Jueves, 25 de Abril 2024
Suplementos | Domingo trigésimo segundo ordinario

Permanezcamos vigilantes

La vida terrena debe ser una vigilancia positiva y amorosa, en espera del encuentro definitivo con Cristo

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta». WIKIPEDIA/«Parábola de las diez vírgenes», W. Von Schadow

«Llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta». WIKIPEDIA/«Parábola de las diez vírgenes», W. Von Schadow

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sab. 6, 13-17.

«Radiante e incorruptible es la sabiduría;
con facilidad la contemplan quienes la aman
y ella se deja encontrar por quienes la buscan

y se anticipa a darse a conocer a los que la desean.

El que madruga por ella no se fatigará,
porque la hallará sentada a su puerta.
Darle la primacía en los pensamientos
es prudencia consumada;
quien por ella se desvela
pronto se verá libre de preocupaciones.

A los que son dignos de ella,
ella misma sale a buscarlos por los caminos;
se les aparece benévola
y colabora con ellos en todos sus proyectos».

SEGUNDA LECTURA

1 Tes. 4, 12-17.

«Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él».

EVANGELIO

Mt. 25, 1-13.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora’’.»

Permanezcamos vigilantes

En la vida cotidiana, en la calle, al volante de un vehículo y en las cosas pequeñas propias del hogar, debernos mantenernos atentos, cuidadosos de todo y de todos, y en el mayor de los negocios del hombre, o sea la salvación eterna, con mayor razón el cristiano ha de estar siempre alerta, vigilante.

Ser vigilante es vivir con profundidad la existencia humana y cristiana. Es tener siempre los ojos puestos en la brújula y firme la mano en el timón, para ir seguros hacia el puerto.

En este domingo trigésimo segundo ordinario del año, Jesús, el Hijo de Dios, con una parábola ilustra las mentes y mueve las voluntades a entender el sentido la vida, para no ser sorprendidos en esta irreflexión continua, atraídos por esos muchos “juguetes” que como en un tianguis enorme ofrece el mundo actual.

Jesús obsequia ahora la parábola de diez vírgenes a quienes se ha invitado a iluminar con sus lámparas la sala de fiestas, en el festejo de una boda. Cinco de ellas, prudentes, prepararon sus lámparas y su provisión de aceite. Las otras cinco no cuidaron de llevar el aceite, y sus lámparas languidecieron y se apagaron.

En contraste pone el Maestro las dos actitudes: las de sí y las de no; las vírgenes que con alegría entraron al salón de la fiesta, y las otras que, con llanto, se quedaron fuera.

¿Quién es el esposo? Es el Señor Jesús. Al concluir su acción entre sus discípulos, entre su pueblo que lo escuchaba, lo veía , lo tocaba, se elevó a los cielos a la vista de los once apóstoles. Fue arrebatado a la vista de ellos y una nube lo sustrajo a sus ojos. Estaban mirando atentamente hacia el cielo, mientras Él se iba. He aquí que se les presentaron dos varones con vestiduras blancas y les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado entre vosotros al cielo vendrá como le habéis subir”. (Hechos de los Apóstoles 1, 9-12). Es claro el significado de la parábola. Es una recordación de que todo cuanto va en el tiempo, llega a su final. El hombre nacido en el tiempo va y llegará, y para el creyente ese final es el gran día, porque la oveja llegará a brazos de su pastor. La vida terrena debe ser una vigilancia positiva y amorosa, en espera de ese encuentro definitivo con Cristo.

El cristiano sabe que su muerte no será perecer, ni quedará prisionero para siempre bajo una losa en el cementerio. Una sepultura no encierra la eternidad.

José Rosario Ramírez M.

Salid al encuentro del esposo

Analizando un poco nuestro mundo podemos observar cuánto vacío existe en él, hay muchos signos de muerte. Hablar de esto no significa ser pesimista: es ser realista. La gente sufre, vive en medio de extrema violencia y una suerte de abuso normalizado, aceptado como única alternativa. Mirar para otro lado, retraerse, hacer análisis sesgados o tibios, no denunciarlo o justificarlo ideológicamente supone traicionar a ese buen Jesús al que decimos amar, tal que fieles esposos y esposas.

Ante este panorama, afirmar que queremos salir al encuentro del esposo, decir que sus desvelos son los nuestros, asegurar que nos estamos movilizando, que estamos tomando nuestras lámparas y andamos, merece análisis. No para cuestionar si es cierto o no, seguro que es verdad que ese es nuestro impulso, faltaría más; sino para repensar una vez más, desde dónde lo hacemos y cómo.

