Entretenimiento | Este planeta llamado Tierra es la habitación del hombre --homo sapiens--, ser superior dotado de inteligencia En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Desde hace 20 siglos una inmensa multitud de cristianos peregrinos en el tiempo, que nadie podrá contar, ha iniciado, proseguido y llevado a término sus pensamientos, palabras y acciones en el nombre de Dios... Por: EL INFORMADOR 17 de mayo de 2008 - 12:12 hs Desde hace 20 siglos una inmensa multitud de cristianos peregrinos en el tiempo, que nadie podrá contar, ha iniciado, proseguido y llevado a término sus pensamientos, palabras y acciones en el nombre de Dios, en quien cree y en quien confía; Dios que es uno solo, pero en tres personas distintas. El campesino clava la reja del arado para rayar el primer surco de la sementera, y al mismo tiempo invoca el auxilio de Dios: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...”. El cirujano, cuando se encuentra ya en el quirófano, consciente de lo limitado de su acción humana, se dispone a poner cuanto esté de su parte en esas horas de tensión y cuidado; mas antes de tomar el bisturí para operar, eleva su mano a la frente, al pecho y a los hombros, mientras en voz baja, llena de fe, musita: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...”. Así muchos creyentes, al abrir las puertas de la casa con las primeras luces de la mañana, y en diversas circunstancias de la vida, inician cuanto emprenden invocando la ayuda del Dios uno en tres personas distintas. Por eso, bien pensado, hoy, mañana y todos los días son días del que es dueño y Señor de todos los días. Por tanto, no es sólo hoy la fiesta de la Santísima Trinidad, sino todos los días. Si la liturgia señalaba este día en particular, se le puede considerar como el broche con que se cierran los tiempos de Cuaresma, Pascua y Pentecostés, en los que se celebra al Padre que es amor, al Hijo que es misericordia y al Espíritu Santo, sabiduría divina. Misterio de fe Este planeta llamado Tierra es la habitación del hombre --homo sapiens--, ser superior dotado de inteligencia que con esa facultad todo lo domina, y, a su antojo, interés y conveniencia, todo lo transforma. La inteligencia lleva a la ciencia, y la ciencia, cuando es auténtica, lleva a la humildad. La poca humildad vuelve fatuo y soberbio al hombre. Conforme va escalando el sabio los escalones del saber, cada día va convenciéndose que entre más sabe, más le falta saber; “yo sólo sé que nada sé”, dijo el filósofo. Es consciente entonces el hombre, de que sólo ha prendido una chispa del inmenso concierto de luces de todo cuanto existe. Es entonces cuando lamenta lo corto que es lavida y lo inabarcable que son la sabiduría y el arte: “Ars longa, vita brevis” (extenso el arte, breve la vida). Si un sabio y otro y mil más, en incansable sed de saber, sienten la magnitud de sus aspiraciones y la limitación de su capacidad, sienten el paso del tiempo que pasa y se va, sin duda comprenden que la persona pasará y su aportación fue sólo una burbuja. Eso, en las cosas de los humanos. Mas, con la mirada puesta en la altura, cuando se trata de la grandeza de Dios y sus misterios, a la inteligencia humana no le queda otra actitud sino doblegarse y reconocer su impotencia. ¿Cuándo el hombre con su inteligencia va a entender el misterio de un solo Dios en tres personas? Nunca. La fe llega en el momento oportuno, es un misterio revelado. Progresivamente Dios se fue revelando En el Monte Sinaí, entre estruendos, rayos, nubes y tempestades, Dios manifestó su majestad a Moisés. Le dictó su ley, puso en claro su dominio total sobre lo visible y lo invisible: Dios creador, el Padre bondadoso de cuyo amor salió el cosmos, y en él este planeta, la casa para el hombre. Dios Hijo se manifestó hecho nombre, “nacido bajo la ley, nacido de mujer”; e inmerso en la historia de los humanos, pasó haciendo el bien y coronó su acción con su muerte salvadora en la cruz, su resurrección y su retorno hacia las alturas de donde bajó. El Espíritu Santo prometido por Cristo se reveló como huracán, con ruido y viento impetuoso, y en la suave presencia de lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles, a los que convirtió en valientes y sabios con su sola presencia. Adorar, alabar, dar gracias La criatura se postra ante el Creador en señal de reconocimiento, y desde lo más íntimo de su ser le rinde supremo homenaje. Sólo a Dios se le da culto de adoración. A cuanto tiene o tenga alguna relación con el Supremo Hacedor, se le da un culto relativo llamado veneración. Así se venera a los santos representados en imágenes, en los lugares dedicados al culto. La oración de la Iglesia llamada oración litúrgica, de noble antigüedad, cada día se ha ido perfeccionando y enriqueciendo. En la Santa Misa y en la administración de los sacramentos y sacramentales, la Iglesia orante invariablemente conserva el mismo esquema: se dirige al Padre y todo lo pide por el intermediario y abogado, el Hijo, siempre en unión del Espíritu Santo. Después de exponer el tema de la oración o la súplica, concluye: “Te lo pedimos (al Padre) por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos”. Adoración, alabanza, súplica La Iglesia hizo suyos, en sus plegarias, los ciento cincuenta salmos de la Biblia con los que el Pueblo de Israel ha cantado al Señor. Ya integrados en la oración litúrgica: singularmente en el “Oficio de las Horas”, llamado así ese noble oficio divino de orar distribuido en las distintas horas del día: Oficio de lectura o Maitines --los monjes, a la media noche--; Laudes al salir el sol; al canto del gallo, las cuatro horas menores: Prima, Tercia, Sexta y Nona, una cada tres horas en el correr del día; Vísperas cuando el sol oculta sus rayos tras los montes; y Completas, como lo dice su nombre, ya para completar y al pie de la cama, tal vez mezclando rezos y bostezos. Himnos sagrados La devoción y la inspiración poética, unidas, han enriquecido a la oración litúrgica con bellos himnos que, cantados o recitados, han levantado el fervor. Fue San Hilario de Poitiers (+366) el primero en escribir himnos sagrados. Después fue San Ambrosio, obispo de Milán, quien enriqueció con muchos himnos la oración de la Iglesia. Ha sido llamado “el padre de la salmodia”. San Ambrosio se hizo servir de la poesía y del canto, como arma contra los herejes arrianos. Enseñó a los fieles el canto de los salmos, y de los himnos a las multitudes de su obispado. Pbro. José R. Ramírez Temas Fe. Lee También Evangelio de hoy: Cómo convertir la maldición en bendición Evangelio de hoy: «Alégrense, sus nombres estarán escritos en el cielo» Evangelio de hoy: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» Evangelio de hoy: “Si alguno quiere acompañarme... que tome su cruz de cada día y me siga”." Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones