Lunes, 06 de Mayo 2024
Suplementos | Domingo décimosexto ordinario

Crece el bien, crece el mal

El misterio de la libertad del hombre ha dado diferentes resultados: el bien y el mal han crecido y dado frutos, de vida para unos, de muerte para otros

Por: Dinámica pastoral UNIVA

“Vigilen y oren para que no caigan en la tentación”, dice Jesucristo. WIKIPEDIA/«El enemigo sembrando cizaña», de Heinrich Füllmaurer

“Vigilen y oren para que no caigan en la tentación”, dice Jesucristo. WIKIPEDIA/«El enemigo sembrando cizaña», de Heinrich Füllmaurer

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sab. 12, 13. 16-19.

«No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas.
No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas
de la justicia de tus sentencias.
Tu poder es el fundamento de tu justicia,
y por ser el Señor de todos,
eres misericordioso con todos.

Tú muestras tu fuerza
a los que dudan de tu poder soberano
y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían.
Siendo tú el dueño de la fuerza,
juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza,
porque tienes el poder y lo usas cuando quieres.

Con todo esto has enseñado a tu pueblo
que el justo debe ser humano,
y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza,
ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta».

SEGUNDA LECTURA:

Rom. 8, 26-27.

«Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen».

EVANGELIO

Mt. 13, 24-43.

«En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’».

Crece el bien, crece el mal

El Evangelio de hoy nos presenta tres parábolas, esas formas maravillosas con que el Maestro hace inteligibles los misterios del Reino de Dios para los pequeños y sencillos.

En la primera parábola, única aquí comentada, se hace referencia a una realidad: el bien y el mal coexisten; juntos han estado siempre, porque donde están los hombres -que son libres- siempre se está en pugna entre el bien y el mal. Nunca han faltado los justos, los que “pudieron pecar y no pecaron; pudieron hacer el mal y no lo hicieron” -del libro de la Sabiduría-, y también los que han caído y se han levantado; y, por desgracia, los que cayeron y no tuvieron fuerza para volver al bien.

En unos y en otros cayó la semilla buena, y unos y otros recibieron también la incitación al mal. El tremendo misterio de la libertad del hombre ha dado diferentes resultados: el bien y el mal han crecido y dado frutos, de vida para unos, de muerte para otros.

En este siglo XXI cambian los jóvenes a su conveniencia, la línea divisoria entre el bien y el mal, para acallar su conciencia, y aseguran que no hay maldad en lo que dicen y hacen. Sólo Dios es el legislador, y la ley divina es eterna, inimitable.

Así como muchos siembran el bien, muchos también se gozan en sembrar el mal. La parábola empieza de esta forma: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo, pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño y sembró cizaña entre el trigo”.

Cada cristiano es un campo donde puede caer la buena semilla, o la cizaña, continua debe ser la vigilancia, para discernir si la invitación es al bien o al mal. Jesucristo, la última noche de su vida mortal a sus adormecidos discípulos les manda: “Vigilen y oren para que no caigan en la tentación”. Los males crecen en la persona y en la Iglesia cuando se cae en el sueño; es decir en el descuido, en la no vigilancia y en el olvido de la oración. El hombre es frágil, y si se quiere atener a sus solas fuerzas, sin duda caerá.

José Rosario Ramírez M.

Las parábolas del Reino

Jesús, en el Evangelio de hoy, explica en qué consiste el Reino mediante tres parábolas. Había entre quienes lo escuchaban personas que suponían que Dios intervendría en forma ostentosa para salvar a su pueblo. Ese fatalismo no difiere mucho de las creencias actuales en soluciones mágicas, en determinismos inmovilizadores o en providencialismos que ponen la confianza en fuerzas reguladoras que terminan por negar la libertad humana.

La parábola del trigo y la cizaña nos invita a evitar las soluciones puristas: en el mundo, como en el corazón humano, experimentamos tensiones entre el bien y el mal, y solemos justificarnos pensando que siempre estamos en el bando de los buenos, excluyendo a los otros que son, sin duda, los malos. Esta falta de discernimiento puede conducirnos a erradicar el trigo junto con la maleza; al hacerlo, cancelamos las posibilidades de diálogo y apostamos por la eliminación de aquellas personas a quienes consideramos militantes del bando malo.

