Con la partida de Flavio Romero de Velasco (Ameca, 1925) se va también la memoria de una época muy compleja del Estado de Jalisco. Para muchos Flavio Romero es el gobernador (1977-1983) de la mano dura, el que metió en cintura a la Guadalajara convulsa de los años setenta; para otros es el gobernador de la represión, dependiendo de qué lado de la historia se sitúe cada quién.Antes de ser gobernador Flavio Romero fue tres veces diputado federal por Jalisco, pero su carrera política estuvo siempre vinculada al poder central y al PRI nacional. Cuando llegó a Jalisco primero como candidato y luego como gobernador, se encontró un Estado convulso: las guerrillas urbanas de los años setenta y la pugna por el control político de la Universidad de Guadalajara habían dejado una estela de violencia e impunidad. Los índices de violencia eran escalofriantes y los asesinatos en las calles de Guadalajara estaban a la orden del día. Era una violencia distinta a la que vivimos ahora, pero no menos cruel: tocar la bocina a un auto estacionado en doble fila o tener un incidente de tráfico menor podía significar la muerte en esa especie de tómbola de violencia que vivía la ciudad. Nunca sabías si el auto sin placas que estaba frente a ti era de la Dirección Federal de Seguridad (DFS); de la Judicial del Estado; de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG); de la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER) o hasta de la Federación de Estudiantes de Jalisco (FEJ) también llamados “Los Tecos”, lo único cierto es que todos se sentían con derecho a circular sin placas y a usar las armas a la menor provocación, en una especie de ley de la selva donde la vida no sólo valía muy poco, sino que la impunidad era moneda de cambio.A su estilo, Romero de Velasco los metió en orden a todos: corrió a los policías secretos de la Dirección Federal de Seguridad, desarmó a la FER y metió en orden a FEG y FEJ. Hizo las primeras campañas de despistolización a partir de retenes callejeros (en aquel entonces no existían grupos de defensa de los Derechos Humanos y la oposición era un PAN incipiente que apenas lograba algunas diputaciones) y se enfrentó a los cacicazgos políticos del Estado. Cuenta la leyenda que incluso cacheteó en público y corrió de Jalisco al hijo de un prominente político que, aprovechando su “charola” de la Dirección Federal de Seguridad, realizaba secuestros de fin de semana, el antecedente de lo que hoy serían los secuestros exprés.Su detención y encarcelamiento por 30 meses en un penal de alta seguridad en 1998 es uno de los episodios más extraños de la política jalisciense. Fue acusado de complicidad por lavado de dinero, pero de las más de 800 fojas del expediente sólo se mencionaba al ex gobernador de manera colateral en las diez últimas páginas y no relacionado con el lavado de dinero sino vinculado a un personaje secundario dedicado a la estafa. Su detención, sin embargo, fue boletinada directamente por comunicación social de Los Pinos y el trato que se le dio fue de delincuencia organizada. Hubo en aquella detención una saña pocas veces vista.Descanse en paz.