¿Qué quiere decir que Jorge Humberto Higareda, dirigente de la Alianza de Camioneros, pueda declarar cosas tan bellas como que el aumento a siete pesos en el transporte es tan magro que implicará un servicio de aún más mala calidad? ¿Qué es “más mala calidad”? ¿Camiones de redilas? Las declaraciones de Higareda son prueba de que la figura del líder charro goza de perfecta salud. El señor tiene una lengua tan fina como “La Güera” Rodríguez Alcaine, ese “líder” obrero que acuñó la frase “Me dieron una hermana de usted, compañero” en respuesta a un reportero que preguntaba si le daban línea en el PRI. Higareda siente muy poco interés por lo que la opinión pública diga de su privado negocio de transporte público. “Si no tienen para el camión, que no se suban”, es lo que opina en torno al descontento sobre el aumento al transporte. Entonces hay que subir el precio porque el negocio no es negocio. ¿Qué tanto no es negocio el patético remedo de servicio de transporte colectivo que presta el señor? De acuerdo con los datos del Centro Estatal de Investigación de Vialidad y Transporte en su actualización de 2008, se realizaban 9.7 millones de viajes al día en Guadalajara, 29.2% de los mismos en transporte público, es decir, dos millones 832 mil 400 viajes diarios, que, multiplicados por seis pesos del costo actual del pasaje, nos dan 16 millones 994 mil 400 pesos. Los transportistas señalan que tienen un margen de utilidad de apenas 15%, es decir dos millones 550 mil pesos diarios o casi 900 millones de machacantes al año. Este dinero no ajusta para garantizar un sueldo digno para los choferes o para por lo menos proveerlos de baños (los señores pasan más de ocho horas en una ruta y no tienen acceso a un baño; ¿han de usar botellas de pet? ¿Bacinicas?), ni para garantizar el acceso de personas en sillas de ruedas, o por lo menos para que el servicio tenga una calidad mínima en la que la siguiente pregunta pueda ser respondida: ¿a qué hora pasa el camión? El cinismo de Higareda sólo es equiparable al de las autoridades: el secretario de Vialidad, Diego Monraz, dice que revocará rutas y acaba mandando un testaferro a la reunión para que vote a favor del aumento; Aristóteles Sandoval dice que no está de acuerdo con el aumento al precio mientras que los asientos del PRI en la Comisión de Tarifas, incluidos los alcaldes metropolitanos Héctor Vielma, Francisco Ayón y Antonio Mateos, votaron a favor del mismo. Aquí está pasando una de dos cosas: o el señor Aristóteles Sandoval no tiene control o capacidad de negociación ni siquiera con el alcalde interino que dejó en su lugar o el señor miente. Ya ni hablemos de los powerpoints que pretenden pasar por estudios sesudos que fundamenten este aumento a la tarifa basado en el contentillo y las negociaciones políticas. El nuevo PRI (porque este aumento está siendo negociado por el gobierno entrante tanto como el gobierno saliente) se comporta mucho como el PRI de la época de oro del cínico sindicalismo corporativo.