Martes, 07 de Mayo 2024

Pónganse a salvo de este mundo corrompido

Jesús nos dijo: "Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos".

Por: El Informador

Jn. 10, 1-10. “Yo soy la Puerta de las ovejas”. ESPECIAL

Jn. 10, 1-10. “Yo soy la Puerta de las ovejas”. ESPECIAL

LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA: Hch. 2, 14. 36-41. “Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.
EVANGELIO: Jn. 10, 1-10. “Yo soy la Puerta de las ovejas”.
PRIMERA LECTURA: Hch. 2, 14. 36-41. “Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.

(Hch. 2, 14. 36-41).

Tal parece que no somos tan desentendidos de la invitación que en su momento San Pedro, lleno del Espíritu Santo, dirigía al pueblo después de la resurrección de Cristo. Y es que basta echar un vistazo a nuestra vida para descubrir que, tal vez de manera inconsciente, buscamos estar muy atentos a todas las circunstancias de peligro a las que estamos expuestos. En casa, por ejemplo, desde una chapa hasta cámaras de seguridad, sin pasar por alto el alambre de púas, la malla electrificada, o cuando menos, los clásicos vidrios puntiagudos adheridos a la barda. Nuestros carros asegurados, con alarmas sensibles al más mínimo movimiento. Los sistemas de seguridad que existen en bancos, centros comerciales, plazas, en fin, una enorme cantidad de herramientas que se utilizan en favor de nuestra seguridad.

Sé que todo esto lo hemos ido implementando en nuestra vida por tanta inseguridad que se vive, porque cada vez son más los casos de violencia y corrupción que se hacen presente en la comunidad. Pero San Pedro no precisamente se refiere a todo esto. Lo que buscaba en realidad era, en un primer momento, anunciar la mesianidad de Jesucristo, vencedor de la muerte; y, en un segundo plano, invitarlos a salir de aquella dureza de corazón, a ser libres del ambiente que los rodeaba y que les impedía recibir las promesas divinas a ellos y a su descendencia. De ahí su invitación al arrepentimiento y a hacerse bautizar para recibir el perdón acompañado de la gracia del Espíritu Santo. 

No debemos olvidar que existe un enemigo muy poderoso en medio de nosotros que puede llevarnos a vivir en la desgracia, el vacío, y la soledad. Es muy astuto, entra sigilosamente en la vida del hombre y lo va llenando de un veneno mortal, el egoísmo. Este mal, le va apartando, poco a poco, de la comunidad, ciega toda capacidad de bondad en el individuo, le lleva a buscar placeres momentáneos que a largo plazo le harán sentirse vacío por completo y esto desencadenará una serie de amargura, necesidad y un nulo sentido de la vida. Necesario es entonces, para coronar la invitación del apóstol Pedro, para ponernos a salvo de este mundo corrompido, escuchar la voz del mismo maestro que nos dice: Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos.

Sí, mis hermanos, Jesús, el Buen Pastor, se presenta como el sistema más avanzado y con los mejores resultados para encontrar nuestra seguridad. Es la puerta de salvación para la humanidad porque ha ofrecido la vida por sus ovejas. Quien entra por esa puerta, es decir, quien decide formar parte de ese rebaño, custodiado por Cristo, puede estar seguro de que ni la desgracia, ni el vacío, y mucho menos la soledad, síntomas de ese egoísmo del que hablábamos anteriormente, se harán presente en su vida, porque encontrará pastos. Esto quiere decir que no le faltará nada, tendrá todo lo necesario para una vida plena, no estaremos a merced de la incertidumbre ni la inseguridad, porque Él tiene en sus manos nuestro destino, y eso es sumamente consolador, porque Su bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida. Amén.

El buen Pastor

En este cuarto domingo de Pascua se reaviva la fe en la unidad de la Iglesia en el único Pastor, Jesús, que con su pasión, su muerte y su resurrección conquistó la nueva grey de los salvados por la misericordia del Padre, y han caminado las ovejas en casi veinte siglos hacia la patria eterna, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo.

