La imagen de León XIV sirviéndose, con concentración, un plato típico de comida casera peruana —frejoles, arroz y guiso de pollo— fue una de las primeras señales de su vínculo con América Latina. Sin embargo, la fotografía oculta un detalle significativo: aquella generosa porción no estaba destinada a él, sino a personas sin recursos de Chiclayo, diócesis en la que ejerció como obispo durante ocho años.Junto a la catedral de Chiclayo, una puerta metálica negra conduce al centro parroquial. En su interior, entre otros espacios, se encuentra una pequeña y oscura cocina con una sola ventana, donde Gaby Ruzasto, colaboradora del lugar, corta cebolla, zanahorias y pimientos.Con la emoción aún latente tras escuchar al nuevo papa saludar en español a la diócesis de Chiclayo desde el balcón del Vaticano, Ruzasto relata que era habitual la presencia de Robert Prevost en esa cocina. Es el mismo espacio que aparece en la fotografía y donde, a diario, se preparan decenas de raciones para personas sin hogar y migrantes.“El papa León XIV era muy cercano; visitaba la cocina y observaba qué alimentos se preparaban”, señala desde el centro parroquial, ubicado a poca distancia del obispado, donde entonces residía el prelado.Aunque aquel plato que se sirvió no era para él, Ruzasto confirma que disfrutaba de la gastronomía local, en especial del seco de cabrito. Rememora también una ocasión en la que, al recibir como donación un pato, intentaban rendirlo para preparar unas 35 raciones. En medio de ese esfuerzo, Prevost apareció preguntando por el menú. Al escuchar que se trataba de arroz con pato, exclamó con entusiasmo: “¡Oh, qué rico van a almorzar!”El compromiso del entonces obispo con la región fue tal que en muchos pueblos de la extensa diócesis es posible encontrar testimonios de personas que lo conocieron personalmente, debido a su constante presencia en el territorio.En los últimos días, las redes sociales se han llenado de imágenes de personas de todas las edades junto a Prevost, captadas en diversas celebraciones religiosas, actividades comunitarias, festividades locales y encuentros informales en el norte del Perú.Ruzasto, mientras remueve el sofrito, comenta con modestia que conocer al actual pontífice ha sido un verdadero privilegio, ya que siempre mostró interés y preocupación por quienes lo rodeaban.Guillermo Vásquez, encargado del centro parroquial, coincide con esa apreciación. Señala que, a pesar de su cargo, Prevost era una figura accesible para todos, desde los jóvenes, a quienes motivaba a participar en actividades, hasta las personas que esperaban su ración de comida tras la puerta negra.“No es casualidad. Aquí todos pedíamos un papa así, y el Señor nos ha regalado al papa León XIV. Es una gran emoción. Seguimos orando por él, ahora como pontífice, con todo el corazón”, concluye Ruzasto.AO
