Como los pájaros del cielo

Las cosas que nos rodean

    A estas alturas del mes de mayo está muy avanzada la primavera y se dispone muy pronto a dejar paso al verano, aunque a nosotros nos parece que el verano se adelanta, porque las lluvias tempranas nos anuncian la nueva etapa.
    Mientras tanto, entre fiesta y fiesta, después de celebrar el Jueves de Corpus hoy seguimos meditando las palabras de Cristo Jesús, que quiere ser para cada uno alimento de vida y pan de salvación.
    El trozo de Evangelio que se lee hoy en la Misa nos invita a poner la confianza en el Señor, pero nosotros como que no le creemos y mejor buscamos las seguridades de las chequeras y de las cuentas bancarias. Nos olvidamos de que las cosas materiales dan cierta seguridad pasajera, pero no dan vida. La vida depende de Dios, y es precisamente lo que Jesús nos dice al hablarnos de ese pan que baja del cielo y alimenta a los seres humanos, como alimenta a los pájaros del cielo que ni siembran ni hilan y Dios se las ingenia para darles alimento y vestido.
    Esto, ciertamente, no quiere decir que nos despreocupemos y que dejemos de trabajar. Lo que dice, en resumidas cuentas, es que miremos más allá, sin descuidar lo de acá; que busquemos lo necesario, pero sin perder la paz y la libertad.
Para meditar todo esto tenemos la oportunidad de detenernos un poco y mirar las aves que surcan nuestros espacios, abrir los oídos para escucharlas entonar sus trinos y dejarlas que así nos hablen con sus voces tan especiales de la bondad y del amor de nuestro Dios.

ORACION DE LOS PÁJAROS

Antes que amanezca el día,
Señor, estamos dispuestos
para cantar alabanzas a tu gloria.
No necesitamos relojes ni despertadores,
y no obstante, somos muy puntuales.

No nos agitamos ni acaloramos
porque se hace tarde,
porque siempre somos cumplidores.
Hacemos nuestro deber
con júbilo y constancia
y nunca nos falta el alimento
que tu mano bondadosa nos prodiga.

Vivimos la libertad perfecta
y por eso gozamos de alegría.
Con entonados trinos
decimos a los hombres
que nunca se olviden
de dar gracias al Creador,
de confiar en su amor,
porque allí está la felicidad.

    Es evidente que no faltarán pájaros en nuestro entorno, en los árboles vecinos o en algunas casas. Con ellos aprenderemos a decir cada día a Dios nuestro Señor, que aunque alarmantes voces anuncian el hambre y la carestía, siempre habrá una nueva salida para que la vida siga floreciendo y para que no se apague nunca nuestra alegría.

María Belén Sánchez