Ninguna generalización es justa. Lo sé. Los matices son el alma del análisis, son la justa dimensión de las cosas. Sin embargo, tampoco podemos negar que muchas veces la generalización no sólo es necesaria, sino indispensable. La generalización nos da pistas sobre el agotamiento o la crisis que vive una institución. Los presidentes municipales de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) son reflejo de esa crisis de proyecto que afecta a la clase política y a los partidos políticos. Tres años con muy poco que rescatar a nivel municipal, las cosas siguen igual o casi igual que cuando llegaron.Es impactante darnos cuenta que en el periodo 2012 a 2015 prácticamente nada positivo se movió. Revisar los datos de Jalisco Cómo Vamos, a nivel de municipios, es darnos cuenta de que los alcaldes de Guadalajara, Zapopan, Tlajomulco, Tlaquepaque y Tonalá no pudieron modificar la percepción que tienen los ciudadanos sobre casi ninguno de los retos que enfrenta el municipio. En 2012, la inseguridad es lo que más preocupa a los ciudadanos; en 2015, la percepción de los ciudadanos no se mueve ni un ápice. En 2012, la corrupción emergía como un problema que preocupaba y mucho a los ciudadanos, hoy en 2015 es ya una realidad, y posiblemente una explicación de los resultados de junio de 2015. Ni en servicios, ni en satisfacción con los gobiernos, la opinión de la ciudadanía se movió. Una obra aquí y otra obra por allá, un buen discurso y hasta algún buen programa, pero la realidad es que los alcaldes hicieron muy poco para los más de 15 mil millones de pesos que reciben de presupuesto los gobiernos de la ciudad anualmente. 45 mil millones de pesos en un trienio, y lo indignante, es que no podemos hablar de ningún cambio sustancial en ningún área de la administración pública.Lo vimos en los informes de los alcaldes, un recital de números sin contexto, ni una sola palabra que detonara sensibilidad con el momento que viven los ciudadanos. No digo autocrítica, los informes no son ni nunca serán eso, no es su naturaleza. Es de extrañarse que Ramiro Hernández no sea capaz de acordarse de la corrupción que afectó desde el primer día a su administración y la apuesta, que no ha sido rentable, de privatizar todo lo que es privatizable; qué Héctor Robles no puede decir una palabra para explicar que llegó al tercer municipio con más desigualdad de Jalisco y que se va dejando a Zapopan en el mismo tercer puesto y como una de las demarcaciones más asimétricas que existen en todo el país; Ismael del Toro no deseó acorarse de los más de 150 mil habitantes de Tlajomulco que viven en la pobreza y sin servicios de calidad. Y qué decir de Jorge Arana, activo contribuyente al desastre administrativo y de gestión que es hoy Tonalá, y lo que nos recuerda que una cuarta parte ni siquiera tiene para hacer tres comidas al día. Tlaquepaque, ni una sola palabra de un municipio en donde 42% de su población se siente amenazada por los delincuentes, y 11% fue víctima de algún delito en los últimos 12 meses. Ni siquiera se interesaron en revisar los datos del observatorio ciudadano.Sabemos que los informes no sirven para nada. Ya hasta cansa decirlo. Lo que no sobra decir a 15 días de que entren las próximas autoridades municipales, es que cada día es más difícil recuperar el tiempo perdido. Llevamos décadas esperando administraciones que recuperen la vocación transformadora del municipio y que apuesten por proyectos ambiciosos. Dirán que no, pero todos los estudios demoscópicos, las encuestas y las investigaciones apuntan a que los alcaldes metropolitanos que se van están reprobados. El fracaso es indiscutible, la ciudad está igual o peor que hace tres años. Esa debería ser el único criterio de su labor.