Pocos artistas en la historia de la música han sido capaces de romper barreras culturales, estilísticas y generacionales de la manera en la que lo ha hecho el guitarrista Carlos Santana. Nacido en México y criado entre dos mundos -el folclore latino y la revolución sonora del rock de Estados Unidos-, Santana ha forjado una carrera que se extiende por más de cinco décadas, creando una identidad musical inconfundible.Desde sus primeros pasos en los bares de Tijuana hasta sus consagraciones en festivales como Woodstock y sus múltiples Grammys, Santana demostró que la música, también, puede ser un lenguaje sagrado.Carlos Humberto Santana Barragán nació el 20 de julio de 1947 en Autlán de Navarro, un pequeño municipio ubicado en la región Sierra de Amula, en el estado de Jalisco. El amor por la música le llegó muy pronto gracias a su padre, José Santana, quien era violinista en una agrupación local de mariachi. Fue precisamente su padre quien lo introdujo, desde niño, a lo que sería su vida para siempre: la música. Carlos Santana se inició con el violín y luego con la guitarra, instrumento con el que desarrolló una conexión casi mística.Durante su infancia, la familia se trasladó a Tijuana, y fue en la franja fronteriza, con sus atardeceres calientes y sus culturas entremezcladas, donde Carlos se empapó del rock & roll estadounidense que cruzaba desde California en ventarrones de vida. Ahí comenzó a forjar su estilo en clubes locales, tabernas y cantinas regentadas por los seres de la noche, echando las primeras raíces definitivas de la identidad que lo caracterizaría y que lo llevaría a la fama.Posteriormente, emigró a San Francisco, en pleno auge del movimiento hippie, el rock psicodélico y la contracultura de los años 60. Este entorno fue el caldo de cultivo ideal para que naciera una propuesta musical única: Santana, pionera en fusionar la música latina con el rock.La historia de la Santana Blues Band -que más tarde sería conocida simplemente como Santana- comenzó en 1966, en San Francisco. Allí, Carlos Santana se unió a músicos locales de diversas influencias, motivados no sólo por su amor al blues y al rock, sino por el deseo de crear algo completamente nuevo: una fusión electrizante entre la fuerza del rock, los ritmos afrocaribeños, la improvisación del jazz y la percusión latina.La formación original contaba con Gregg Rolie (teclados y voz), David Brown (bajo), Michael Shrieve (batería), José “Chepito” Areas (timbales y percusión) y Michael Carabello (congas y percusión). El grupo representaba una revolución musical y cultural: una mezcla étnica y sonora sin precedentes en la escena estadounidense de finales de los años 60. Su propuesta combinaba la efervescencia latinoamericana y afroamericana con lo más innovador del rock de la época. El resultado fue una experiencia sonora envolvente, un trance casi ritual encabezado por la inconfundible guitarra de Carlos Santana.Santana no era un nombre conocido cuando fue invitado al Festival de Woodstock en agosto de 1969. De hecho, ni siquiera tenían un álbum publicado al momento de su presentación. El festival, no obstante, era determinante, con muchos de los grandes nombres de la época, y quedaría en los anales de la música como uno de los grandes momentos de la contracultura y la escena hippie.La invitación se dio gracias a Bill Graham, legendario promotor musical y gran defensor de la banda, quien gestionó su participación como parte del trato para que otros artistas populares de su cartel también tocaran en el festival.La actuación de Santana en Woodstock pasó a la historia. Tocaron a plena luz del día, y uno de los momentos más recordados fue su interpretación de “Soul Sacrifice”, con un solo de batería de Michael Shrieve y la desgarradora guitarra de Carlos, quien más tarde reveló que había ingerido LSD antes de subir al escenario. “Yo estaba tratando de mantener la guitarra quieta, pero se me derretía en las manos. La veía como una serpiente viva”, confesó años después en una entrevista para Rolling Stone.Pese al estado alterado de conciencia, Santana, como su canción, sacrificó el alma en el escenario. Su presentación quedó registrada en la película del festival y catapultó al grupo a la fama internacional. Poco después, lanzaron su álbum debut homónimo: “Santana”, en 1969.Carlos Santana es pionero en lo que hoy se categoriza como Latin Rock o Rock Latino, pero su estilo trasciende etiquetas. Se caracteriza por una fusión compleja de géneros que incluye rock psicodélico y progresivo, jazz, música latina (salsa, mambo, bolero), blues, además de influencias espirituales y orientales. Pero lo que distingue a Santana es su tono cálido y sostenido de guitarra, una mezcla de técnica, intuición y emoción. Rara vez usa distorsión extrema; prefiere que su instrumento “cante”, con un vibrato sutil que se convirtió en su firma sonora. Es conocido por solos melódicos que no buscan velocidad, sino sentimiento. “Tocar guitarra para mí no es un acto técnico”, dijo el músico. “Es como rezar. Cada nota es una oración”.Sin duda, Santana se volvió famoso por su innovadora mezcla de estilos, su impacto en vivo y su capacidad de reinventarse a lo largo del tiempo. Su participación en Woodstock, la publicación de discos como “Abraxas” (1970) y su histórica reaparición con “Supernatural” (1999), lo colocaron en tres generaciones distintas como figura central del rock. Además, su música tuvo siempre un componente inclusivo e híbrido. Mientras el rock era mayoritariamente blanco y anglosajón, Santana llevó la voz de los latinos a los escenarios más grandes del mundo, con letras en español, congas, timbales, y mensajes espirituales.Carlos Santana no es sólo una leyenda del rock latino a nivel mundial; en su pueblo natal, Autlán de Navarro, es un símbolo profundamente arraigado en la identidad local, y considerado por sus paisanos como el hijo más ilustre de Autlán. En el centro de la comunidad se encuentra la Plaza Carlos Santana, un lugar emblemático que alberga una escultura de bronce que lo muestra en su pose más característica: con la guitarra en manos y los ojos cerrados, entregado a la música. El guitarrista jamás olvidó el vínculo con su tierra, pues él mismo fundó un Centro Comunitario de Salud llamado “Tiopa Tlanextli”. Otro de los aspectos más distintivos de la carrera de Carlos Santana ha sido su capacidad para tender puentes musicales entre géneros, culturas e idiomas. Ha compartido escenario y afinidades sonoras con figuras como Maná, Alex Lora, el eterno líder de El Tri, y ha mantenido diálogos musicales -ya sea en colaboraciones o en proyectos compartidos- con figuras como Lila Downs y Rubén Blades, celebrando la riqueza de la música de raíz latinoamericana.Incluso, participó con su inconfundible guitarra en la canción “Illegal” de Shakira.