Martes, 14 de Octubre 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Generoso, libre y laico

Por: Guadalupe Morfín

Hace 50 años murió Efraín González Luna, co-fundador del Partido Acción Nacional (PAN) con su gran amigo Manuel Gómez Morin. No debería preocuparme la suerte del PAN dado que no soy militante, pero no es cierto: sí nos debería interesar como ciudadanos lo que se vive dentro de los distintos institutos políticos que reciben cuantiosa parte del dinero público para jugar a la política “por la buena” (si esa es la vía buena, ¿cómo estará la mala?). Me importa, además, lo que pasa en el PAN, porque a Efraín lo amó incondicionalmente su esposa, una mujer poco común, hermana de mi papá.

Amparo Morfín González tenía un fino sentido del humor y buen sentido práctico. Con el primero sonreía discretamente para sí cuando los hombres poderosos de Jalisco visitaban a escondidas a su marido de noche, para hacerle consultas jurídicas. Entraban a la biblioteca sigilosos. “Venían a la Nicodemus”, contaba años después. Efraín dispensaba sus conocimientos a quien se lo pidiera. La jerarquía de la Iglesia católica, el PRI de entonces –más omnipresente que el de hoy–, y el poder económico local, recibieron sus consejos. Era un espíritu generoso.

El sentido práctico de Amparo se veía en su disposición a madrugar durante años para levantar de la banqueta los montones de papeles calumniosos con que cierta ultraderecha universitaria tapizaba el exterior de su domicilio. “Para no mortificar a Efraín”, decía. En el silencio que guardó ante las difamaciones, González Luna se pareció a Teresa de Ávila, cuando se le quiso acusar ante la Inquisición. Hay acusaciones tan retorcidas que no merecen ninguna respuesta, decía la monja reformadora. Efraín guardó silencio hasta su muerte ante las vilezas. Era también un espíritu elegante.

Me sorprendió saberlo traductor del Ulises de Joyce. Sólo un espíritu libre haría hablar a Leopold Bloom y sus amigos, en la intensa jornada que pasan por Dublín en la obra del escritor irlandés. No imagino a yunques y “dhiacos”, extrañamente aceptados en el PAN, en diálogo con esa libertad. Lo de Efraín era la luz, no la oscuridad de las sociedades secretas.

En mi casa paterna (ahora sólo materna) quedan huellas de su intercambio literario con su cuñado menor. Ahí, y en su propia biblioteca, pude abrevar de su constelación de amistades perdurables: Paul Claudel (a quien también tradujo), Jacques Maritain y Raïsa, Pieter Van der Meer de Walcheren, Leon Bloy, Georges Bernanos y otros. A las amistades que en el PAN le sobreviven, les pediría honraran su legado de demócrata. Era un hombre que entendía las razones de separar Iglesia-Estado, un espíritu laico.

Y un convencido de principios cívicos fundamentales, de valores constitucionales que el PAN en el poder, y en su acotado co-Gobierno, no siempre practicó contundentemente. Él, don Manuel, los Estrada, Preciado, Christlieb, y otros, nos regalaron anhelos de democracia. Pero ¿quién soy yo para pedir nada a un partido al que no pertenezco?

 

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones