Jueves, 02 de Mayo 2024

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La tentación

Por: Salvador Carrillo García

La tentación

La tentación

En una democracia nadie gana todo o pierde todo. El sistema de pesos y contrapesos, de distribución del poder y la posibilidad de lograr consensos para la toma de decisiones ha significado una serie de disposiciones legales y luchas históricas por hacer del sistema político uno basado en la pluralidad y el diálogo. Por supuesto que el costo de las decisiones recae en aquellos que buscaron, por medio del voto, alcanzar el espacio de responsabilidad por el que tanto lucharon.

Como todo sistema presidencialista, el mexicano busca las mayorías para la construcción de consensos, la figura del mandatario ocupa toda la esfera política por su aparente capacidad de hacer, pero la Constitución establece mecanismos para evitar que la tentación del poder desborde en la consecución de la vida pública. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador goza de una legitimidad y condiciones de gobernabilidad como no se había visto desde que un partido hegemónico se montó en el Gobierno y conformó una especie de trinidad en que el gobernante era la encarnación del poder. La narrativa ambiciosa de una transformación de la vida pública del país se hizo pertinente a la visión generalizada de un sistema agotado, deshecho, corrupto en toda la extensión de la palabra. Pero esta narrativa, que se impone como un discurso uniforme y aplastante da muestras de una nostalgia que puede ser alarmante, peligrosa.

El Presidente entiende el poder y sabe ejercerlo, se preparó en la tradición del estilo personal de gobernar y hoy que, al fin lo ha podido hacer, aprovechará cada momento y cada instancia para imprimir su sello y lograr la trascendencia. Su ventaja natural, además del carisma, es la conformación del Legislativo, la cómoda mayoría y la facilidad con que se pueden lograr las cosas se hace atractiva para unos adversarios que poco a poco comprenden que el ejercicio del poder los tocará y puede hacerlo, incluso para doblegarlos. La desconfianza en los órganos autónomos, que fueron creados como respuesta al abuso del poder pareciera una afrenta sistemática por ahogarlos, por desarticularlos, la posible polarización de la opinión pública para señalar  “adversarios” cuyo única característica es la pintoresca etiqueta, el estrado y micrófono matutinos que se decoran poco a poco en púlpitos y megáfonos no sólo determina la agenda política, sino obliga a todos a actuar en consecuencia, cuando uno habla primero sólo puede esperar réplicas, y buen pueden ser ignoradas. El diablo está en los detalles, el Presidente está desmontando la estructura del Viejo Régimen pero opera con las reglas del mismo puesto que lo conoce, porque fue lo que lo formó y el que lo hizo ser quien es.

El liberalismo parte de la desconfianza de quienes ostentan el poder, de que naturalmente buscarán adoptarlo y usarlo, y pugna porque sea limitado y vigilado. El presidente se ha declarado en numerosas ocasiones, como un liberal, como alguien que sabe que la ampliación de las libertades y la razón son las condiciones y herramientas para el desarrollo y la búsqueda de plenitud del individuo. Esperemos que la tentación del autoritarismo no lo seduzca, como lo hace con aquellos que saben que el poder es para ejercerlo.

* Salvador Carrillo García es licenciado en Estudios Políticos y Gobierno.

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