Sábado, 01 de Junio 2024
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Volver a Voltaire

Por: Luis Ernesto Salomón

Volver a Voltaire

Volver a Voltaire

La tentación de imponer una verdad única ha sido tan persistente como la defensa de la libertad para pensar diferente. En medio del vértigo de la sociedad de hoy, que oprime al individuo mediante dispositivos abrumadores, usados por quienes buscan imponer la fuerza de la manipulación a la razón, es prudente volver a quienes han defendido el valor de disentir en un ambiente de libertad; a quienes mediante la crítica, buscaron hacerle justicia a la razón. 

En el siglo XVIII la burguesía adquiría riqueza y poder. Los nobles miraban a su lado a un grupo cada vez más numeroso de mercaderes, banqueros, y propietarios de talleres que prosperaban y se incorporaban a la educación. La ilustración se expandía propiciando el sentido de autoafirmación en la que François-Marie Arouet se preparó hasta que, siendo adulto, se hizo llamar simplemente: Voltaire. Fue educado en una familia de gran devoción religiosa, a cuyos ritos pronto se reveló. 

Los jesuitas le enseñaron el camino hacia las lecturas de los clásicos, y su padre, un notario parisino, le animaba para que se convirtiera en abogado, pero el destino le tenía trazado el camino por otras veredas. 

En su juventud escapó de situaciones comprometidas en sus viajes a Holanda, donde era empleado de un embajador, quién terminó por regresarle a París, en donde se inició en la publicación de libelos que le condujeron a ser encarcelado en la Bastilla por un año. 

Ahí escribió teatro y comenzó a gozar de cierta fama al salir, cuando tenía algo más de treinta años. Su espíritu inquieto le trajo nuevos problemas cuando se hizo de palabras con un caballero de Rohan-Chabot y éste le hizo azotar por sus lacayos y terminó nuevamente en prisión. 

Luego, partió hacia Inglaterra en donde quedó admirado del espíritu liberal de la sociedad y su régimen político, y aumentó su lejanía de las religiones. Volvió a Francia en 1729 para buscar recursos y prestigio que le permitiera destacar. Otra vez, su rebeldía le llevó a enfrentarse al poder al publicar sus “Cartas Filosóficas”  en donde dejaba mal parada no sólo a Francia, sino especialmente a sus gobernantes, al propugnar por las libertades individuales y el aprecio por la ciencia y el conocimiento frente a la obscuridad de la religión. 

El libro fue proscrito y quemado. Ante eso, tuvo que dejar Paris para refugiarse con su amiga la Marquesa de Emile de Châtelet una mujer culta y chispeante con la sostuvo una relación por más dieciséis años en los cuales impulsó y protegió a su amado. 

En ese periodo Voltarie ingresó a la Academia Francesa y se reconcilió con parte de la corte real. Sus obras proliferaron en el teatro y otros géneros, aunque seguía de vez en cuando escribiendo libelos de contenido político. Los años prolíficos duraron hasta que un día sorprendió a la Marquesa en brazos de un joven, y aunque perdonó, la marca en su corazón permaneció, por lo que se refugió con el rey de Prusia, Federico II, a quién llegó a considerar un modelo de rey ilustrado, pero se desengañó ante la realidad, y emprendió el camino hacia Suiza, en donde, una vez más, su espíritu disidente le enfrentó a las tradicionales clases gobernantes y al protestantismo más ortodoxo. 

Decidió instalar su residencia en un lugar neutral: Ferney un pequeño poblado en Francia, lejos de Paris y muy cerca de Suiza, por si acaso volvían los policías y los reyes a buscarle. Desde ahí escribió una enorme cantidad de escritos políticos, materiales periodísticos, y alegatos para defender a acusados injustamente lo que le generó una imagen del hombre justo, abogado de los sufridos que vivía en una residencia gozando de jardines componiendo obras tan célebres como “Cándido” que triunfó con estruendo en Paris. 

En medio del éxito, lleno de prestigio le sorprendió la muerte en 1778. 

Especial mención merece su “Tratado de la Tolerancia”, una apología sobre un caso de un condenado a muerte Jean Calas, en donde se aplica en un combate al sistema judicial y los criterios de legalidad aplicables. Su pensamiento en parte puede resumirse con una de las frases finales de esa obra: “es tan fácil atracarle la vida a la inocencia como difícil hacerle justicia a la razón.” 

En estos tiempos en los que parece cada vez más difícil hacerle justicia a la razón, cuando las tentaciones de imponer la manipulación masiva a la razón, vale la pena volver a Voltaire.

luisernestosalomon@gmail.com

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