La meritocracia sustentada en el individualismo ha sido un motor moral para el fortalecimiento de las sociedades liberales. La suma del bienestar individual es el bienestar de la sociedad pregonaban los utilitaristas. El predominio del valor del mérito personal sobre la solidaridad ha generado mecanismos que propician la desigualdad, mientas la decisión del Estado como el ente capaz de regular y equilibrar las distorsiones de ha ido menguando, mientras que su fuerza para controlar los individuos crece con el desarrollo de la tecnología, el miedo al terrorismo y la necesidad de certidumbre de las personas. Quizá una de las fuerzas que parecen emerger detrás de la nueva administración en los Estados Unidos es una versión reforzada de la meritocracia radical que ve en los procedimientos de la empresa y del mercado, la solución a las distorsiones aparentes de la política. El enfoque a los resultados y la concentración en los procedimientos provoca una visión mucho más materialista capaz de medir cada cosa y cada proceso, al grado de afirmar que lo que no se mide no existe. Resulta interesante el análisis de la mentalidad de los principales actores políticos de la nueva administración estadounidense para tratar de entender sus intenciones y procedimientos. Al fin de cuentas habrá un cambio sustantivo en las relaciones internacionales de nuestros vecinos.Esto puede implicar nuevas ideas en materia de seguridad global, seguridad nacional y seguridad interior, y puede suponer presiones para que las naciones refuercen o cambien sus roles en el mundo. Ese criterio meritocrático parece estar detrás de las declaraciones de Trump llamado a fortalecer la capacidad nuclear de su país, y en las amenazas desde la campaña en las que esgrimía que las naciones de Asia y Europa deben pagar más por su seguridad, lo que supone que los Estados Unidos debería exigirles más por su papel de salvaguarda de la seguridad internacional. Este enfoque a los resultados medibles en poder y dinero parece fortalecerse con la llegada de hombres hechos en la práctica corporativa que carecen de experiencia política y de formación diplomática. Esto además de los procedimientos mediante los cuales la nueva administración ha decidido comunicar sus decisiones, que se saltan al establecimiento de medios de comunicación masiva, para establecer mensajes directos y genéricos, llamados a ser provocadores, indeterminados, son mecanismos que crean expectativas. Hasta ahora este mecanismo ha sido muy eficaz al pasar por encima de todos los canales y obligar a los medios tradicionales a seguir la agenda marcada en la quinta avenida de Nueva York. Habrá que ver si esto continúa en la administración a partir del 20 de enero.Lo que se puede apreciar hasta ahora es que la meritocracia individualista, podría desmantelar muchos de los mecanismos de compensación social, fiscal y diplomáticos, que han servido en los últimos años como contrapesos a los desequilibrios y la desigualdad. Para México supone un esfuerzo extraordinario para saber entender las intenciones de los cambios que se han propuesto y colocarse en una posición capaz de sacar ventaja a una etapa de transformación.
