Viernes, 26 de Abril 2024

Dignidad de la conciencia moral

La Cuaresma es un llamado a las personas para que recuerden que son inmortales, que han sido creados a imagen y semejanza de su Creador y que tienen un alma que salvar

Por: El Informador

Toda la vida pública de Jesús está trazada por las fiestas judías, y él las irá llenando de significado y les dará cabal cumplimiento al presentarse como la Pascua definitiva. ESPECIAL

Toda la vida pública de Jesús está trazada por las fiestas judías, y él las irá llenando de significado y les dará cabal cumplimiento al presentarse como la Pascua definitiva. ESPECIAL

• Tercer domingo de cuaresma
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Éxodo 20, 1-17

“Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto y de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí”.

SEGUNDA LECTURA
Primera carta de san Pablo a los corintios 1, 22-25

“Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero sabiduría de Dios para los llamados”.

EVANGELIO
San Juan 2, 13-25

“¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?. Jesús respondió: Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”.

En la primera lectura de este tercer domingo de Cuaresma, la Iglesia ha puesto una página del libro del Éxodo (20, l, 17) que es la promulgación solemne del decálogo, los 10 preceptos para poner de manifiesto a los hombres de ahora que estas leyes -las únicas que ni pasarán de moda, ni admitirán modificaciones ni mutilaciones-: son las señales imperecederas para que el hombre, peregrino en el tiempo, no se pierda en la ruta; y si es fiel, tendrá paz, orden y dicha en su vida terrena, y la certeza de alcanzar la eterna.

En los planes de Dios, 10 leyes son suficientes para asegurar el orden, la hermosura, la bondad y la armonía del universo. Los astros van siempre por la línea de sus órbitas; las plantas siempre siguen sus invariables leyes; su manera de obrar está fija, determinada.

Al hombre se le dio la ley para perfeccionar la libertad. En tablas de piedra, desde hace cuatro mil años, en diez leyes ha dejado el Señor las señales para el hombre buscador perpetuo de felicidad: Feliz será, si cumple; feliz en el tiempo. Y además, se le acercó un joven a Jesús y le dijo. “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”. La respuesta fue: “Si quieres entraren esa vida, guarda los Mandamientos”.

El hombre actual, encerrado en los estrechos límites de una vida material, ante una ética laicista y acomodaticia, corre continuamente el riesgo de caer en una degradante inmoralidad.

Los jóvenes con una supuesta madurez desde luego individualista, se hacen sus propios códigos y buscan que no cueste su cumplimiento; tener o no tener leyes, según su conveniencia y gusto propios. Muchos buscan afanosos la felicidad por falsos derroteros; pero por más que la busquen, no la encontrarán lejos de Dios.

La Cuaresma, tiempo de conversión, es un llamado a todos los precipitados, amontonados en estas ciudades por las que corren cientos de millares de vehículos automotrices, y donde en las horas del día y de la noche millones de pantallas nunca les recuerdan a los usuarios que son inmortales, que han sido creados a imagen y semejanza de su Creador y que tienen un alma que salvar.

La principal lucha del hombre, en medio de este mundo desquiciado, está en volver los ojos a Dios y en reconocer que las lluvias milenarias no han borrado las 10 leyes grabadas en las piedras del Sinaí.

Jesús se enfrenta al fariseismo puritano “Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas; entonces hizo un látigo de cordeles y, azotándolos, los echó del templo”.

En el recinto sagrado, allí junto al Santo de los Santos, cerca del altar de los sacrificios, santuario místico del pueblo, comerciaban, compraban, vendían. Ya no era lugar de oración y recogimiento.

Por eso quiso el Señor dejar una enseñanza para ellos, los de después, los de ahora. Muchas veces en las bodas, en las celebraciones de quinceañeras, es desagradable en la iglesia el espectáculo de inmodestia en los vestidos y el tráfico de fotógrafos. Unos comercializan, otros dan la impresión de que están en un salón de fiestas. ¿Tendrán fe? ¿creerán que allí en el altar se renueva, continúa, el drama del Calvario? Porque cada vez que se celebra la Santa Misa es un memorial vivo de la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Los judíos expulsados del templo no se resignaban a ser los vencidos. Violentos, le preguntaron a Cristo: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”. Su afirmación había sido motivo de risa, de burla, e insistieron: “Cuarenta y seis años ha llevado la construcción del templo. ¿Tú lo vas a levantar en tres días?”

Pero Cristo hablaba de su cuerpo. Allí les anunció el portento de su gloriosa resurrección. Así, el Señor va acercándose a su cumbre, a la consumación del misterio de la redención. Allí, en medio de los suyos que no lo reconocieron.

José Rosario Ramírez M.

El escándalo de Jesús

El episodio de la expulsión de los vendedores del templo, puede parecernos a nosotros, no sólo normal, sino hasta extraño imaginar los vendedores y justificar lo hecho por Jesús, pero no debemos perder de vista el contexto histórico.

Los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, así como los cambistas, además de ser algo “normal” en esa época, eran necesarios, era la manera en que los participantes en los cultos del templo, podían realizar sus sacrificios y ofrecer sus ofrendas al cambiar sus monedas en aquellas que si podían depositar en el templo.

La pascua de los judíos debía celebrarse en el templo, con el sacrificio de víctimas para conmemorar las obras maravillosas de Dios en la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto.

El relato es de suma importancia porque Jesús al entrar en el templo no sólo expulsa a los vendedores, sino también a los corderos y bueyes, declarando con este gesto, que impresionó a propios y extraños, que él es la verdadera víctima, ya no hay necesidad de sacrificios de animales, él se ofrecerá como único y perfecto sacrificio, y no es necesaria ninguna moneda de cambio, él ha pagado el rescate.

Con su gesto, de expulsar y purificar el templo, cumple la profecía de Zacarías: “En aquel día no habrá ya traficantes en el templo del Señor de los ejércitos”. Jesús da cumplimiento a las Escrituras y proclama a la vez su divinidad, y anuncia su resurrección, prueba máxima de su condición: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”.

Toda la vida pública de Jesús está trazada por las fiestas judías, y él las irá llenando de significado y les dará cabal cumplimiento al presentarse como la Pascua definitiva. Este pasaje, en particular, es el anuncio culmen de lo que significaba el templo y lo que Cristo nos da, él mismo se convertirá en el nuevo templo para un culto en “espíritu y verdad”.

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