Domingo, 12 de Octubre 2025
Cultura | Por Martín Almádez

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De lo más patrio

Por: EL INFORMADOR

En el mundo de los festejos patrios, bien podemos dar un lugar especial a esa corriente pictórica que se conoció como muralismo. Y que a casi un siglo de su aparición, se afinca cada vez más como un signo idiosincrático, que como todos los elementos de “la mexicanidad”, también guarda sus raíces en Guadalajara.

El muralismo, pese a que tuvo sus inicios y esplendor en la Ciudad de México, guiado por Vasconcelos desde una iniciativa de gobierno, estuvo siempre originado y ligado a Jalisco, dado que sus creadores e iniciadores habían tenido formación en Guadalajara y algunos habían contado con la fortuna de conocer las tendencias y escuelas europeas, cuyas apreciaciones a su regreso al país, les sirvieron para introducirse en los retos que significó la expresión muralista.

Las inquietudes de pintar murales en espacios públicos salieron de la iniciativa del Dr. Átl, con la propuesta que hizo a generaciones más jóvenes de crear el Círculo artístico; el director de San Carlos, Alfredo Ramos Martínez, había recibido su primera formación en Guadalajara; las presencias muralísticas las dio en 1910 Jorge Enciso; el primer mural pintado dentro del proyecto vasconcelocista lo llevó a cabo Roberto Montenegro; Xavier Guerrero se convirtió en el único avezado para la mezcla de materiales y preparación de muros, al grado de volverse indispensable como auxiliar de la mayoría de los pintores, principalmente de Diego Rivera, tanto en la encáustica como en el fresco, sin dejar de lado las composiciones hasta entonces desconocidas, y desde luego, las inventivas y experimentos de David Alfaro Siqueiros; Amado de la Cueva junto con Roberto Montenegro mantenían aportaciones de técnicas y teorías que resultaban para más de alguno novedosas, las cuales habían adquirido en su recorrido por Europa; Amado Galván y Pantaleón Panduro ajenos al movimiento, habían sido esenciales en la concepción y práctica de los iniciadores de la Escuela Mexicana de Pintura que fortaleció el carácter popular en las formas y en los colores del estallido muralista; José Clemente Orozco marcó un punto y aparte aún dentro del muralismo, por su distinción plástica en obra y apreciación pictórica en la teoría, y como ninguno supo exponer en el muro y en el papel, la coherencia del trabajo artístico y su único compromiso con la estética, como rama de la filosofía.

Las razones para que Jalisco guarde la presencia, origen y desarrollo del muralismo son, entre las ya mencionadas, muchas otras. Entre ellas destaca la dada por el propio José Guadalupe Zuno, impulsor del muralismo en Guadalajara, quien advierte que esta corriente artística se dio con mayor libertad y naturalidad en esta ciudad, dado que nunca fue instrumento de sistema alguno ni recurso de difusión gubernamental. El mismo Zuno se convertiría en 1923 en gobernador de Jalisco y a iniciativa suya, vendrían los mejores muralistas mexicanos desterrados ya de los muros de la Ciudad de México, con la salida de Vasconcelos de la Secretaría de Educación Pública.

Fue así que se conjuntaron pinceles de la talla de Dr. Átl, Jorge Enciso, Amado de la Cueva, Roberto Montenegro, José Clemente Orozco, Carlos Orozco Romero, Jesús Guerrero Galván y Xavier Guerrero para dar un impulso, al todavía disfrutable muralismo tapatío. El lugar de encuentro lo propició Ixca Farías en el patio del actual Museo Regional de Guadalajara, ya dirigido por él, y que luego el grupo fuera reconocido por terceros como Centro Bohemio, al cual acudían esporádicamente todo tipo de artistas, de distintas regiones del país.

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