Lunes, 03 de Noviembre 2025
Cultura | Martín Alamádez

Itinerario

“La peste” y el sinsentido

Por: EL INFORMADOR

Esta semana ha rondado en la mesa de estudio, en la recámara y en conversaciones entre lectores, la gran novela del argelino francés,  Albert Camus, La peste.  La novela ha sido capaz de volver a sorprender a quienes alguna vez la leímos y a asombrar a quienes, inmersos en una atmósfera familiar a la narrada, no acaban por descubrir  la difícil frontera entre la realidad y la ficción.

Y es que la peste que vive el mundo, particularmente nuestro país, bajo el nombre de influenza humana, al igual que la novela, ha dejado al descubierto las actitudes más incómodas y agresivas entre conciudadanos: discriminación, aislamiento, segregación, encierro,  censura, clausura, represión, rechazo, reprobación.

La escena de los últimos días es conocida por todos y por todos compartida: hasta hace dos semanas, al simple estornudo en la plaza pública, en el supermercado, en el autobús, en la sala de espera, le seguía un cortés “salud” por parte de la persona más cercana, cortesía que en la mayoría de las veces se hacía coro por dos o tres voces más, a las cuales el “estornudador” correspondía con un “gracias”.

 En los últimos días, la misma escena del espasmo sobresalta a todo mundo, incluso al más alejado del antes “estornudador” quien es visto ahora como apestado, con lo que se provoca la estampida de cuanta gente se haya encontrado a su alrededor e incluso aquella que solo ve cómo todos corren hacia algún lugar que los refugie de un virus malo y asesino que nadie conoce.

Nada más amenazante que encontrarse frente a frente con alguien con moco o pañuelo en mano. Nada más terrorífico que una tos u ojos rojos cerca de nosotros. O qué decir de la persona de nariz roja y carraspera amenazante.  La respuesta no se limita al alejamiento inmediato en calidad de espanto y al comentario  hiriente, sino que se hace acompañar de una advertencia para quienes se considera en peligro.

En La peste Camus aborda de manera plástica y profunda el tema del sentido de la existencia, bajo la usencia de Dios y sin una moral en el mundo, por lo que el control que el hombre ejerce o cree ejercer es solo eso, una creencia en su superioridad tan falsa, como falsa resulta un mundo racional y sí muy real y cierto el mundo del absurdo, el del sinsentido, el del caos y la muerte. La esperanza entonces se asienta en el apoyo mutuo y la libertad individual como mecanismo de continuidad y armonía del hombre.

Las prácticas sociales en estos días, provocadas por la influenza humana, hacen revivir a La peste y han descubierto lo antisocial, lo egoísta, lo autoritario, lo indiferente que podemos ser, ante una realidad que no alcanzamos a comprender,  pero que dentro de la satanización que hacemos del prójimo, luchamos por la propia sobrevivencia por encima de lo que somos, e incluso, de lo que quisiéramos ser. El sinsentido.

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