Viernes, 18 de Abril 2025

Arroyo el Chuchucate: Una pequeña joya natural en Los Colomos

Los Colomos es uno de los bosques urbanos de Guadalajara, cercado por el desarrollo y el concreto, pero vital para dar respiro y aire a la ciudad

Por: Fausto Salcedo

Los Colomos es mucho más que un espacio para la recreación y las tardes del domingo. EL INFORMADOR / F. SALCEDO

Los Colomos es mucho más que un espacio para la recreación y las tardes del domingo. EL INFORMADOR / F. SALCEDO

Los Colomos es uno de esos espacios de Guadalajara que tienen la virtud de la enajenación: consigue sacarnos de la lógica de la ciudad misma. Un espacio donde la urbe se turna algo recóndito y sus conversaciones cotidianas de automóviles y ruidos son sustituidos por el trino de los pájaros y los destellos del agua al sol.

Los Colomos es uno de los bosques urbanos de Guadalajara, cercado por el desarrollo y el concreto, pero vital para dar respiro y aire a la ciudad. Visto desde el aire, Los Colomos es una mancha de verdor en medio de un océano de edificios descoloridos y extensiones de asfalto.

Con un aproximado de 93.29 hectáreas, este bosque que ahora nos fascina y nos da cobijo del monstruo de Guadalajara, no es más que la transformación del bosque original cuyos recursos tuvieron que ser explotados de manera sistemática para la construcción de la ciudad.

Es decir: a pesar de su belleza actual, poco queda del ecosistema nativo del que la ciudad hizo uso desde su fundación hace ya casi cinco siglos. El Colomo Grande, como entonces se le conocía a la zona en las primeras épocas de Guadalajara, era un oasis que ahora ya no existe: un espacio donde el bosque habitaba con el manantial.

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Los Colomos es mucho más que un espacio para la recreación y las tardes del domingo, es más que las ardillas insistentes que se acercan a los visitantes, la atmósfera única del afamado Jardín Japonés, y el castillo que sobresale del panorama arbolado sobre su cuesta escalonada.

EL INFORMADOR / F. SALCEDO 
EL INFORMADOR / F. SALCEDO 

Los Colomos -o El Colomo grande- está ligado a la historia de Guadalajara por una de las razones más importantes: el agua. Hablar de la historia de Guadalajara es hablar de la historia del agua, y bajo esta perspectiva, Los Colomos ha jugado un papel determinante en nuestra relación con el líquido que no hemos sabido cuidar.

Los Colomos en la historia del agua de Guadalajara

Desde 1597 -apenas 55 años después de la fundación de la ciudad-, ya se discutía sobre usar el agua de los manantiales del entonces Colomo Grande para abastecer el consumo creciente de Guadalajara, según la doctora Alicia Torres Rodríguez, de la Universidad de Guadalajara (UdeG). La Perla Tapatía, desde sus inicios, ha tenido una relación conflictiva con el agua. Cuando las fuentes originales de abastecimiento dejaron de ser suficientes -brindadas por el río San Juan de Dios y los manantiales de Mexicaltzingo y del Agua Azul-, la ciudad volcó su mirada hacia lo que entonces era el oasis de los manantiales de Los Colomos.  

No obstante, este interés no se concretó sino hasta 1731 en una proeza de la ingeniería, con la llegada del franciscano Fray Antonio Buzeta, una figura importante en la historia del agua en Guadalajara. Buzeta fue responsable de la construcción de las galerías filtrantes -los afamados túneles de Guadalajara desde la perspectiva de la leyenda-; un acueducto subterráneo que logró llevar el agua de los manantiales de Los Colomos hasta el centro de la ciudad.

Estos túneles todavía existen: videos de exploradores urbanos en redes sociales muestran cómo se internan en esta red de túneles, sin temor alguno, desde distintos puntos céntricos de la Perla Tapatía, y tras largas caminatas en la oscuridad, emergen nada más y nada menos que en Los Colomos.