La parábola del grano de mostaza propone considerar nuestra vida a la luz de un proyecto que puede dotarla de sentido, e invita a no desestimar la escala e impacto de nuestras acciones. Consideradas de manera aislada, muchas acciones nuestras parecen insignificantes o poco valiosas. Consideradas a la luz de un horizonte que las dota de sentido, nuestras acciones no son poca cosa: con lo que hoy hacemos o dejamos de hacer contribuimos a forjar un mundo conforme al corazón de Dios o contribuimos a hacer lo opuesto.

La parábola de la levadura que fermenta la masa llama a vivir con un corazón apasionado que hace presente en cada instante al Dios que busca la vida del mundo. No se trata de construir sociedades fundamentalistas, sino de discernir los signos del paso de Dios en el mundo y en el corazón humano. Así, tomamos parte en la iniciativa amorosa de Dios que nos invita a forjar situaciones donde sea posible vivir plenamente, en todos los ámbitos y escalas en que actuamos. Para hacerlo no hay recetas, cada quien debe discernir, de manera personal y colectiva, lo que más conduce a vivir la bondad de Dios.

Luis Arriaga, SJ - Rector del ITESO

Tolerantes y optimistas

En el evangelio de este domingo debemos destacar la paciencia de Dios que, aunque tiene en su mano todo el poder, se muestra tolerante con su creatura, el hombre, que es débil y peca. Tal conducta contrasta con nuestra habitual intolerancia, juicios negativos sobre los demás e impaciencia que nos lleva al desaliento y al derrotismo.

La lección de comprensión y tolerancia que se desprende de la parábola de la cizaña es para todos, pues todos somos exigentes ante los fallos ajenos, pero muy amigos de auto-justificarnos y muy fácil para excusarnos. Tenemos una vista muy aguda para ver la paja en el ojo del otro, y muy débil en percibir la viga en el nuestro. Mientras no nos reconozcamos implicados en el mal del mundo, no nos convertiremos ni experimentaremos la “dulce esperanza de que en el pecado Dios da lugar al arrepentimiento”, ni habremos aprendido de Él a ser humanos con nuestros semejantes.

Es bueno recordar que el mal y el bien no están solamente fuera de nosotros, sino también dentro del propio corazón. Porque olvidamos esto y no nos conocemos lo suficiente, nos atrevemos a ser jueces de los demás gratificando la intransigencia. Nadie es tan bueno que no tenga algo de cizaña; nadie puede presumir de ser enteramente trigo limpio. Jesús lo dijo: “solamente Dios es bueno. Por eso, no condenen y no serán condenados; pues con la misma medida con que miden a los demás, serán medidos”.

Otra tentación, a parte de la intolerancia, que ronda continuamente, y a la que cedemos frecuentemente, es la impaciencia y el pesimismo desalentador ante la dura realidad de un mundo en que el desierto de la falta de fe avanza vorazmente. A veces estamos tentados a creer que la súplica del Padrenuestro: “venga a nosotros tu reino”, no acelera su venida. Sin que sepamos cómo, la semilla del Reino germina y fructifica dondequiera que un corazón humano responde a Dios. Él es quien da el crecimiento y espera pacientemente la cosecha.

El crecimiento del Reino de Dios sigue un proceso desconcertante para nuestra impaciencia, pero no permite el pesimismo ni la desesperanza. Tal es el mensaje del evangelio de este domingo. Sus tres parábolas: la cizaña en medio del trigo, el diminuto grano de mostaza que crece hasta anidar los pájaros en sus ramas, y la levadura que fermenta toda la masa, constituyen tres parábolas de contraste. Es decir, muestran el crecimiento incontenible del Reino de Dios a partir de comienzos insignificantes; pero el éxito final es de Dios.

Bendito seas, Señor, paciente y misericordioso, porque juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia. Haz, Señor, que sepamos asumir nuestras propias limitaciones y las de nuestros hermanos, como Tú nos aceptas a todos. Y puesto que tu Reino nos necesita como servidores invulnerables al desaliento, ayúdanos con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

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