Jueves, 22 de Mayo 2025

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- Peleas de perros

Por: Jaime García Elías

- Peleas de perros

- Peleas de perros

De entrada: que la Cámara de Senadores haya declarado ilegales las peleas de perros en México, no significa que esas prácticas vayan a desaparecer. Ni debe interpretarse como una señal alentadora en el sentido de que el país da un paso que lo aleja de la barbarie y lo acerca a la civilización. En absoluto.

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-II-

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La noticia, que muchos medios prefirieron ignorar, señala que la Cámara de Senadores, en efecto, resolvió incorporar a la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Medio Ambiente, la prohibición de “organizar, inducir o provocar peleas de perros”.

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Los taurinos se cocinan aparte. Ellos —muy respetables las personas, muy discutibles sus ideas— se amparan, para defender su espectáculo favorito contra quienes lo combaten denodadamente y ya han conseguido que se le proscriba incluso en regiones en que era una práctica ancestral, en que se trata de una expresión “cultural” e incluso “artística”: “El arte de Cúchares”, lo llaman…

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A diferencia de la “fiesta brava”, tanto en las peleas de gallos o de perros, como los de carreras “parejeras” (y hasta de gatos que en algunos poblados se acostumbran), y aun las que se celebran con toda formalidad en los hipódromos, interesa, más que el espectáculo en sí mismo, las apuestas que en tono suyo se realizan.

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El director ejecutivo de Human Society International México, Antón Aguilar asienta (“El País, XI-24-16) que “Los organizadores (de peleas de animales) suelen matar brutalmente a los que pierden”, si es que quedan vivos, y los “ganadores” muchas veces mueren a causa de las hemorragias o infecciones que sufren en las peleas. Subraya, a demás, que esos eventos afectan emocionalmente y dañan sus estados mentales, “ya que ningún animal es agresivo por naturaleza”.

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-III-

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Porque esos espectáculos suelen ser clandestinos; porque mucha gente se involucra permanentemente en ellos (criadores y comercializadores de especies, promotores, vendedores de boletos y aficionados a las apuestas); porque es frecuente que detrás de ellos haya ramificaciones de las mafias del crimen organizado, y porque se trata de costumbres muy arraigadas en ciertos estamentos sociales, sería ingenuo suponer que la resolución del Senado, de declararlos ilegales, vaya a servir para erradicarlos.

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De hecho, a partir de la máxima de “Hecha la ley, hecha la trampa”, es previsible que la medida sólo sirva para aguzar el ingenio de más de cuatro… y para mantener viva una industria más de las que viven –y aun prosperan— al amparo de la corrupción.

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