Viernes, 26 de Abril 2024

Putin y la geopolítica del Mundial

Rusia certifica con la Copa de fútbol su nuevo rol en este cada día más desordenado e incierto mundo

Por: Enrique Toussaint

El presidente ruso Vladimir Putin (a la derecha) acompañado por el presidente de la FIFA Gianni Infantino.

El presidente ruso Vladimir Putin (a la derecha) acompañado por el presidente de la FIFA Gianni Infantino.

Apareció Vladimir Putin. Frente a 500 millones de personas, el presidente ruso comenzó un discurso con más carga política que deportiva. La política y el deporte siempre han estado imbricados, pero en la Rusia de Putin, las líneas divisoras se difuminan casi por completo. Putin y Rusia en esa mimesis que se ha construido desde el año 2000 cuando ascendió al poder luego del fiasco de los gobiernos occidentalistas en Moscú. Putin les devolvió a los rusos su orgullo imperial, o como escribió Carlos Fuentes en El País hace ya una década: Rusia y su alma de ser la Tercera Roma.

Vladimir Putin es un gobernante de luces y sombras. Hay más de las segundas que de las primeras, pero sin las primeras es imposible entender la hegemonía de Putin en la actual Rusia. Una mezcla de nacionalismo y orgullo identitario, y una década-la pasada- con crecimiento económico fincado en las materias primas, ha supuesto que el proyecto de Putin no tenga una oposición real. Los liberales han desaparecido del mapa. Y sólo los comunistas cuentan con un relato luego de un siglo de la Revolución de Octubre. El Consenso de Moscú, esa mezcla de autoritarismo, combate al liberalismo y repudio del multilateralismo comienza a generalizarse en el mundo. Putin no sólo no fue derrotado, sino que su odio a la democracia liberal, a los derechos humanos y a los valores occidentales se han popularizado en el viejo continente e incluso en administraciones rivales como es la estadounidense.

El mundo actual se ha putinizado. Sólo basta ver la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, el nuevo Gobierno de Italia en acuerdo entre los xenófobos de la Liga y los antisistema de Cinco Estrella, o el debilitamiento de la Unión Europea tras el comienzo del Brexit. El orden mundial ya no se estructura en torno a las instituciones multilaterales o las reglas del comercio internacional, sino que vemos la vuelta de un mundo en donde los “hombres fuertes” son cada día más protagonistas y la globalización es debatida por doquier. El libre comercio, una especie de consenso que nació atado a la globalización económica, vuelve a tener al nacionalismo enfrente como una opción atractiva para los ciudadanos de muchísimos países. Incluso, la irrupción de RT, la televisión rusa, a nivel mundial es prueba del imaginario geopolítico que Putin quiere reflejar.

Putin no sólo tiene en orden la casa, sino que se mueve en las sombras tratando de influir más allá de sus fronteras. La presencia de Rusia ha sido señalada en procesos electorales que van desde Francia, pasando por España o Colombia, y sin olvidar los comicios en Alemania. A través de estrategias sofisticadas, Rusia emerge en todas las coyunturas electorales. Muchas veces su mano es aparente, y aunque en otras elecciones no lo es tanto, el fantasma de Putin recorre los sistemas electorales del mundo. Los aliados de Rusia ya no son sólo gobernantes de estados considerados parias o con debilidades económicas estructurales. Ahora, la estrategia de Putin es romper los consensos liberales desde los países mismos, pactando con las y los Le Pen, Salvini o Wilders. El mundo putinesco admite las elecciones y sabe cómo ganarlas.

Y el mundial llega en el punto más sólido de la hegemonía de Putin sobre Rusia y con su mayor poder global desde el 2000. Hace cuatro años, en el Brasil mundialista, vimos a una potencia en declive, sumida en una crisis económica con consecuencias insospechadas y con una clase política desfilando por el paredón. La corrupción se había convertido en el problema principal del país y el mundial aterrizaba en el peor de los momentos. Las protestas y las revueltas en las calles, tanto en los Juegos Olímpicos como en el mundial, fueron la nota. Más que proyectar su poderío global, más que mandar un mensaje del Brasil pujante y en ascenso, observamos un país preso de sus contradicciones económicas y sociales. Brasil no era la meca del siglo XXI.

Por el contrario, Rusia entiende el mundial desde el punto de vista geopolítico. De aquellos BRICS, sólo China y Rusia han entendido el deporte como otra palanca de posicionamiento geopolítico. Los regímenes comunistas del siglo XX supieron que buena parte de la legitimidad global está apalancada en el éxito y el espectáculo. Cuba lo supo en los Olímpicos. Y la Unión Soviética y los Estados Unidos llevaron su rivalidad geopolítica a las pistas de atletismo, las piscinas, los campos de fútbol o los aparatos de gimnasia. Putin tiene claro el mensaje que quiere mandar y la inauguración, así como su papel histriónico durante el primer partido contra Arabia Saudita, certifican la convicción del líder ruso.

La apuesta personal de Putin es construir el relato del renacer ruso. La vuelta a la escena global de la gran potencia que entiende su papel en Medio Oriente, con Europa y en la relación con los Estados Unidos. Todo esto en el marco de los acuerdos con Corea del Norte y las sospechas de la intervención rusa en los comicios presidenciales americanos. Putin no ha escatimado nada. El mensaje a los 3 mil millones de espectadores que verán el Mundial es justamente el de una potencia en orden y dueña de su destino. Los operativos policiales son impresionantes. Nada puede salir mal. Frente a las incertidumbres en Occidente, Putin ofrece la vuelta al mundo de las naciones, la soberanía y un imaginario alternativa al debilitado consenso liberal. Orden y estabilidad, ofrece. Veremos a una Rusia que mostrará una cara amable, tratando de tapar las violaciones a los derechos humanos, el racismo ascendente y normalizado desde el poder, la eliminación de la democracia, la creciente desigualdad y el ascenso de los grandes jeques rusos. El deporte es también política y el Mundial será reflejo del papel preponderante de la Rusia del Zar Vladimir en la configuración del -des-orden global.

Suplemento Tapatío
 

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