Lunes, 06 de Mayo 2024

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Y, sin embargo, es popular

Por: Augusto Chacón

Y, sin embargo, es popular

Y, sin embargo, es popular

La mañanera es fuente inagotable para quienes deseen escribir comedias de enredos, novelas policiacas, thrillers psicológicos, narraciones sobre personalidad múltiple o simplemente ejemplificar a dónde puede conducir, a una comunidad, el desorden de una sola personalidad. También alcanza para argumentos de tragedias, en el sentido: temas de la épica “centrados en el sufrimiento, la muerte y las peripecias dolorosas de la vida humana, con un final funesto y que mueve a la compasión o al espanto.”

Para efectos de su impacto literario y también para efectos del análisis político y sociológico, su mecanismo, el de la mañanera, es impecable. Por su duración, las ha habido de más de tres horas, resulta arduo atender los detalles de veinte de ellas al mes, durante más de cinco años, por lo que solemos quedarnos con lo que resaltan los medios, con sus limitaciones de tiempo y espacio y con su postura particular respecto a los asuntos que destacan. Existen además quienes de aquélla sólo reciben lo que circula por las redes sociales, casi siempre desfigurado. El dicho mecanismo impecable incluye que el espectro amplio de materias que el presidente trata provoque que apenas aprehendemos alguna, ya aventó otra a la arena, aparentemente sin concierto; no es así, el plan es traernos a mal traer lo podríamos denominar debattous interrruptus, en el sentido anticlimático que la frase se emplea para coitus.

El 23 de febrero de 2024, en el acto de prestidigitación jurídica, moral y política conocido como la mañanera, sucedió un intercambio entre la periodista Jessica Zermeño, de Univisión, y el Presidente, a propósito del reportaje de The New York Times (NYT) sobre los nexos de personas cercanas al Presidente con personal del crimen organizado, vía la entrega-recepción de dinero presuntamente (es un decir) mal habido, y la posterior exhibición que hizo Andrés Manuel López Obrador del número del móvil personal de una de las reporteras que firmó el texto del diario neoyorquino. Vale la pena leerlo, verlo sin mediaciones. El contraste entre la educación, conocimiento y seguridad de las que se vale la periodista y lo que por su lado expone el Presidente es llamativo o desolador, si prefieren. A continuación, una muestra, no por exhibir al Presidente (se basta a sí mismo) sino para volver al inicio de este artículo: sírvanse a su gusto, literatas, literatos, psicólogos, sociólogos, y hagan lo suyo. Los transcribimos como texto dramático: dos personajes, Jessica, periodista; AMLO, Presidente de un país en vías de desarrollo, en el sentido político, o sea: está por verse. A la escena antecede una violación de la Constitución por parte de AMLO. El contenido de los diálogos es textual, así dijeron antier lo que dijeron.

Jessica: Entonces, ¿usted no ve ningún error? AMLO: No, no, no. Jessica: ¿Volvería a presentar un teléfono privado de uno de nosotros? AMLO: Claro, claro, claro, cuando se trata de un asunto en donde está de por medio la dignidad del Presidente de México. Jessica: ¿Y qué hacemos con la ley de transparencia, señor Presidente? AMLO: No, por encima de esa ley está la autoridad moral, la autoridad política. Y yo represento a un país y represento a un pueblo que merece respeto, que no va a venir cualquiera -porque nosotros no somos delincuentes, tenemos autoridad moral- no va a venir cualquier gente que, porque es del New York Times y nos va a poner, nos va a sentar en el banquillo de los acusados. Eso era antes, cuando las autoridades en México permitían que los chantajearan; ahora no. Ahora nos tienen que respetar porque somos autoridad legal, legítimamente constituida, surgida de un movimiento democrático.

(Se hace un silencio, breve. AMLO se queda con la mano alzada y voltea a todas partes; mientras, Jessica lo mira fijamente). AMLO: Y en México hay libertades, que no las hay en Estados Unidos, ¿eh? (Ella vuelve al tema de dar conocer, además del contenido de la carta que el NYT envió a la Presidencia, los datos personales de la reportera). Jessica: Yo entiendo el contenido de la carta, yo lo entiendo, pero haber dado a conocer el teléfono celular personal de la jefa de la corresponsabilidad del New York Times… Si usted me está diciendo que no importa lo que diga la ley de protección de datos personales o de la protección de datos…

AMLO: No, es que por encima está la libertad, por encima de eso está la libertad. (AMLO mira a su derecha, espera que al decir “libertad” entre la orquesta con el tema del vals “Sobre las olas”; no sucede, el jefe de información no entiende el gesto, en realidad no entiende nada). Jessica: Entonces, ¿por encima de cualquier ley está la moral que usted establezca para su Gobierno? AMLO: No puede haber un reglamento, no puede haber ninguna ley por encima de un principio sublime, que es la libertad. Prohibido prohibir. (La orquesta vuelve a callar) Jessica: O sea, ¿no se arrepiente? Estoy asombrada, señor Presidente, porque entiendo lo que usted pueda dar a conocer, y por supuesto tiene todo el derecho a defenderse de los cuestionamientos periodísticos, que lo presente así, pero el derecho de esa persona a mantener en privado su teléfono celular, personal, para evitar agresiones. AMLO: Sí, bueno, ¿y mi derecho?, ¿y mi derecho?

Ahí tienen, la invitación es a hacer una narración distópica. Digamos, en lugar de que Jessica manifieste: si usted me está diciendo que no importa lo que diga la ley de protección de datos personales o de la protección de datos, que exprese: si usted me está diciendo que no importa lo que digan los recuentos del INE, y que AMLO reponga: claro, claro, claro, cuando se trata de un asunto en donde está de por medio la dignidad del Presidente de México. Ahora nos tienen que respetar… etc. ¿Ven? No necesitan agradecer, con mucho gusto.

agustino20@gmail.com

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