Viernes, 24 de Octubre 2025

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Diversión no es igual a velocidad

Por: Sergio Oliveira

Diversión no es igual a velocidad

Diversión no es igual a velocidad

En  diciembre de1955, Walker Williams, Vicepresidente de Ventas de Ford Motor Company, recibió una llamada muy fuerte de parte de Harlow Curtice, cabeza de General Motors. GM estaba muy enojada porque Ford se estaba atreviendo a comercializar sus autos con el argumento de la seguridad como gancho. Y los autos, según ellos, debían venderse por diseño, emoción, velocidad. GM quería la cabeza del autor de la idea de vender seguridad: Robert S. McNamara. Era una época en la que GM era tan poderosa, que se rumoraba que si se decidiera bajar los precios de sus autos 50 dólares, mandaría a la quiebra a Ford y a Chrysler. Así que, rivales o no, había que escuchar con atención la “orden” del enemigo. La interesante anécdota, parte del libro “Unsafe at any speed” (Inseguro a cualquier velocidad), escrito por el abogado Ralph Nader —quien más tarde llegaría incluso a ser candidato a la presidencia de Estados Unidos— muestra lo que hasta hoy es una regla no escrita de la industria: lo que se vende es emoción, no seguridad. Diseñado para ser un medio de transporte más eficiente que los caballos, el automóvil cambió su función original y creó una enorme legión de fanáticos alrededor del mundo, además de servir para otras cosas, como símbolo social, por ejemplo. Y dentro de los entusiastas del automóvil entre los cuales nos encontramos el que escribe y el que lee este texto, hay autos que nos producen alegría al conducirlo, al igual que otros que son la cura perfecta para el insomnio. Sin embargo no hay que confundir diversión con velocidad, que para la mayoría de los humanos que no somos pilotos de carreras, están muy separadas.


Casi todos conducen y prefieren autos aburridos. Lo que quieren es un medio de locomoción cómodo y confiable. Si puede ser bonito, es ganancia. Si proporciona estatus, un plus. Si está de moda, qué mejor.


Toyota es el ejemplo máximo de la comprensión de este tipo de clientes. Producir autos confiables, con diseño de fácil digestión, buen servicio en sus distribuidores y un precio razonable, la llevó a ser el mayor fabricante del mundo.


En manos inexpertas, un auto muy rápido no es nada divertido. De hecho puede ser asustador y siempre es muy, muy peligroso. Y no lo digo por la velocidad en sí, sino por la dificultad que representa controlar algunos de ellos incluso en velocidades consideradas normales.


Casi siempre un auto que produce placer de conducir, lo hace por la precisión de sus sistemas, no por su velocidad. Dirección, suspensión y caja de cambios responden con mayor presteza a los impulsos del conductor. Los dos primeros son más rígidos que en autos diseñados con el confort en mente, mientras que la transmisión tiene cambios más cortos, pensados más para desempeño que economía.

“Zoom-zoom”


El ejemplo con el que prácticamente todos los entusiastas del mundo están de acuerdo, es el Mazda Miata, o MX5. Todas las sensaciones de conducir están presentes. La dirección informa al piloto las condiciones del piso. La tracción en las ruedas traseras obliga a entrar en las curvas con el pie en el acelerador, lo que no significa que se pise a fondo. Para la inmensa mayoría, este pequeño japonés con sólo 158 HP, es mucho más divertido de conducirse que un Porsche 911 Turbo, que exige un nivel de pericia muy superior al que tenemos casi todos.


En lo particular, me divierto mucho más en un VW Polo GTI con caja automática que con su hermano más famoso, grande, pesado y algo burgués, el Golf GTI, que es más rápido, pero no transmite tantas sensaciones como el pequeño Polo.


No hay que olvidar que la potencia es buena y bienvenida. Ella nos permite entrar más velozmente a una vía rápida, a la que es peligroso entrar lentamente. También nos puede librar de accidentes en momentos de pérdida de control. Tener más potencia, no significa que tengas que usarla todo el tiempo. Es como un seguro, algo que es bueno tenerlo cuando lo necesitas.


Como analista de los autos y del mundo a su alrededor, cuando necesito dar una opinión sobre un determinado modelo, lo primero que indico es la seguridad, luego durabilidad, servicio, reventa, terminados, etcétera. Sólo cuando hay condiciones equivalentes, recomiendo el más divertido. Así que, cuando alguien me pregunta por un Mazda3, por ejemplo, recomiendo el 2.5 sobre todos los demás porque le gana a todos —en mi opinión— en la gran mayoría de los aspectos. Pero cuando la misma pregunta viene sobre un Mazda3 2.0, prefiero recomendar un aburrido Corolla, un nada excitante (en manejo) Elantra o un tedioso Civic sobre el aún divertido Mazda3, pese a su motor más chico. No es una cuestión de velocidad, sino de seguridad, porque el Mazda3 2.0 litros no tiene las seis bolsas de aire que ofrecen Corolla, Elantra o Civic, entre otros.


Sí, los fabricantes de autos aún nos venden potencia, diseño, glamour y diversión. Nada de esto está mal, cuando sabemos cómo usarlo. Pero no olvidemos que más vale tener un auto seguro a cualquier velocidad que al revés, como el Corvair del libro de Nader.
 

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