Viernes, 10 de Octubre 2025
Cultura | Martín Almádez

Itinerario

Sin novedad en el frente

Por: EL INFORMADOR

Una de las enseñanzas más significativas de la literatura es la representación de la condición humana. En ella quedan de manifiesto las inquietudes espirituales de los hombres que se traducen en actos benéficos y en obras angulares, pero asimismo, se retrata el abismo de sus perversidades y los destrozos que éstas implican.

Por ello, la literatura resulta un medio por el cual se aprende de la vida en su nivel más profundo y a la vez más cotidiano.

Los sentimientos y el actuar del hombre en la vida pública, pero también en la privada y en la íntima, son las escenas que se desdoblan página tras página desvelando una realidad tras las cortinas de los ojos del lector.

La literatura y la historia, una con base en la imaginación y la segunda a partir de lo sucedido, permiten entrever los acontecimientos que definen la forma de vida y la manera en cómo la sociedad se entiende y se cuestiona.

Ambas disciplinas contribuyen a la reflexión comunitaria y a la introspección de la individualidad, estados de análisis que se vuelven necesarios para el desarrollo del ser humano.

Los personajes, unos de carne y hueso, otros de papel y tinta, son protagonistas de las más grandes decisiones, de las más inauditas realidades, de los más inmensos temperamentos. Y los espacios son determinantes por las circunstancias en las cuales se presentan los hechos.

Tanto la literatura como la historia dan cuenta de cómo se da el proceso de las más grandes decisiones en la vida pública, en la plaza, en la palestra. En palabras más recientes, se expone la forma en cómo se toman las decisiones en la esfera de la administración pública. Y en ellas se destaca un factor que si bien es conocido por la mayoría no deja de ser inquietante e injusto: los acuerdos más trascendentes, que involucran a la mayoría de los ciudadanos, están determinados por los vaivenes de la vida íntima.

El paso del tiempo ha dejado claro el cambio y transformación de los sistemas de ejercer el poder, pero también ha hecho hincapié en que frente a las necesidades de las grandes poblaciones, se imponen los caprichos y aberraciones de quienes ostentan el poder, sin importar los estragos que esto conlleve.

Ninguna época está a salvo de esta -hasta donde es posible entender- ley natural del raciocinio e instinto humano. Ninguna cultura es ajena a esta vorágine que domina la práctica del poder en todos sus niveles. Ningún país ha podido demostrar que sus hábitos y costumbres escapan a las voluntades personales y no sociales de quienes los gobiernan. En nuestra realidad, la de hoy, parece que lo sucedido en el interior de una recámara cobra más fuerza y está muy por arriba de la exigencia que se da en las plazas y en las calles que exigen una realidad distinta a la dictada en la intimidad.

¿Literatura, historia? No; más real que nunca y tan real como siempre, la vida íntima se impone a la vida pública. Sin novedad en el frente.

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