Desde la antigüedad, en el pueblo de Israel siempre ha habido hombres que han dedicado su vida a la cría y al cuidado de ovejas y cabras. En los libros del Antiguo Testamento son frecuentes las figuras del pastor y su rebaño, las ovejas, los lobos. También aparecen los salteadores, los usurpadores, los mercenarios, los cobardes, así como los excelentes pastores capaces de dar la vida por sus ovejas. En el libro del Génesis, Abel ofrece en sacrificio a Dios las mejores ovejas de su rebaño. En el libro del Éxodo, Moisés dejó ese bucólico oficio el día en que vio la zarza ardiendo y recibió el mandato divino de pastorear otro rebaño, éste de seres humanos rebeldes, dados a la murmuración, descontentos y hasta idólatras, cuando con la industria de sus manos labraron en oro un becerro para darle culto. Dificil oficio, pues, era el de pastorear hombres. David guardaba las ovejas de su padre José. Un día cambió radicalmente su destino: el profeta Samuel derramó aceite sobre la cabeza de este muchacho rubio y de buen parecer, y de allí en adelante pastoreó a su pueblo, Israel.

En torno al fuego, a unos pastores se les apareció un mensajero divino, un ángel, quien les dijo: “No teman, les traigo una buena nueva, una gran alegría que es para todo el puebla ha nacido un salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de Belén. Lo encontraréis envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. Fueron presurosos y encontraron a María, a José y al Niño tal como se les había anunciado. Los pastores vieron, recién nacido, al Buen Pastor de todos los pueblos, en todos los siglos. La imagen del Buen Pastor fue muy familiar a los cristianos de los primeros tiempos, y es la de Jesucristo en la Iglesia naciente. Es la imagen más expresiva, porque es el más grande amor de quien ha dado la vida no sólo por los justos, sino por todos. Murió y resucitó para la vida de todos.

José Rosario Ramírez M.

Vivir como Dios manda: más cercanos que nunca

Desde varias generaciones atrás, vivimos en escenarios impregnados de una narrativa de violencia, exclusión y muerte. En estos tiempos se suma a esta escalada de odio y miedo el brote endémico del virus SARS COv2, coronavirus causante de la enfermedad COVID-19, que ha ocasionado grandes impactos en diferentes ámbitos en la población mundial, obligando a la Organización Mundial de la Salud a declarar desde el 30 de enero del 2020 una emergencia de salud internacional. 

Desde hace mucho tiempo vivimos y padecemos la corrupción, la impunidad, el miedo, la rabia, el rencor y la venganza; en medio de la polarización y el doble discurso, experimentamos frustración, violencia, inseguridad y vulnerabilidad. No vivimos en paz, ni como Dios manda. La estela de personas asesinadas, desaparecidas o desplazadas no acaba. Si bien la actual situación cambia nuestros hábitos, exagerando en la seguridad hasta blindarnos personal y socialmente, se ha dado pie a “normalizar” la mirada de odio, así como la palabra dura y la mano armada. Hoy, por si fuera poco, el COVID-19 nos impone medidas extremas como, entre otras, el aislamiento social; el uso de cubrebocas, guantes y caretas resulta simbólico. Ojalá no nos acostumbremos y lo normalicemos, ni hagamos que las economías del miedo y el odio ejercidas por mentes y manos poderosas marquen nuestro estilo de vida, que nos distancie cada vez más de vivir como Dios manda: más cercanos que nunca.

Vivir en tiempos de miedos y odios sin morir en el intento es estar más cercanos que nunca, es vivir al modo de Jesús, como Dios manda. Hoy es más urgente que nunca el tiempo de la compasión, la solidaridad y lo comunitario. Estamos en tiempos Pascuales, tiempos de vivir vivos en abundancia, dándole la vuelta a los malos tiempos. Si entendemos que la figura del Pastor es la invitación a cuidarnos, si escuchamos la voz que nos dice “yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”, obraremos en consecuencia natural: nos cuidaremos cada una y cada uno, entre todas y todos, y cuidaremos del resto de nuestra Casa Común.

Javier Escobedo, SJ - ITESO
 

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