Jueves, 18 de Abril 2024

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El canto de la Primavera

Por: Martín Casillas de Alba

El canto de la Primavera

El canto de la Primavera

Qué tiene la primavera que nos dan ganas de cantar como los pajes del duque que estaba exilado en el bosque de Arden el día que veían florecer la tierra, diciendo: ‘Era un amante y su chica cruzando el verde trigal. Hacía buen tiempo y encantados, oían el canto de los pájaros…’, tal como lo leemos en la festiva comedia 'Como les guste' de Shakespeare, mientras que otros se acostaban sobre el campo de centeno y la vida estaba en su esplendor mientras los pájaros cantaban y ellos se soltaban la camisa al aire.

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La primavera llegó, como varios de mis amigos lo han señalado: hace calor durante el día y los pájaros que habían migrado en el otoño han regresado para anidar en estos rumbos donde los veo cómo se bañan temprano una vez que enciendo la fuente aunque sorpresivamente, en estos días, han caído las primeras lluvias.

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No estoy seguro si es el mismo ‘Pavarotti’ que me visitaba hace unos años y si era un Mirlo o un Cenzontle el que cantaba al atardecer. A lo mejor es su nieto(a), pero el hecho es que hace un par de días al atardecer oí un chiflido y salí a la terraza para responder con otro igual, buscándolo entre las ramas secas de la vieja Jacaranda que estaba concentrada en sus labores de parto de esas sus flores color plumbago.

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Pienso en esto que le llamaban en la Edad Media el ámbito como la distancia que había entre los extremos de las alas de un pájaro y, por extensión, lo que podía cubrir en un año el señor Feudal reconociendo su territorio. Desconozco la distancia que pueden viajar estos pájaros cuando nos abandonan en otoño para ir a buscar un mejor clima y los gusanos que necesitan para sobrevivir. Con esas alas pueden bajar al sur, rumbo al Pacífico, alrededor de la ciudad que le llamaban ‘la eterna Primavera’ y que ahora le dicen ‘la eterna Balacera’.

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Los pájaros van y vienen de manera estacional y, aunque, en estas latitudes el frío no es de llamar la atención, mucho menos si lo comparamos con el que hace en los países nórdicos-bajo-cero, de todas maneras migran para su sobrevivencia.

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Uno extraña la alharaca que hacen antes que salga el Sol, cuando se preparan para buscar su alimento y, ni hablar cuando es la plena primavera que tienen que alimentar a sus crías, pues, como bien dicen: The early bird catches the worm o El pájaro madrugador agarra al gusano y no como decían que sucedía en Navidad: ‘si el pájaro del alba cantaba por la noche, ningún espíritu podía andar errante…’

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Gerardo del Olmo L. y Emilio Roldán son autores de Aves comunes de la Ciudad de México (Bruja del Norte, 2007) que tenemos a la mano para reconocer las especies que nos visitan antes de meterse al agua clara del cuenco de la fuente, felices de bañarse ahí porque pueden pisan su base. Son gorriones, cenzontles norteños y uno que otro mirlo de primavera y nos regocijamos al verlos disfrutar, cautos y nerviosos, volteando de un lado para el otro antes de zambullirse y aletear con vigor para refrescarse para seguir recorriendo los alrededores, para que ahora, tomen los materiales que necesitan para tejer sus nidos y estar listos para empollar a sus crías.

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Por la tarde, antes de irnos a dormir, aquel que le digo ‘Pavarotti’ canta su melodía repetitiva que emulo, como respuesta, con un chiflido —que a veces no sale tan bien como quisiera— con el que platico y confirmo que todavía estamos vivos, poco antes que oscurezca y que cada quien se vaya a soñar, como esa noche lo hice, mismo que todavía recuerdo y disfruto.

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