Martes, 05 de Agosto 2025
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Cultura

Donde zumban las historias, florecen las lectoras

“Clementina y las abejas”, iniciativa de Olga Riebeling, es una librería digital que celebra a las autoras y pronto sumará un espacio físico para encuentros, talleres y generar comunidad entre las lectoras

FaustoSalcedo

A Guadalajara le hacen falta espacios de lectura. Espacios más allá de las pocas librerías con las que ya contamos, más allá de las cadenas comerciales; la ciudad necesita de esos recintos donde se detiene el tiempo, alejados de la vorágine de la modernidad, recintos donde los segundos se suspenden entre las letras y las páginas.

La Perla Tapatía necesita de más espacios de lectura, pero, sobre todo, necesita de espacios para las mujeres. Carecemos de lugares de autoras y narradoras, de lectoras y poetas, ensayistas, donde ellas puedan contar sus propias historias y vivencias: donde se cree comunidad.

Olga Riebeling es una librera que, motivada por esta falta -y también encaminándose a un sendero que de alguna manera u otra ya había iniciado hacía mucho, pero de distintas maneras- ha creado el proyecto “Clementina y las abejas”, una librería digital de autoras cuyo catálogo está conformado en un 90% por libros de mujeres, y que muy pronto abrirá sus puertas en la Colonia Seattle de Zapopan, entre sus camellones arbolados y calles empedradas. “Clementina y las abejas”, además de librería, será un espacio para talleres y eventos, repostería y demás actividades pensadas para las mujeres.

La biblioteca nace a partir del amor de Olga Riebeling por muchas cosas, siendo uno de los principales motores la lectura, según compartió la librera en entrevista con EL INFORMADOR.

“El año pasado estaba viendo qué rumbo tomar. Retomé para mí misma la lectura -siempre fui una persona que leía mucho-, pero después de la universidad y después de varios años, entre la vida y tantas cosas, dejé de leer tanto”, comparte Olga.

“Después de hacer retos de lectura con una amiga, recordé cuánto lo disfrutaba y empecé a sentir la necesidad de compartir con otros lo que estaba leyendo, así como nuestras opiniones sobre los libros. Soy parte de un club de lectura desde hace muchos años, pero pensé: ‘¿Por qué no llevar esto un poco más allá de simplemente compartir la lectura?’. La librería también era un sueño de infancia, y de repente se volvió una posibilidad real”.

Olga Riebeling. Apuesta por una librería donde leer, crear y compartir historias escritas por mujeres sea una experiencia cotidiana. EL INFORMADOR/F. Salcedo

Un refugio de libros

Olga Riebeling estudió Comunicación en el Tec de Monterrey. Es cofundadora del proyecto Casa Teodora, un espacio de comunidad creativa para talleres, eventos y actividades culturales, ubicado en la Colonia Americana, de modo que ya tiene la experiencia y la semilla inquieta de la cultura y los libros.

“Clementina y las abejas” será el cúmulo de las distintas disciplinas a las que Olga ha dedicado sus días en los últimos años: desde la panadería hasta la creación de libros y la encuadernación, el bordado y la costura, entre otras, que tendrán su cúspide creativa en el proyecto de la librería como espacio donde se unifica todo.

El nombre de “Clementina” se da como pensamiento a la figura de una guardiana de las letras y de los libros, de las historias y las abejas como fuerza creadora, es la metáfora del cuenco de las manos acogiendo un zumbido. Es decir: el estar siempre creando cosas. La librería estará dispuesta de tal modo que el visitante se adentrará a una especie de bosque, un jardín botánico entre los libros. Pero también resuena desde la historia personal de Olga, pues su padre se llama Clemente, y ella misma sería llamada Clementina, que terminó siendo un pseudónimo. Clementina, finalmente, se convirtió en la figura de la mujer guardiana de las abejas, y de los libros. 

“El imaginario de ‘Clementina’ es el de una mujer que ha viajado por la historia y por los siglos, y que tiene un espacio que comparte con todos, pero sobre todo con las mujeres, a venir y encontrar historias, y compartirlas”, dice la librera Olga Riebeling. “‘Clementina y las abejas’ se convirtió en la sombrilla que podía abarcar todos esos proyectos”, agrega.

Un ecosistema literario

“Clementina y las abejas” surge desde la necesidad de crear más librerías en Guadalajara. Pero una librería como un ecosistema literario, un lugar de comunidad y encuentro, con talleres y presentaciones de libros, lecturas e incluso biblioteca, un sitio para la gente, alejado de las cadenas tradicionales que más que librerías son establecimientos sin un sentido de pertenencia. No obstante, no deja de ser negocio, por lo que se requiere de estrategia y conocimiento. 