Salir al encuentro del esposo, que en limpio significa interesarte decididamente por un tú, por un otro u otra, por un tú sufriente y roto, y hacerlo a la ligera, de forma improvisada, somera, voluntarista, pero sin hacer pie y sin tener claro desde dónde, es, ya lo dice el Evangelio, una actitud insensata y necia. Bien podría ser un movimiento bienintencionado, que, aun así, en algún momento deviene virtualmente estéril. Salías pretendiendo ser lámpara y luz, pero tarde o temprano descubres que no llevabas aceite. Da la impresión, de que ser capaz de identificar un cuándo (…porque no sabéis el día ni la hora…), un dónde y un cómo (…y se pusieron a preparar sus lámparas…) supone funcionar con unas herramientas que permiten el reconocimiento mutuo y conjuran la necedad de vivir a base de encuentros estériles. Recordemos que Jesús dedica duras palabras a quienes que no fueron capaces de cuidar y preparar sus lámparas para el momento “…no los conozco…”.

La clave de este otro modo de vivir el encuentro con el esposo, con la humanidad de forma más auténtica y verdadera, viene de la Sabiduría. Y aquí la primera lectura no es nada ambigua. La sabiduría es radiante e inmarcesible, no caduca, no se acaba. Estupendo ¡qué gran noticia! pero para verla “fácilmente” es necesario amarla, buscarla y desearla. Salir al encuentro del tú, y hacerlo desde la sabiduría que anticipa la riqueza de encontrar, quizá supone que en mi mente y corazón tiene que existir la necesidad y el amor por ese tú. Requiere optar, estar dispuesto a que ese tipo de presencia, muchas veces sufriente, rota y dolorosa, entre en mi vida, sea mirada por mis ojos. Es algo mucho más que una piedad diligente, es “madrugar” por y para el encuentro con lo humano, es no cansarse de buscarlo. Es no huir de las situaciones desesperadas. Es pronunciar palabras necesarias y hacerlo sin cobardía. Es situarse donde toca, es pensar siempre dónde se detendría el esposo, dónde mora la Sabiduría, dónde se está más cerca de lo verdadero, de lo que vale la pena. Es alojarse en lo que no es estéril.

No permitas, Señor, que se nos embote el sentido cristiano para percibir tus venidas continuas a nuestro mundo. Ayúdanos a mantener siempre ardiendo la lámpara de la fe que tú encendiste el día de nuestro bautismo. Amén.

La admonición oculta

La nueva encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, un llamado a la amistad social y la fraternidad universal, podría parecer, a simple vista, una serie de buenos deseos y un derroche de optimismo. Podríamos incluso pensar que el Papa peca de optimista cuando nos recuerda que el cristianismo es una invitación a ver en toda persona a un hermano.

Nada más lejano a la realidad que esta perspectiva. Cuando el Papa escoge el título de la encíclica, lo busca dentro de una admonición de san Francisco de Asís que propone un estilo de vida “con sabor a Evangelio”, según dice la misma carta. Este estilo de vida se trata de las tribulaciones de Cristo. San Francisco nos recuerda que las ovejas salvadas por el Buen Pastor han debido seguirlo en sus dificultades, para luego recibir la gloria eterna. Esta admonición resulta de una gran severidad, cuando nos recuerda que los santos (las ovejas que han seguido al Buen Pastor) han realizado sus obras, pero nosotros queremos recibir su gloria solamente predicándolas.

Si vamos un poco más allá en nuestra interpretación, diremos que los cristianos de hoy día queremos seguir a Jesús para salvarnos, para alejarnos de los males del mundo. Consideramos y creemos que el cristianismo es una religión buena, que nos hace mejores seres humanos. Pero estas ideas, en realidad, nos alejan del pensamiento de San Francisco y también del pensamiento del Papa.

Seguir a Cristo en sus tribulaciones, quiere decir enfrentar la dificultad que supone querer el bien de otras personas: conflictos, malentendidos, incluso violencia y muerte. Seguir a Cristo no es tarea fácil, y el Papa constata esta realidad. Cuando abre la encíclica, nos invita a mirar y a enfrentar el dolor del mundo: la ausencia de un proyecto de bienestar para todos, una globalización y un progreso que han perdido el rumbo, una dignidad humana cada vez más pisoteada.

El Papa puede ser optimista, pero no ingenuo. La admonición de San Francisco nos recuerda que la búsqueda de la fraternidad siempre pasa por frustraciones, dificultades y conflictos, para luego entrar en la gloria.

Rubén Corona SJ - ITESO

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