Sábado, 18 de Mayo 2024
Suplementos | Segundo Domingo de Adviento

Preparen el camino del Señor

Confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva

Por: Dinámica pastoral UNIVA

"Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. WIKIPEDIA/«Predicación de san Juan Bautista», de Pieter Brueghel, el Viejo.

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Is. 40, 1-5. 9-11.

«“Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice nuestro Dios.
Hablen al corazón de Jerusalén
y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre
y que ya ha satisfecho por sus iniquidades,
porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados”.

Una voz clama:
“Preparen el camino del Señor en el desierto,

construyan en el páramo
una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve,
que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todos los hombres la verán”.
Así ha hablado la boca del Señor.

Sube a lo alto del monte,
mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz,
tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas;
anuncia a los ciudadanos de Judá:
“Aquí está su Dios.
Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña
y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará su rebaño;
llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos
y atenderá solícito a sus madres’’».

SEGUNDA LECTURA

2Pe. 3, 8-14.

«Queridos hermanos: No olviden que para el Señor, un día es como mil años y mil años, como un día. No es que el Señor se tarde, como algunos suponen, en cumplir su promesa, sino que les tiene a ustedes mucha paciencia, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan. El día del Señor llegará como los ladrones. Entonces los cielos desaparecerán con gran estrépito, los elementos serán destruidos por el fuego y perecerá la tierra con todo lo que hay en ella. Puesto que todo va a ser destruido, piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche».

EVANGELIO

Mc. 1, 1-8.

«Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,
a preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor,
enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”».

Preparen el camino del Señor

“La voz que clama en el desierto”. Así se conocía al profeta Juan cuando con la predicación y el ejemplo preparaba el camino del Señor, convertido en eco del profeta lsaías, quien anunció 800 años antes la venida de Cristo. A su tiempo Juan tuvo la dicha de bautizar a Jesús en las aguas del río Jordán. Dos hombres escogidos por Dios para recibir su revelación y hacerla saber a los hombres, para su instrucción y edificación, ofrecen su mensaje en este segundo domingo de adviento. Isaías, el más notable de los cuatro profetas mayores, hijo de Amós, descendiente de familia real, en su extensa profecía ocho siglos antes de Cristo, en ocasiones se dirige a sus conciudadanos, a veces a extranjeros. Este profeta anuncia la venida del “siervo de Yavé”, que habrá de traer la salvación, mas se ha de prepararle el camino. Y Juan el Bautista, último profeta del Antiguo Testamento y primero y último de la Nueva Alianza, aparece en el desierto “predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados”. Juan es el eco de la voz de Isaías, y su presencia es el anuncio de la ya cercana, casi inmediata, llegada del esperado, del Mesías.

“Ya viene detrás de mí uno más poderoso que yo”. Así anuncia Juan, a quien el pueblo de Israel esperó por siglos y siglos. El hombre es por esencia un perpetuo e incansable buscador. Está en camino, no ha llegado aún al término de su vida, y siente fatalmente deseos confusos, necesidades imprecisas que atormentan su espíritu. Para aturdirse, para silenciar esas voces interiores, detiene su mirada en lo cercano, en lo visible, en lo tangible. Por eso se vuelca al consumismo en este mes de diciembre. Quiere la gente olvidarse del verdadero rumbo de la vida, y en la práctica vive el consejo de los epicúreos: “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Por eso aparecen deformaciones filosóficas, intelectuales, sociales y hasta religiosas. Eso ayer, hoy, siempre, porque el hombre siempre se decide por lo fácil. “El que viene es Jesucristo, y es el mismo hoy que ayer, para siempre. No se dejen extraviar por doctrinas llamativas extrañas” (Hebreos 13, 9). “Que los valles y las hondonadas se rellenen”. 

Rellenar es no dejar agujeros en el camino. El alma se llena con la práctica de las virtudes teologales, cardinales y morales. Ser bueno, a los ojos del Señor, es vivir con hechos, no sólo de palabra. En un solo mandamiento resumió el Señor toda la ley y todos los profetas: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”.

José Rosario Ramírez M.

Vivir una vida prestada o la propia

Cuando se vive la vida a la intemperie, sin maquillajes, en la cruda y bella realidad, con toda su densidad y profundidad, en su belleza y espanto, en el silencio y el grito, en la duda y la claridad, se siente la fuerza de arrojarnos en la búsqueda de vivir nuestra propia vida para vivir nuestra propia muerte. Esta inmensa aventura no es de teorías, sino de audacia y arrojo, de atreverse a vivir inventándose cada día imaginando un nuevo porvenir.  

