Jueves, 15 de Mayo 2025

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El otro pan: el rescate cultural

Por: María Palomar

El otro pan: el rescate cultural

El otro pan: el rescate cultural

Cuatro días después de los horrores del 13 de noviembre de 2015 en París y luego de haber declarado ante el Congreso, la víspera, que Francia está en guerra contra la barbarie islamofascista, el presidente Hollande habló en la sede de la UNESCO acerca de la protección y el rescate de los bienes culturales en riesgo de destrucción o robo por las mismas hordas de salvajes. Porque la persona es también su memoria y su pasado, y lo que ahora ocurre en el Oriente Próximo es un genocidio que abarca los bienes culturales. Y porque con la comida no se juega, ni con la del cuerpo ni con la del alma. Y menos en tiempo de guerra.

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En el septuagésimo aniversario de la UNESCO estaba ya programada, por supuesto, la intervención del jefe del Estado sede del organismo. Y ya que Francia es un país donde en general no se gobierna a punta de ocurrencias o improvisaciones (como pudo verse con los cuerpos de seguridad del Estado), el discurso del presidente, además del inevitable tono de emergencia del momento, tuvo bases sólidas y propuestas concretas.  Meses atrás se había pedido al director del museo del Louvre, Jean-Luc Martínez, redactar un documento acerca de las medidas necesarias para frenar y revertir la destrucción de bienes culturales y para evitar su compraventa en el mercado negro, que ha sido una de las fuentes importantes de recursos de los salvajes. Según el estudio, “el tráfico ilícito de bienes culturales está en tercer o cuarto lugar entre los tráficos prohibidos, como el de armas o drogas”.

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Entre las cincuenta medidas que propone el sector cultural francés están las siguientes: 1) seguir consignando ante el tribunal de La Haya y persiguiendo como crímenes de guerra los atentados contra el patrimonio cultural, 2) crear un fondo internacional para la protección de monumentos y obras en riesgo, 3) establecer en los museos de los países civilizados el “derecho de asilo” para los acervos de los museos amenazados por los bárbaros, 4) reforzar los controles aduanales y denunciar y suprimir los “puertos libres” donde se trafica con bienes culturales, 5) endurecer las sanciones contra ese tráfico y equipararlo legalmente con el blanqueo del dinero de las drogas o la trata de personas, 6) conservar la memoria exacta de los monumentos y objetos arqueológicos y artísticos mediante un colosal trabajo de documentación (catalogación, cartografía, digitalización en tercera dimensión, etc.), 7) acoger en las instituciones culturales a los expertos y estudiantes de los países en riesgo, 8) honrar a los héroes de la defensa del patrimonio (se proyecta construir un monumento en las Tullerías). En las próximas semanas seguirán trabajando en París los especialistas y los profesionales del mercado del arte para formular propuestas legislativas que puedan ser adoptadas tanto en el ámbito francés como en el europeo, y con suerte también en la ONU.

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Porque como dijo el jefe de Estado, “Francia es y seguirá siendo un país abierto, abierto a todas las artes, a todas las músicas, a todas las creaciones, a todos los públicos... No renunciaremos a nada”.

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