Viernes, 26 de Abril 2024

Sociedad civil y Pueblo

A diferencia de lo que muchos creen, no son conceptos intercambiables

Por: Enrique Toussaint

El análisis político de Enrique Toussaint lleva a reflexionar el uso correcto de las palabras. ESPECIAL

El análisis político de Enrique Toussaint lleva a reflexionar el uso correcto de las palabras. ESPECIAL

El 13 de febrero pasado, Andrés Manuel López Obrador decía en su rueda de prensa matutina: “¿saben cómo se llamaba la sociedad civil antes? ¿Cómo se le decía a la sociedad civil y cómo se le llamaba antes? Antes se le llamaba pueblo. Nada más que yo no sé quién agarró eso de la sociedad civil y se la apropiaron”. El ahora Presidente, tanto como candidato como líder de Morena, nunca escondió su recelo frente a ese concepto tan presente en nuestro debate público que es la sociedad civil. Tampoco, nunca ha escondido que él prefiere hablar del “pueblo”. ¿Hay diferencias entre ambos conceptos? ¿Qué connotaciones tiene el uso de una u otra palabra?

Comencemos por el concepto “pueblo”. La palabra tiene su origen en los primeros movimientos democratizadores que surgieron en los siglos XVIII y XIX. El pueblo elige a sus gobernantes y su forma de Gobierno. La ilustración ató la soberanía al pueblo mismo. Así lo dice el artículo 39 de la Constitución mexicana: la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de Gobierno. Pueblo se convirtió en el concepto político del estado-nación.

La sociedad civil nace, de la misma manera, en el siglo XIX y también evoca a un grupo de ciudadanos que forma parte de una comunidad. Su naturaleza es opuesta a la “sociedad política” (o clase política). Es un concepto de raigambre liberal, por lo que asume un núcleo de individuos despolitizados y una división tajante entre lo que supone quién está adentro y quién está afuera del Estado.

Sin embargo, más allá de los orígenes de cada una, es cierto que cada concepto es en sí mismo una construcción política. En México, la transición a la democracia y la apertura económica fue erosionando la idea de pueblo y la sustituyó con sociedad civil o ciudadanía. La primera para referirse, en particular, a colectivos de ciudadanos que se organizan para exigir resultados a los gobernantes. Por supuesto, la acepción contemporánea de sociedad civil tiene un sesgo economicista. Parte de la idea de que el Gobierno debe proveer ciertos bienes y servicios públicos, y que la sociedad civil (los consumidores) se organizan cuando el garante público no cumple con su parte. Así, la sociedad civil se asume como heterogénea y se entrelaza de acuerdo a las demandas específicas de nicho: corrupción, desempleo, inseguridad, etcétera.

Ése es el origen, pero su implementación es distinta. En términos generales, la sociedad civil apela a ciudadanos de clases medias o acomodadas, con tiempo y recursos suficientes, para buscar incidir en los temas públicos. Muchas de esas organizaciones, son financiadas por poderosos grupos económicos que saben que no pueden levantar la voz directamente (por el desprestigio que tiene el magnate en la cultura política mexicana) y constituyen plataformas con especialistas en distintas materias para incidir en las políticas públicas de los distintos gobiernos. No es un asunto exclusivamente mexicano, esta forma de operación se encuentra en muchísimos países del mundo a través de organizaciones, fundaciones o los más recientes think tanks (despachos estratégicos). Eso no quiere decir que su función sea despreciable o que sean simples personeros de los poderes fácticos, porque el papel de organizaciones como el IMCO, Mexicanos Primero, FUNDAR, Artículo 19 u Oxfam ha sido fundamental para colocar múltiples debates en la arena pública.

La palabra pueblo tiene un aterrizaje distinto. El pueblo es una construcción política, e incluso existen autores muy relevantes como Ernesto Laclau que señalan que dicha constitución popular es el acto político por antonomasia. El pueblo no es un cuerpo que esté ahí, sino una estructura social que se construye y se deconstruye de acuerdo con la narrativa y el discurso político. ¿Cuándo Donald Trump habla del pueblo, a quién se refiere? ¿Cuándo Marine Le Pen evoca al pueblo, en quién está pensando? ¿Cuándo López Obrador menciona al pueblo, a quién incluye? Los tres líderes evocan permanentemente al pueblo, pero en la cabeza tienen cuerpos políticos muy disímbolos.

En el caso de López Obrador, el pueblo es aquél golpeado por tres décadas de neoliberalismo económico. López Obrador no piensa que el presidente del consejo de administración de una gran empresa sea pueblo. Voy más lejos, el grueso de la población tampoco cree que lo sea. Por una sencilla razón: la articulación del pueblo -como concepto político, no jurídico- siempre se hace en contraposición a la élite. En este caso, López Obrador construyó su idea de pueblo sobre la base del mexicano explotado, pobre, nacionalista, golpeado por la crisis, enfadado con la corrupción del Gobierno. La política de comunicación del líder máximo de Morena siempre buscar llegar a esa persona que, cuando escucha las palabras de López Obrador, se dice asimismo: yo soy pueblo.

Diría que la sustitución de la palabra sociedad civil por la de pueblo en el debate político tiene una dimensión que juzgo muy positiva y dos consecuencias que pueden ser muy negativas. Comienzo con la positiva.

Visibiliza la marginación, la exclusión y la precariedad en la que vive la mayoría del pueblo mexicano. Es la articulación conceptual de muchas demandas sociales que se encuentran insatisfechas. La preminencia del concepto de sociedad civil oculta, en muchas ocasiones, los problemas de las grandes mayorías de México.

Sin embargo, también tiene dos consecuencias negativas que no deberíamos soslayar. La primera, desarticulación de la ciudadanía. La sociedad civil es un concepto que parte de la organización de ciudadanos para exigir resultados de Gobierno. Es un concepto más activo que el de pueblo. La sociedad civil se organiza y se articula, como lo hemos visto desde los sismos de los ochentas en la Ciudad de México. Y en segundo término, el concepto pueblo apela a la unanimidad de forma más explícita que el de la sociedad civil. Como si hubiera una única forma de entender la política y la relación con el Gobierno en los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Somos más “pueblos” que pueblo, en realidad.

A nivel global, la palabra pueblo ha vuelto al centro del debate político. Al menos por tres décadas, la utilización de este concepto quedó en desuso porque estaba asociada al populismo (con una alta carga negativa). Sin embargo, la ruptura de los consensos liberales y la impugnación política a la globalización, ha recuperado la vigencia del pueblo como definición de una comunidad política. Sociedad civil y pueblo no son palabras intercambiables, y el discurso de López Obrador es prueba de ello. Son proyectos políticos distintos.

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