Al respecto, Olga reconoce que esta labor tiene algo de romántico, como todo lo que se hace desde el corazón: estas cosas se hacen por amor. 

“Hay pocas librerías en Guadalajara. No tienes la opción de decir, ‘quiero ir por un libro cerca’. No hay muchos espacios de libros, son pocas las librerías para lo amplio que es el espacio de la ciudad”, se lamenta Olga. 

“Uno se pregunta, ‘¿cuál es mi librería cercana?’ Y es que no hay. Sin embargo, quiero decir que estoy muy sorprendida por la cantidad de personas que quieren abrir librerías. Proyectos muy bonitos, con muchas esperanzas y mucha realidad, en el decir, ya vamos en camino”. 

“No deja de ser un negocio; finalmente, en esto hay una inversión”, comparte, por su parte, el editor Gerardo Esparza, quien ha ayudado a Olga a establecer “Clementina y las abejas”. “Pero estamos aquí por otra cosa: para conectar a través de un libro, a través de un espacio, y de esas cosas que se han perdido no sólo en la ciudad, sino en este mismo sistema que ha orillado a que todo sea con prisa, que nos dé culpa simplemente estar leyendo. Está muy ‘chido’ acercarte a una librería y que el espacio esté ahí, que descubras, que leas, que conectes. A la ciudad le hacen falta librerías”, reitera.

“Clementina y las abejas” abrirá sus puertas en físico pronto, con miras al final del año. Mientras tanto, la librería digital ya se encuentra en funciones con un catálogo variado que se puede consultar en el sitio web de la librería -www.clementinaylasabejas.com- y en su perfil oficial de Instagram: @clementinaylasabejas.

“Me siento muy emocionada, muy contenta”, finaliza Olga Riebeling, recapitulando lo que ha sido este camino, y la inminencia de lo que está por llegar. “He tenido muchas dudas, pero siempre sigo hacia adelante, con la mirada hacia el futuro, y también disfrutando del proceso”, finaliza.

Parte del catálogo de “Clementina y las abejas”, integrado en un 90% por libros escritos por mujeres.

Una librería para las mujeres

“Clementina y las abejas” es una librería de autoras, con un catálogo conformado por libros en español e inglés, con títulos enfocados en narrativa, ensayo, historia de vida y de cocina. 

Esta selección se conforma a partir de la intuición, el conocimiento propio y la experiencia, la investigación y lo que se está escribiendo al día, lo que se está leyendo. La página web se encuentra ya disponible y recibe pedidos, además de realizar envíos, y tiene un aproximado de 120 libros en su catálogo. 

“El hecho de que tengamos y tendremos puros libros escritos por mujeres es porque, si las mujeres no cuentan sus experiencias, ¿quién las va a contar por ellas?”, dice Olga. 

“Algo pasa con los clubes de lectura que las mujeres comienzan a platicar muchísimo de sus vidas. Se convierten en espacios de conversación. Si lees a una autora y te mueve algo, te habla acerca de tu propia historia y de tu propia vida, y luego lo puedes compartir con otras mujeres, es algo muy bonito y fuerte. La intención de este espacio es poder dar lugar a que eso suceda”. 

Para llevar “Clementina y las abejas” a la realidad, Olga tuvo que tomar un diplomado para comprender mejor las artes difíciles de los libreros. Pues el sueño feliz de una librería también tiene que enfrentarse a las vicisitudes de la vida: trámites gubernamentales, enredos con el SAT, la maquinaria tremenda de las grandes editoriales, el mercado voraz. Todo ha sido nuevo en este camino, desde internarse en la lógica de una librería, hasta recibir de la paquetería cajas enormes de libros y no saber, entre el entusiasmo y el nerviosismo, qué hacer con tantos, de qué manera acomodarlos, encontrarles su sitio adecuado. 

“No había notado la falta que nos hace, como colonia, tener un espacio que no estuviera ‘apurado’. Un espacio donde los vecinos se encuentren, donde se pueda platicar con la gente”, dice Olga. 

“Entonces me da mucho gusto pensar que la librería se pueda convertir y pueda ayudar a ser un espacio de reunión, de colaboración entre los vecinos, entre las personas. La gente sí lee, sí hay comunidad lectora. Los tapatíos sí están dispuestos tanto a leer como a gastar en libros. Hay que quitarnos un poco ese bloqueo de que la gente no compra libros”.