Más allá de la relación de la ciudad y del agua en un sentido urbano y utilitario, Los Colomos fueron desde siempre un espacio de naturaleza y recreación para los tapatíos, desde hace siglos. Era una zona de barrancos y árboles donde brotaba el agua y nacía ante los ojos, y a donde la gente se le iba el tiempo en tardes de sol, cuando la ciudad era muy distinta. Así fue descrito en 1889 -hace 136 años- por el presbítero Manuel Portillo, cura de la Parroquia de Zapopan, en su libro "Apuntes histórico-geográficos del Departamento de Zapopan":

EL INFORMADOR / F. SALCEDO 
EL INFORMADOR / F. SALCEDO 

"El Colomo es preciosísimo: es una barranca en que de los paredones saltan multitud de chorros de agua de dos temples: se han formado baños rústicos de zacate y son muy concurridos por los habitantes de Guadalajara", escribió el presbítero, hace más de un siglo.

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Si bien el bosque de Los Colomos actual aún retiene ciertas reminiscencias de su pasado, lo cierto es que no lo cuidamos como era debido. En 1893, se inició un gran proyecto de construcción de instalaciones para la distribución del agua en Guadalajara -más explotación de los manantiales-, por el ingeniero Agustín Pascal bajo el mandato del entonces gobernador Luis Carmen Curiel. El resultado de estas obras son, hoy en día, muchos de los sitios más emblemáticos de Los Colomos, como el castillo, y las dos enormes pilas de agua que, frente a este, retienen el agua de lo que antes eran abundantes manantiales.  

De acuerdo con Alejandra Guillén, es desde finales del siglo XIX que este nuevo sistema de galerías filtrantes aporta caudales permanentes cercanos a los 200 litros por segundo, destinados al abasto urbano. El agua se conduce por medio de galerías subterráneas que llegan hasta los dos enormes tanques con capacidad de 5 mil 460 metros cúbicos. De este sistema, de manantiales, el Chuchucate es uno de los más importantes.

El Chuchucate: un espacio de naturaleza frágil dentro de Los Colomos

El arroyo el Chucucate -también conocido como el Chochocate y Chocolate- es un ecosistema frágil, delicado y trémulo, de aguas cristalinas que transcurren entre piedras. Ubicado en Colomos II, es un espacio que quizá conserva un poco de lo que alguna vez fue el bosque: un recorrido de agua entre los árboles, con minúsculas pozas donde peces nadan entre las hierbas y las ramas de los árboles, y con suerte, es posible ver tortugas asomándose entre las rocas.

Es un río que ha sobrevivido dentro del mismo bosque, que sigue fluyendo a pesar de la urbanización creciente de Guadalajara, y que si bien no puede ser pintoresco o grandioso, es un entorno donde ha resistido el agua y la vida en una urbe que le ha dado la espalda a sus recursos naturales.

ESPECIAL / FACEBOOK BOSQUE LOS COLOMOS 
ESPECIAL / FACEBOOK BOSQUE LOS COLOMOS 

A unos cuantos metros de distancia del pequeño Chuchucate sigue todavía de pie, y oculta entre los árboles, la Torre del Vigía, que data de principios del siglo XX, y que era un elemento arquitectónico destinado a la vigilancia de las obras hidráulicas que en su momento tenían desarrollo. Edificada en 1902 por Agustín Pascal por mandato del entonces gobernador Luis Carmen Curiel, bajo la torre corre el agua todavía, siendo parte de las galerías que filtran el líquido, y como testigo remanente del bosque como Área Natural de Protección Hidrológica.

El Chucucate podría ser una mirada al pasado, de cuando Los Colomos eran manantiales al alcance de los tapatíos no como recurso sino como espacio de recreación, cuando los tapatíos se refrescaban en sus aguas, un espacio de verdor del que ahora carecemos, cuando nuestra relación con el agua era distinta. Cuando el agua no provenía de la llave, de la manguera, cuando no la veíamos en cauces contaminados, en canales donde flota la basura; cuando el agua brotaba de la misma tierra, y era posible tocarla con la mano.

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MV

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