Lunes, 12 de Mayo 2025

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Ayotzinapa: una mirada a la guerra en México

Por: Rubén Martín

Ayotzinapa: una mirada a la guerra en México

Ayotzinapa: una mirada a la guerra en México

Ayotzinapa no es sólo una geografía y un calendario en la larga lista de masacres y violencia estatal contra los de abajo en México; es también un punto de quiebre en la época de barbarie que los mexicanos vivimos desde hace una década, cuando el infame Felipe Calderón desató la guerra con el pretexto del combate al crimen organizado.

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La masacre de Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014, donde se asesinó a seis personas y se desapareció a 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, fue un punto de quiebre porque desató la indignación de millones de personas en México y en varios países del mundo.

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Una de las consecuencias de la masacre de Iguala y las movilizaciones políticas en solidaridad con los normalistas es que reveló la guerra del Estado y el capital (legal e ilegal) que existe en México contra la mayoría de la población. Aunque el consenso liberal no la nombra así sino crisis de derechos humanos, “catástrofe de seguridad pública”, o Estado fallido. Y aunque oficialmente no se le llame guerra, no hay otro país en el mundo (salvo los que atraviesan conflictos armados convencionales) que tenga el número de muertos, heridos, desplazados, desaparecidos que tiene México. Aquí algunas cifras que apuntalan esta afirmación:

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— Asesinatos violentos durante el sexenio de Calderón: 132,065

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— Asesinatos violentos con Peña Nieto (hasta agosto de 2016): 78,109

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— Desaparecidos reconocidos oficialmente: 27,659

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— Desplazados internos: 287,358

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— Desplazados por la violencia:  1,648,387

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— Desplazados por megaproyectos: 170,000

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— Centroamericanos en tránsito desaparecidos o asesinados: 70,000 a 150,000

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Víctimas de la guerra en México: más de dos millones y medio

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Sólo para tener una perspectiva de comparación, entre 2007 y 2015 hubo más muertes violentas y desapariciones que las bajas civiles que ha ocasionado la invasión a Irak en 13 años.

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Las masivas movilizaciones de millones de mexicanos cuestionando el Estado por los crímenes de Iguala no son solamente una exigencia de justicia, sino también un cuestionamiento al orden imperante. La reacción de solidaridad que ese hecho violento generó en millones de mexicanos, dentro y fuera del país, ha cimbrado a la sociedad y ha abierto una grieta a la dominación política. Han sido 24 meses de movilizaciones, de expresión de otra subjetividad política que cuestiona el orden liberal. Esta reacción ha trastocado el orden político y la agenda del actual grupo gobernante. La protesta contra la desaparición de los 43 normalistas fue el punto de quiebre del gobierno de Peña Nieto y se convirtió, de hecho, en la tumba del proyecto neoliberal.

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Con toda la violencia, horror y podredumbre estatal, podemos observar algunos atisbos de optimismo. La degradación de la clase política y del Estado liberal que rige las relaciones políticas en México es una buena noticia; tras quince años de supuesta transición a la democracia, ahora una buena parte de la población sabe que todos los partidos son iguales y que desde el Estado no puede esperar cambios para procurar una vida digna; los partidos, la clase política profesional, las elecciones, el Estado son el problema, no la solución. La solución vendrá de abajo, del enorme cambio del imaginario social que han producido las movilizaciones de solidaridad con Ayotzinapa, transformando políticamente a cientos de miles de personas.

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