Los santacloses, por lo visto, para bien o para mal, llegaron para quedarse…-II-Se trata, obviamente, de las versiones autóctonas de Santa Claus: ciudadanos que se agarran al “espíritu navideño” como náufragos a un tablón ardiendo; acondicionan una estramancia portátil que hace las veces de escenografía: básicamente, el portal de una casita de madera, con profusión de esferas de colores y “escarcha” de utilería de festival de Primaria; instalan una mecedora o un sillón, y se arrellanan en él, caracterizados con barba postiza y lentes minúsculos, provistos de almohadones que les hacen protuberante la barriga, enfundados en un traje rojo con vivos blancos (que en algunas mentes evoca reminiscencias un tanto pecaminosas de la Gradisca, de Amarcord, de Fellini), botas a tono, y, provistos de una campana, emiten el característico “¡Jo-Jo-Jo…!” para atraer la atención, primero, y la presencia, después, de los padres de los niños que los convencen de que se sienten en su regazo, les digan qué regalos quieren en la Navidad, y les toman —o les compran— las fotografías que evocarán, cuando adultos, en sus escritorios de empresarios o profesionistas, añoranzas de los años dorados de la niñez.Oh, sí…-III-El caso es que los santacloses, incorporados a la extensa lista de las “tradiciones tapatías” —las empanadas del Viernes Santo en “la visita de las siete casas”; las tortas ahogadas o las guasanas en el Estadio Jalisco…— de cuño relativamente reciente (¿qué llevarán ahí: unos 30 años…?), libraron la guadaña de la Autoridad Municipal. La “limpia” que erradicó la cizaña de los vendedores ambulantes, respetó el trigo de las dichosas “tradiciones”; de ahí la decisión de permitir que se instalen algunos vendedores de golosinas típicas, artesanías, flores, etcétera, de los que ya se verá si, en efecto, impactan positivamente en la imagen del Centro Histórico de Guadalajara, primero, y si se convierten, después, en el modus vivendi de algunos ciudadanos que sólo se enteran de la bonanza de la economía mexicana cuando desbaratan el cucurucho de papel periódico en que les envolvieron las lentejas en el mercado, y leen las declaraciones, exultantes de optimismo, de los funcionarios públicos… Y ahora, como “artistas urbanos”, los santacloses.Colofón: podrá resultar chocante incorporar a los santacloses, sin más trámite, a la lista de las “tradiciones tapatías”. Pero habría sido más chocante que por ese mundo ancho y ajeno se corriera la voz de que las autoridades municipales de Guadalajara expulsaron de la ciudad a Santa Claus.