Jesús nos dijo que “hay que renacer de nuevo” (Jn 3 ,3), y nos dio testimonio con su vida y su muerte, siendo para nosotros “camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Eso fue lo que les sucedió a grandes personajes en la historia, que en un momento de su vida se encontraron con el dilema de vivir una vida prestada o asumir su propia existencia con el riesgo y la inseguridad que podría tener. Para cualquiera de ellos, hacerse cargo del timón de su propio camino no fue fácil, la ruta no estaba trazada, había que vivir sin saber a dónde ir, como dijo Jesús a Nicodemo: “el viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de donde vine ni a donde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3, 8). 

De una vida ordinaria, monótona y simple, hombres o mujeres pueden alcanzar niveles de humanidad y profundidad que vuelven sus vidas en algo extraordinario y apasionante, hasta llegar a ser grandes personajes de la historia o ser héroes anónimos, personas con un humanismo de tal talante que dan testimonio de cómo se puede vivir una vida plena. Hombres y mujeres así, son una invitación a dejar que la vida fluya, que no la queramos retener o encuadrar, sino que la vivamos apasionadamente en el más profundo sentido de asumirla con todo su misterio y para partirla, y compartirla. ¿No será ese el verdadero sentido del misterio de vivir? “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho” (Jn 12, 24).

José Martín del Campo, SJ - ITESO

De prisa

Agradecidos con Dios por el don de la vida, llegamos a la celebración del segundo domingo del tiempo de Adviento. San Juan Bautista, en el evangelio de este domingo, invitaba a la comunidad a intensificar los signos de conversión para preparar el camino al Señor. Éstas palabras encuentran eco en la magnífica exhortación de la segunda lectura de hoy, tomada de la segunda carta del San Pedro: “vivan ustedes esperando y apresurando la venida del Señor” con una vida santa y piadosa.

Podemos decir que el tiempo de adviento, en síntesis, nos invita a preparar los caminos del Señor que viene a inaugurar su reinado de verdad, justicia y paz, en el que hemos de trabajar con ilusión hasta la culminación final del reino de Dios, que todavía esperamos. Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia, anhelamos un mundo en que sea realidad el programa de Jesús: espíritu de las bienaventuranzas, cumplimiento pleno de la voluntad de Dios, fidelidad intachable, amor, perdón y hermandad universal bajo nuestro Padre común del cielo.

Está en nuestras manos acelerar el ritmo de conversión para el advenimiento de ese mundo nuevo mediante la fidelidad al Reino con nuestra conducta irreprochable, animada por el amor de la espera. El futuro soñado y maravilloso puede empezar a ser realidad aquí, mejorando nuestro presente; porque en él está el germen del futuro.

Quiero rescatar algunas actitudes de Juan el Bautista que nos pueden ser de utilidad en la intención de acelerar el ritmo de conversión personal, ya que se trata de actitudes fundamentales en nuestro modo de ser y hacer como discípulos de Jesús:

-Que Juan sea profeta del desierto implica que huye de las masas, huye de las modas, de lo políticamente correcto, en definitiva, huye de ese perverso arte de querer contentar a todos, aunque sea a costa de vivir un sucedáneo de Evangelio. ¿Alguna vez hemos “descafeinado” la exigencia evangélica con tal de quedar bien con los demás?

-Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto, es, en sí mismo, un acto de amor extremo a y por la verdad. Decirla en medio de la nada porque la verdad en sí misma tiene el valor del todo. ¿Cómo andamos de fidelidad a la verdad de mi vida, a la Verdad que es Cristo, aunque ello implique vivir desertado?

-Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto refiere a decir las cosas limpias de todo ruido, interés o distracción colateral. La verdad va emparejada a la nitidez, a la belleza en lo que se dice y en cómo se dice. ¿Qué hablo y cómo lo hablo? ¿Cómo es nuestra predicación de discípulos del Señor?: ¿nítida?, ¿ausente de intereses y distracciones o interesada y justificativa de nuestros modos de ser y hacer?

Haz, Señor, que la levadura de tu Reino nos convierta en hombres y mujeres nuevos a la medida de Cristo Jesús, para que seamos fermento capaz de transformar desde dentro las estructuras familiares, laborales, políticas y económicas posibilitando el nacimiento del hombre y del mundo nuevos. Amén.

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