Viernes, 26 de Julio 2024
Entretenimiento | Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Experimental

Por: EL INFORMADOR

Es muy simple clasificar La soledad como una película difícil. Bastan los primeros minutos con sus créditos silenciosos, acomodados como si la pantalla se dividiera en dos porciones simétricas; con la serena imagen inicial del ganado pastando y un pueblo al fondo, partida a la mitad por la presencia de un mástil en el campo; con la contemplación de unas viviendas alejadas, dominada por las líneas rectas impuestas por cables, postes, vías, pero sin personas a la vista; y finalmente con la certidumbre, en cuanto aparece la figura humana, de que la cinta exige, en ocasiones, atender simultáneamente dos perspectivas distintas; para darse cuenta que su realizador no entiende el cine en términos tradicionales como un instrumento de seducción o escape.  

Jaime Rosales dio el nombre de polivisión al procedimiento visual con el que resuelve varios tramos del argumento. Consiste en seccionar en dos cuadros idénticos el rectángulo que forma la pantalla, y ofrecer en cada uno de ellos un punto de vista distinto de la escena. Por lo general son sectores diferentes de un mismo espacio, y los personajes transitan de uno a otro conforme la acción avanza. Por ejemplo de un departamento podemos ver la estancia y la cocina. Otras veces pueden ser dos zonas de una misma habitación.

 Y una de las aplicaciones que más me sorprendió, es en los segmentos en los que se interpreta un diálogo entre dos personajes, pues efectúa la separación de los hablantes, coloca a cada uno en un cuadro y los retrata de perfil o de frente de acuerdo con la evolución del parlamento.

Una variante sobre el mismo tipo de escenas ubica las figuras en los márgenes laterales externos, platicando pero sin que sus miradas coincidan porque en realidad se dirigen a alguien que está fuera del cuadro. Más que una incómoda pirotecnia visual, la técnica parece responder a un canon riguroso y meditado que ordena el sentido de las entradas y salidas de actores proporcionando así una impresión armoniosa y coherente de los desplazamientos en escena.

También es cierto que, en algunos momentos, su aplicación pretende revestir lo que sucede con tintes poéticos. De esto, hay una secuencia singular, conmovedora, en la que de un lado agoniza un personaje y del otro, se mece suavemente la ropa que unos minutos antes puso a secar al viento.

En el balance final lo que se entiende es que la necesidad de aislar físicamente a los personajes en bloques visuales, se corresponde con el tema de fondo que anuncia el título: la soledad. La idea de que la realidad radical es la vida en primera persona, y dentro de ese misterio hay, inevitablemente, líneas que separan las cosas íntimas, individuales, de aquél territorio que sí es posible compartir con los demás.  

La soledad, España, 2007. Dirección: Jaime Rosales. Guión: Enric Rufas, Jaime Rosales. Actuación: Sonia Almarcha, Petra Martínez, Miriam Correa, Nuria Mencía y María Bazán.

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