Miércoles, 14 de Mayo 2025

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* Con medida

Por: Jaime García Elías

* Con medida

* Con medida

Al parecer, hay consenso: se impone hacer una concienzuda revisión del Reglamento de Competencia vigente en el futbol mexicano, para replantear el tema de los jugadores naturalizados.
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En tiempos idos, el único “candado” que había para asegurar que en las alineaciones de los equipos de futbol profesional hubiera una mayoría de jugadores mexicanos por nacimiento, era un decreto presidencial emitido por Manuel Ávila Camacho. Dicho documento databa de los albores del futbol profesional en México, y que coinciden, por señal, con la postguerra. La disposición se orientaba a garantizar la presencia mayoritaria de trabajadores mexicanos en todas las empresas… incluidos, por extensión, los nacientes equipos de futbol. Su aplicación se extrapoló en el tiempo, arbitrariamente. El dichoso decreto de convirtió en un tótem: sacrosanto e intocable.
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A partir, por una parte, de la interpretación de que un mexicano por naturalización no tiene por qué ser considerado ciudadano de segunda ni discriminado con respecto al mexicano por nacimiento —salvo para la postulación a determinados cargos de elección popular que la Constitución establece—, y, por la otra, de las facilidades que se dieron a los jugadores extranjeros para naturalizarse y tener plaza de nacionales en los equipos mexicanos, se llegó —“burla burlando”, diría Quevedo— a la situación actual.
En la actualidad, como consta en reiteradas actas, se ha vuelto práctica común que en las alineaciones de los equipos “mexicanos” haya seis, siete y hasta ocho nacionalizados. Un fenómeno que ha contribuido, desde cierta perspectiva (el consabido “vaso medio lleno”), a mejorar la calidad del espectáculo… pero, por la otra (el correspondiente “vaso medio vacío”) a reducir la presencia de jugadores mexicanos por nacimiento en los equipos, y a limitar, en consecuencia, la disponibilidad de materia prima para la Selección Nacional.
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Los aficionados no tienen empacho en aceptar la presencia de jugadores no nacidos en México en los equipos mexicanos, a partir de la premisa de que la calidad que se requiere para garantizar el espectáculo no debe tener la limitación de la nacionalidad. Sí lo tiene, en cambio, para aceptar que la Selección Nacional se convierta en un mosaico de nacionalidades que no representa, en rigor, al futbol mexicano propiamente dicho.
De ahí que las mociones a favor de una enmienda de esa norma, a partir del principio de “nada con exceso, todo con medida”,  parezcan, por donde se les mire, plausibles.

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