos movimientos de protesta contra del orden establecido, las políticas neoliberales de libre comercio y privatización; contra las dictaduras o democracias que funcionan como Estados de excepción.La reciente oleada de indignación produjo la Primavera Árabe, los indignados españoles, portugueses y la ocupación de cientos de plazas públicas en Estados Unidos con el movimiento Occupy Wall Street.Hoy mismo en América Latina esta ola de indignación de los de abajo contra los de arriba se mueve por distintas geografías: desde las protestas electorales por presunto fraude electoral en la provincia de Tucumán, Argentina, hasta la indignación en México por la impunidad para el Presidente Enrique Peña Nieto por el tema de la Casa Blanca.En este momento las movilizaciones más importantes ocurren en Ecuador y en Guatemala, en contra de sus respectivos presidentes, aunque el primer gobierno sea progresista y el segundo conservador.En Ecuador gobierna desde hace ocho años Rafael Correa, un presidente que llegó al poder gracias a un ciclo de movilizaciones populares, especialmente indígenas y campesinas. Su llegada a la presidencia abrió una puerta de esperanza para un cambio social profundo por la vía electoral. Pero tras tres periodos de Gobierno y su deseo de cambiar la constitución para reelegirse en 2017, ha traicionado las esperanzas de las mayorías que lo llevaron al poder. Desde el pasado 2 de agosto decenas de organizaciones sociales ecuatorianas, encabezadas por las confederaciones indígenas, arrancaron una marcha nacional para cuestionar diversas decisiones y políticas de Correa. El cuestionamiento central es que Correa está impulsando las mismas políticas de extracción de recursos petroleros, mineros y otros, para beneficio de corporaciones privadas. La protesta indígena popular en Ecuador ha sido no sólo cuestionada sino reprimida con dureza por la Policía y el Ejército ecuatoriano, como antes en los gobiernos de derecha.En Guatemala la movilización tiene como punto de confluencia la develación de que toda la actual cúpula gobernante está embarrada de corrupción. El descubrimiento de que opera un grupo de altos funcionarios llamada La Línea, en una trama de corrupción en distintas dependencias del Gobierno guatemalteco, como aduanas y el Seguro Social, ha sacado a las calles a cientos de miles de personas. La ola de indignación en Guatemala logró que renunciara a su cargo la vicepresidenta Roxana Baldetti para ser juzgada por cargos de corrupción. Ahora la ola de indignación se centra en el presidente Otto Pérez Molina, a quien ya la Corte Suprema de Justicia determinó dar trámite a la solicitud de antejuicio, a quien el Ministerio Público y un organismo anticorrupción de la ONU, lo vinculan como el líder de la estructura La Línea. Las olas de indignación no cesan, siguen creciendo y son síntomas de un malestar profundo en contra del actual sistema social y político en el mundo entero.