Entre la mesa Acasico y el cerro de similar nombre, se encuentra el atractivo poblado llamado igual. Arreola dice: Acatzingo –tzinco, terminación reverencial; acatl, la caña o vara, como símbolo de autoridad divina. “Lugar dedicado al reverenciado Acatl”. De Palmarejo continué rumbo a El Zapotillo, el sendero me fue regalando preciosos paisajes del cañón, con su vibrante río. Al llegar a la cima, miré una loma fraccionada por una garganta que se unía al cañón. El camino lo fueron alegrando órganos, ciruelos y osostes floridos. Me detuve en un mirador a observar el serpentear de varias barrancas que se perdían en el fabuloso cañón. Unas casas añejas de adobe me anunciaron mi llegada a El Zapotillo, ubicado al filo de una loma alta que domina todo el sensacional valle configurado por lomeríos, divididos por profundas hondonadas y, principalmente, por el cañón. Un estanque es el corazón del poblado, donde unos bonitos árboles se reflejan. Un acantilado delimita a las últimas moradas, me acerqué a la orilla y fui cautivado por un insólito manantial, bordeado por piedras y diversas frondas, el espejo y el verdor contrastaban con los potreros secos de arriba. El poblado da nombre a la presa vecina, en La Torrecilla, que en 2005 se proyectó con una cortina de 80 metros de altura, al cerrar la compuerta quedarían inundadas Palmarejo y Acasico, unos diques librarían a Temacapulín; pero el 2 de agosto de 2007, se aumentó a 105 metros de altura, sumergiendo a Temacapulín. Con capacidad de 911 millones de metros cúbicos, para dotar del vital liquido a León, con 3.8 metros cúbicos/s, tres para Guadalajara y 1.8 para poblados alteños, con un espejo de 63 kilómetros y, alcanzando un embalse de cuatro mil 200 hectáreas. A mi regreso visité el fantástico poblado de Acasico. En 1842 contaba con 189 almas. Pasando Mexticacán, me seguí en dirección a Yahualica y a una corta distancia viré a la izquierda, por el camino de mi destino reverenciado. El sendero fue descendiendo y zigzagueando entre las faldas de su cerro y de su mesa, hasta llegar a una peculiar calle curveada, rompiendo con gracia la retícula y con atractivas fincas de adobe, la mayoría de un nivel y una que otra de dos pisos; las casas madre se distinguen por sus adobes aparentes, sus marcos de cantera, sus puertas de dos hojas, sus ventanas de cuatro y sus gárgolas más largas, me fui deleitando casa por casa: unas tienen bancas en sus banqueta, una de ellas estaba ocupada por cuatro agradables damas encatrinadas y perfumadas, a quienes saludé y me invitaron a una boda, detalle que agradecí. Me seguí por la referida calle que se convirtió en brecha, y en corto fui encantado por el arroyo Acasico; una vereda me invitó a acompañarlo corriente abajo, caminé entre mezquites, encinos, guajes, tepames y sauces. Luego de un corto tramo fui maravillado por el fascinante río Verde, que abrazaba con delicadeza al arroyo, las aguas blancas eran absorbidas por las verdosas. Me senté un rato a contemplar aquel sitio tan hermoso, lleno de vida. De vuelta, giré a la derecha, por la calle de la plaza, en la que todos los moradores y los invitados estaban presenciando una boda civil; la religiosa ya se había realizado. Sigilosamente fui a mirar la capilla de la Virgen del Rosario, con una vistosa cruz atrial de media caña, franciscana y de 1705, sostenida por armazones de fierro, puesto que ya estaba un tanto dañada para sostenerse, con elementos bíblicos, como la soga de Judas. Arriba de la ventana coral posa la Virgen patrona, enmarcada por la antigua espadaña. Y del costado izquierdo está el campanario de planta cuadrada y de un solo cuerpo, con un vano arqueado por cara, cubierto por una alta cúpula; en el altar estaba la Virgen, entre flores blancas y rojas. Yáñez citó: “Tierra épica de La Caxcana, ensimismada en su desolación, en sus recuerdos y en sus abusiones”. Arquitectura. Una de las expresivas fincas del romántico poblado. Acasico está en el municipio de Mexticatán, Jalisco. Tome la ruta hacia Cañadas de Obregón, pasando Palmarejo, a unos minutos, se encuentra esta población.