Toda nación carga su pasado. Todo haber histórico tiene momentos de gloria y de vergüenza. Pero no todos se han podido conciliar con su pasado negro. Es muy fácil recordar solo los buenos momentos escondiendo los malos, soltando a volar la imaginación; y eso convertirlo en la historia oficial para el consumo de las masas ignorantes. Pero no sirve. Quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo, es una idea certísima tratándose de momentos oscuros.Alemania es un ejemplo de como se deben de hacer esas cosas. Tan solo unas décadas después de la barbarie que cometieron, tras un periodo de una autocensura vergonzante, han asumido plenamente su culpa y no dejan de recordar sus monstruosidades. Yo fui testigo de esa censura. Como estudiante de primaria y secundaria de un colegio alemán, a lo mucho en las clases de historia se decía quién había ganado la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, quien perdido y como Alemania quedó dividida luego de la última. Punto. Las palabras Fürer, Hitler o nazi estaban prohibidas. Y se entiende esa vergüenza y algunas de actitudes poco amistosas y hasta discriminatorias, —muchos de los abuelos u otros parientes de los alumnos de ascendencia alemana fueron nazis o permitieron la tragedia—, pero como ya se dijo y se reconoció después, no conviene olvidar las miserias. Por supuesto del holocausto nada. Yo me enteré de oídas y en la biblioteca de mis padres de la “solución final”. Los maduros alemanes de hoy están decididos a reconocer sus faltas y no ser jamás lo que fueron. Por eso revivieron su historia. Un ejemplo reciente de la sana tendencia: luego de estar prohibido desde el final de la Segunda Guerra Mundial el libro de Adolf Hitler “Mi Lucha”, ha sido publicada con un enorme éxito editorial, una versión aderezada con 3500 notas críticas e históricas a decir del New York Times.Estados Unidos es por el contrario un ejemplo de cómo no querer entender su pasado —por desgracia tan ligado al nuestro—. A los norteamericanos no les interesa conciliarse con su pasado a pesar de sus dagas centenarias. Siguen invadiendo países y metiéndose con medio mundo. Y como lo indiqué la semana pasada, ahora quieren con Donald Trump fortalecer su pasado mercantilista más nefasto. “Hacer a América grande nuevo” significa el regreso a su pasado más xenofóbico, discriminador y ladrón. Vamos, ni siquiera sus críticos internos más furibundos como el sobrevaluado Michael Moore tocan el hurto de la mitad de nuestro territorio ni con el pétalo de una rosa. Su falta de memoria histórica es la razón de Trump.Hay dos películas en Netflix que explican la diferencia de su entendimiento histórico. “Ha Vuelto” basada en un best seller donde resucita Hitler. Es una película que advierte. La otra el Álamo, está basada en la historia oficial gringa. Al ver esta última no sabía si reír o llorar de tanta falsedad y cinismo: promueve la mentira. Ahí el resultado. Vea las dos y compare.
