Si la corrupción ha permeado todos los estamentos de la sociedad, ¿qué tiene de sensacional que haya penetrado hasta las entrañas de la FIFA…?*En efecto: el organismo rector del futbol mundial no es precisamente El Castillo de la Pureza, ni sus dirigentes son ángeles.Que las autoridades suizas y estadounidenses revelaran, en mayo pasado, una investigación que estaba en marcha por corrupción y delitos fiscales que involucraba a varios prominentes directivos de la FIFA, daba la razón a los muchos escritores y periodistas que han documentado, durante años, las trapacerías sistemáticas de un estamento que nació, hace más de un siglo, con la sana, romántica, irreprochable intención de “unir a las personas y las naciones, fomentar el entendimiento entre los pueblos, conseguir un progreso en lo deportivo y en lo moral, así como también proporcionar un tipo de recreo sano (a quienes lo practican) y una fuente de alegría” (a quienes lo presencian).*Que, ayer, el “Comité de Ética” de la FIFA —muy cuestionado, por lo demás— anunciara “urbi et orbi” la decisión de imponer una “suspensión cautelar”, por 90 días, nada menos que al presidente Joseph Blatter y a su lugarteniente y adversario —por contradictorio que parezca— Michel Platini (vicepresidente de la FIFA y presidente de la UEFA), robustece los indicios de que van en serio las investigaciones en que participan incluso el FBI y la Interpol. Robustece, además, la hipótesis de autores como Thomas Kistner (“FIFA-Mafia”), en el sentido de que la imagen de la FIFA “se ha visto mancillada con Blatter, y relacionada con intrigas y una trama de dependencias que gobierna al futbol en todo el mundo, en la que se mezclan la corrupción, la lealtad y la ley del silencio”.*Entre los picos más visibles de ese iceberg de corrupción que sería la FIFA, están las versiones de que las sedes de los mundiales de 2010, en Sudáfrica; 2018, en Rusia, y 2022, en Qatar, se adjudicaron merced a millonarios sobornos de los países beneficiados, a los presidentes de las federaciones que votaron en ese sentido.Como la autonomía del deporte —dice Kistner en otra parte de su libro— lo mantiene “a salvo de la justicia estatal” y “al margen del derecho civil y la justicia”, sólo queda la esperanza —muy cuestionada hoy en día— de que algo limpio quede aún en el futbol: el futbol propiamente dicho.
