Domingo, 16 de Junio 2024

Frente a la peste

Las epidemias son desafíos que miden la fortaleza de los valores de una sociedad

Por: Enrique Toussaint

Frente a la peste

Frente a la peste

La Peste es, sin duda, el libro más actual de Albert Camus. La propagación acelerada del COVID 19 (Coronavirus) ha provocado el redescubrimiento del magnífico texto del liberal francés. La novela es un éxito de ventas clamoroso en España, Francia e Italia. 

La Peste es una obra que se adentra en los laberintos de la naturaleza humana: el egoísmo, la irracionalidad, la ceguera, la ambición, pero también la solidaridad y la heroicidad. Sus páginas te sumergen en un drama que termina con el brillo de aquello que es único en el hombre común. O como sentencia el propio autor: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”. 

Camus se sitúa en Orán, una ciudad argelina que sucumbe ante una pandemia inesperada. Una sencilla razón lleva al autor a animar su relato en una comunidad asediada por la peste: las situaciones límite sacan lo peor y lo mejor del hombre. La cara más desalmada del egoísmo humano frente a la faz más esperanzadora de la solidaridad. La peste empuja al “sálvese quien pueda y como pueda”, aunque ese camino a ningún lado nos recuerda que sólo uniéndonos socialmente es posible sortear con éxito los contextos más críticos. 

El mundo está frente a una pandemia que se extiende por más de 120 países. Decenas de miles están infectados por el COVID 19 y la Organización Mundial de Salud considera que todavía no vemos lo peor. La pandemia no está controlada. Italia, la tercera economía de la Zona Euro, está en cuarentena. 60 millones de personas que no pueden salir de su país y que sólo pueden moverse por comida o medicinas. Incluso, el sistema sanitario italiano está rebasado y no puede atender a todos los que presentan síntomas. En muchas ocasiones, tienen que elegir a quien le salvarán la vida. 

España avanza rápidamente hacia un escenario crítico. Esta misma semana tuvo que ser confinado el municipio de Igualada (75 mil personas) con operativos policiales que no dejaban ni entrar ni salir a nadie. Alemania se aísla ante la posibilidad de que una buena parte de su envejecida población pueda contraer el virus. En Francia, Emmanuel Macron anuncia medidas severas y restrictivas para evitar la propagación. Estados Unidos cancela todos los vuelos de y hacia Europa, y países como Corea, Irán o Japón se tornaron fantasmagóricos en un abrir y cerrar de ojos. 

La economía pende de alfileres. Las bolsas de valores en el mundo se colapsan frente a la incertidumbre. Las monedas de muchos países se vienen a pique luego de que los inversionistas prefieran refugiarse en el dólar. No sabemos si los gobiernos tienen margen de maniobra fiscal para impulsar planes de reactivación económica. Nos dicen los agoreros del mercado que no hay problema, por más complejo que sea, que la mano invisible no pueda resolver. Sin embargo, lo único que transpiran estos últimos es terror. Piden urgentemente un salvavidas de los gobiernos.

Y en este contexto, la plaga parece aproximarse a territorio nacional. Es innegable que no estamos en el mejor momento para enfrentarla. La economía no crece desde inicios de 2018. Estamos estancados. Una de nuestras mayores fuentes de divisas, la venta de petróleo, está amenazada por el colapso en los precios de los hidrocarburos (aunque las coberturas —seguros— amortigüen el golpe). Es decir, el margen presupuestal para enfrentar la pandemia es bastante reducido. Y, en adición, entró en vigor en enero el nuevo Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (INSABI) que está cambiando muchos de los procesos en el sector sanitario en el país. Desde la coordinación hasta el ejercicio de recursos destinados al sector salud. 

Ante este escenario de incertidumbre y poca reacción del Gobierno Federal; en Jalisco, el gobernador decidió anunciar medidas, en consenso con universidades y personal médico, mucho más contundentes: cierre de universidades y cancelación de eventos masivos con participantes que provienen del exterior. De la misma forma, se anunciaron controles más acuciosos en el aeropuerto de Guadalajara.

Estamos frente a un escenario incierto, pero eso no quiere decir que no contemos con algunas certezas. Una primera, más que un asunto individual estrictamente hablando, el COVID 19 es un desafío social. Recuperemos los valores más relevantes que podemos extraer de La Peste de Albert Camus. Enfrentemos el virus con solidaridad. ¿Qué significa eso? Hablemos entre vecinos. Coordinémonos. Esto permitirá que la propagación no sea tan dramática. Comprar gel antibacterial en torres de departamento, tener a la mano toallitas desinfectantes y avisarnos entre nosotros si alguno presenta síntomas. Tejamos, de nuevo, esa lastimada red social.

Otra: transformemos el mercado de trabajo. El coronavirus nos demuestra que las famosas “horas nalga” en las oficinas son totalmente prescindibles. O como describe el meme: “el coronavirus nos está enseñando que algunas juntas pueden ser sustituidas por un e-mail”. Si el mecanismo de contagio es la aglomeración de personas en espacio cerrados por un tiempo prolongado, cambiemos nuestros hábitos socialmente para disminuir dichos encuentros a su mínima expresión.

Sin embargo, no podemos hacer todos estos cambios de forma solitaria, necesitamos conversar, acordar y renovar nuestro pacto social para enfrentar mejor el Coronavirus. Tratemos de ahogar esas pulsiones individualistas que nos empujan a salvarnos actuando de forma irracional. El egoísmo es tripulado por el miedo y la paradoja es que si todos actuáramos al mismo tiempo buscando nuestro propio beneficio, lo único que lograríamos es agravar la crisis. 

La Peste de Camus, hoy convertida en el COVID 19, tendrá efectos sanitarios y económicos que posiblemente cambiará muchas dinámicas sociales y laborales tal como las conocemos. Habrá momentos difíciles, muertos y drama. No obstante, sí hay oportunidades. Por ejemplo, aprovechar el contexto complejo en el que estamos para leer, reflexionar, conversar. Estar más cerca de los nuestros. Detener un poco el frenesí de la vida, su ansiedad y velocidad, para retomar actividades que dejamos por lo absorbente del día a día. Y para superar este momento sui generis, lo que necesitamos es algo que a menudo nos falta: paciencia. Mucha paciencia. Las fases críticas de contagio y propagación ocurrirán en los últimos días de marzo y los primeros días de abril. Reflexión y paciencia son dos escudos frente a la psicosis. Así, el Coronavirus reta a gobiernos, ciudadanía e individuos. Veremos si la amenaza saca lo mejor de nosotros.

Tapatío

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