Martes, 20 de Mayo 2025

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Ciudad por televisión

Por: Juan Palomar

Ciudad por televisión

Ciudad por televisión

La potencia de la televisión es inmensa. Su penetración entre la población resulta amplísima, y el promedio de horas dedicado por cada habitante a ver sus programas y consumir sus mensajes es muy alto. Es, sin duda, el medio de comunicación más contundente, de mayor cobertura, y probablemente es el más flexible. Los políticos, por ejemplo, conocen bien sus alcances: de allí la terrible cascada de “spots” que cada temporada electoral genera sobre los inermes televidentes.

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Claro, los contenidos son de lo más disparejo. Van de lo deleznable, dañino y ramplón a lo instructivo e interesante, del entretenimiento útil a la abismal pérdida del precioso tiempo. Pero es una poderosísima herramienta. Para hacer consumir fuera de toda racionalidad a parte de la población, para establecer patrones de conducta favorables a ese consumo insaciable, machacar tonterías, lanzar modas… y, a veces, entretener provechosamente, informar con coherencia y educar al público.

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Es en este último sentido que la televisión, sujeta como está a ordenamientos oficiales, debería ser una consistente herramienta para la educación cívica, para hacer ciudad. Porque la problemática de las ciudades es inmensa, abarca una cantidad muy amplia de temas, requiere, para hacer frente a sus retos, una toma de conciencia permanente sobre múltiples aspectos que, entre todos, constituyen la vida en una comunidad urbana.

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Cuántos esfuerzos, encaminados por las autoridades de la ciudad, o por grupos o individuos de la sociedad civil, encuentran poco o nulo eco en la gente. Respetar leyes y reglamentos, velar por la ecología citadina, buscar una movilidad más sostenible, encarar grandes proyectos de promoción ciudadana: cuidar y reaprovechar el agua, racionalizar el trato con la basura, ahorrar energía, sanear y recuperar cuerpos hidráulicos, combatir la contaminación atmosférica, visual, auditiva; rehabilitar fincas abandonadas o subutilizadas, componer y embellecer la imagen urbana, preservar el patrimonio construido y vegetal, proteger el territorio, reconstruir y ampliar las banquetas, forestar intensivamente todos los contextos, inhibir el uso indiscriminado del coche, incentivar el uso de la bicicleta, la marcha a pie, el inteligente uso del transporte colectivo… la lista puede continuar largamente.

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Para cada uno de estos frentes existen los medios y el talento necesarios para formular y llevar adelante campañas televisivas, efectivas y medibles, que incidan eficazmente en la población, en sus modos de vida. En la realidad urbana. ¿Por qué no se hacen o solamente se llevan a cabo episódica y tímidamente? Por falta, en primer lugar, de voluntad política. Porque el duopolio que controla la televisión abierta tiene una agenda muy lejana a esto, que se reduce al final a la pura ganancia comercial. Por la ausencia de un auditorio que tome conciencia de la magnitud de la posibilidad que la televisión tendría para mejorar su vida cotidiana. Y que la exija.

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La ciudad por televisión tiene una capacidad incalculable para fomentar modos de vida, actuaciones y prácticas que, de inmediato, promoverían nuestros entornos urbanos. ¿Cuándo se utilizará este inapreciable recurso tecnológico y de comunicación para buscar alternativas y mejorar la vida de la ciudad?

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