¿No que no…? Precisamente cuando en los mentideros futbolísticos se recalentaba la añeja hipótesis de que en este deporte parece haber fenómenos paranormales que se traducen en infortunios sistemáticos, prolongados —crónicos, incluso— de ciertos equipos a los que la diosa Fortuna se empecina en serles esquiva, el tema se redondea con la broma a la que aparentemente se suscribió una institución tan seria y respetable como el diccionario Larousse.Se trata de la supuesta incorporación al célebre tumba-burros, de un vocablo que en el futbol mexicano ya se conjuga regularmente: “cruzazulear”.*El verbo (intransitivo, por cierto, y del que no se puntualiza que se trata de un mexicanismo —como “cantinflear”, definido como “hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia”—), según eso, tendría varias acepciones: 1.- ganar continuamente para perderlo todo por un error; 2.- perder con torpeza sorprendente; 3.- estar cerca, muy cerca de un título sin conseguirlo.Aunque a continuación se aclara que “nada de lo anterior es cierto”, se impone decir —sin incurrir en desgarramientos de vestiduras… y sin gestionar que la acreditada editorial se retracte o se disculpe por el chascarrillo— que el daño ya está hecho; que propios y extraños (partidarios y adversarios de los “Cementeros”, indistintamente) habrán, primero, sonreído por la ocurrencia… y, a continuación, tomado las medidas del caso para incorporar el neologismo a su vocabulario.*El asunto forma parte de la cultura que se desarrolla en paralelo con el deporte, de la inventiva del imaginario colectivo para institucionalizar situaciones… y particularmente para hacer escarnio de la desgracia ajena.Podrían ser los casos, a nivel casero, de los tiempos en que se aludía a las fallidas aproximaciones del Guadalajara a los títulos, en la era anterior al “Campeonísimo”, acuñando el concepto del “Ya merito” que hasta la fecha se utiliza cuando no se conquista una meta que parecía alcanzable. O la expresión “a lo Atlas”, referida al dramatismo y a lo anticlimático de los minutos finales de los partidos en que los rojinegros lo mismo rescatan resultados que ya parecían perdidos, que —más frecuentemente, por cierto— pierden otros que ya parecían ganados.Todo ello, por supuesto, con espíritu deportivo; es decir, entendidos de que en este juego, como en la Rueda de la Fortuna, un día te toca estar arriba… y al siguiente muy probablemente te toque estar abajo.
